Cuando “Tamara” recibió la noticia de que iba a poder estudiar la carrera que siempre quiso, gracias a una beca completa en la Universidad Centroamericana (UCA), fue uno de los mejores días de su vida, asegura esta joven de 22 años.

Desde pequeña soñaba con ser psicóloga, un oficio que llamó su atención desde que lo conoció. Así que se puso como meta lograrlo, y ser la primera persona de su familia en tener un título universitario porque proviene de una familia en situación de pobreza, en la cual ni su mamá, ni su papá, ni sus abuelos, lograron terminar la secundaria; ya que siempre priorizaron el trabajo para poder subsistir.

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Con eso como motivación, Tamara destacó como una de las mejores estudiantes en toda la secundaria, y cada 15 de septiembre llevaba la bandera de Nicaragua en las marchas patrias, orgullosa de ser excelencia académica. Hasta que en su último año de secundaria en 2017, la directora de su colegio, le dio la noticia de que la UCA ofrecía dos becas a los dos mejores alumnos que estaban a punto de graduarse. Y ella al ser la mejor estudiante tendría derecho a una de las becas. 

Una beca de excelencia académica que cubría el 100% de los aranceles de la carrera que ella eligiera, solo tenía que hacer el papeleo y se aseguraba como una estudiante admitida dentro de la universidad.

Sin dudarlo eligió psicología, carrera que en 2018 (año en que entró) valía US$80 dólares cada clase. Es decir, US$960 dólares un año académico (dos semestres), más de C$35 mil córdobas. Lo único que tenía que pagar eran los 20$ de cada semestre.

Así logró estudiar la mayoría de su carrera como estudiante becada, pero a tan solo un año de graduarse, la posibilidad de perder la beca se hizo presente.

En enero de este año, el Consejo Nacional de Universidades (CNU) redujo casi en su totalidad el presupuesto estatal que está destinado para mantener los estudios de las personas becadas.

Meses después, el CNU expulsó a la UCA del Consejo Nacional de Universidades y con ello, la suspensión total del 6 por ciento del presupuesto estatal que se asigna a la Educación Superior.

“Cuando me di cuenta de eso sentí mucho miedo. Yo no puedo pagar US$80 dólares por clase. Si a mí me quitan la beca, tendría que cambiarme de universidad, y mis estudios se atrasarían por todo el papeleo y el pensum de la carrera de la otra universidad”, expresa Tamara.

Reducción de becas y adición de tarifas

Las consecuencias de la reducción drástica del presupuesto universitario no se hicieron esperar. A Tamara le llegó a inicios de este año una carta de la UCA en la que le renovaban la beca anual, pero esta tenía un pequeño cambio: a partir del segundo semestre, ella tendría que pagar el 20% de los aranceles, “debido a las limitaciones presupuestarias que enfrenta la Universidad”. 

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Como a la joven le tocaba llevar 6 clases según su plan de estudios, significaba pagar US$96 de clases, más US$20 de la matrícula del semestre, es decir, US$116 dólares en total, C$4,176 córdobas.

“Apenas me informaron que mi beca fue reducida hice cálculos. Me tocaba pagar 4 mil pesos ¿De dónde iba a sacar 4 mil córdobas de un solo? Mi mamá es vendedora ambulante y mi papá es mecánico. Yo estaba haciendo mis prácticas profesionales en una organización, pero solo me daban dinero para mi pasaje”, relata la joven.

La mamá de Tamara vendía comida de manera ambulante en diferentes barrios de Managua, así que ganaba del día al día, y su papá le pagaban una pequeña comisión por los carros que reparaba en el taller donde estaba.

Según ella, el presupuesto familiar apenas ascendía los C$10 mil córdobas mensuales, así que recibían ayuda de otros familiares como su abuela materna y algunas tías; pero no era una ayuda constante, ni cuantiosa.

Debido a esto, Tamara se dedicó de inmediato a la venta de productos y alimentos para recoger dinero antes de agosto, que era cuando el segundo semestre iniciaba.

Comenzó vendiendo su ropa en buen estado como ropa de segunda mano y con eso consiguió mil córdobas; y después vendiendo dulces y helados tanto en su barrio como dentro de la universidad, al menos tres meses seguidos, consiguió otros 2 mil córdobas.

Finalmente sus padres le ajustaron el restante con un pequeño ahorro quincenal que hicieron desde el aviso de reducción de la beca. Así logró completar los 4 mil córdobas de este semestre, que estudia actualmente.

“Pero no fue fácil. Fue día y noche ponerme a vender primero mi ropa. Lavé mi ropa, la planché y la colgué frente a la casa por si alguien pasaba, y la publicaba en redes sociales. Solo me quedé con lo justo. Y de igual forma fue con los dulces y caramelos, que los compraba y revendía para ganarles algo”, expresa Tamara.

A Tamara le queda todavía un semestre más, que iniciaría en enero de 2023. Su nueva preocupación, es que el otro año le vuelvan a reducir la beca. Además, la universidad anunció una nueva tarifa semestral de US$55 (C$1,980) por el uso de las plataformas digitales; un nuevo gasto más para la estudiante.

La UCA anunció recientemente la creación de una herramienta digital “para que los estudiantes becados puedan contar con el apoyo de personas altruistas que patrocinen sus aranceles”; pero no ha brindado mayor información sobre esta plataforma, cuándo iniciará y si esto evitará más reducciones en las becas.

Según Tamara, “el anuncio no es una seguridad de que va a continuar estudiando”, para mientras, ella continuará vendiendo dulces y helados en la universidad, e indicó que se unirá a la venta ambulante de comida junto con su mamá durante los fines de semana.

Reducción de estudiantes becados

Mario asegura que antes de 2018, más de la mitad de su salón de 40 estudiantes, eran personas becadas, la mayoría de ellas, contaban con becas del más del 80%.

Esto lo sabía porque a inicios de año, sus compañeros y él debían retirar la carta de renovación de beca todos los inicios de años, y así se daba cuenta de quienes estaban becados.

Pero a partir de 2019 el número se fue reduciendo poco a poco, hasta que después de la pandemia de COVID-19, cuando todas las gestiones comenzaron a ser virtuales, desconoce cuántas personas de su generación conservan la beca.

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“Ahora me doy cuenta que mis compañeros no pueden llevar la cantidad de clases que deben y se atrasan, porque no pueden pagarlas, o no se inscriben en el semestre porque deben trabajar para ayudar a sus familias. También cada vez tengo menos compañeros de clases, y se debe a problemas económicos”, expresa el joven de 23 años.

Mario entró en 2017 a la UCA y estudia cuarto año de Ingeniería Civil. Desde el inicio él contaba con una beca de arancel que cubría el 80% de los gastos. Un semestre significaría pagar US$660 dólares, ya que cada clase de su carrera vale US$110 dólares y son seis clases por semestre que debe llevar.

Pero con la beca le tocaba pagar US$132 dólares (CS$4,752), lo cual lo podía dividir en un pago mensual, así que su mamá podía juntar el dinero sin problemas.

Pero después de la pandemia su mamá se quedó sin trabajo porque la empresa en la que trabajaba cerró, y a él le tocó asumir sus gastos universitarios, más los gastos de los servicios básicos de la casa.

“Busqué trabajo en el 2020 y solo conseguí como ayudante de una tienda. Me pagan C$4 mil córdobas mensuales, que aunque no es mucho, me ayudaba para mi cosas en ese momento. Pero ahora ya no”, señala.

En ese tiempo, la UCA también cambió la modalidad de pago. Los estudiantes ya no podían pagar en partes sus aranceles, ahora debían pagar el monto completo. Aunque Mario envió una carta para explicar su situación económica y que hicieran una excepción, no sirvió de nada.

“Debido a eso voy atrasado con mi plan de clase. Si me tocaba llevar 6 clases por semestre, llevaba 4 nada más o menos”, señala una de las estrategias para pagar la cuota.

Pausar estudios, opción común entre los estudiantes becados de la UCA

Cuando le avisaron que su beca de 80% había sido reducida a 60%, Mario pensó seriamente en cambiarse a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) o la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).

Pero la aversión estatal que existe en contra de la UCA, le hacían pensar que no lo iban aceptar. Según él, porque conocía de ex-estudiantes de la UCA que fueron rechazados en las universidades públicas, y que tuvieron que recurrir a otras universidades privadas.

En el segundo semestre de este año Mario debía pagar US$264 dólares, es decir, CS$9,500 córdobas. Al no contar con el dinero completo, pues solo había recogido la mitad para agosto, decidió no matricularse.

Actualmente pausó sus estudios y se encuentra trabajando de tiempo completo en un puesto administrativo de la misma ferretería. Él sigue siendo el mayor soporte de su casa, ya que su mamá trabaja ocasionalmente vendiendo ropa.

Aunque indica que todavía no está seguro si continuará sus estudios el siguiente año, dice que seguirá investigando opciones para lograr culminar su carrera.

Previo al inicio de la crisis sociopolítica, la UCA presentaba informes que constataban que alrededor del 80% de sus estudiantes contaban con algún tipo de beca, que significaba unos 2,500 estudiantes de diferentes partes del país.

Después de esta fecha, la universidad no ha brindado datos sobre cuántos estudiantes todavía conservan este beneficio, y cuántos lo han pedido.

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