El sector juvenil ha sido uno de los más afectados por la represión gubernamental en Nicaragua, que se acentuó desde el estallido social en abril de 2018, que lejos de tutelar sus derechos, los ha violentado. Precisamos la libertad de las y los presos políticos, justicia y cese a la represión,  son las principales demandas que hicieron las jóvenes nicaragüenses desde el exilio este 12 de agosto, Día Internacional de la Juventud.

De los más de 180 presos políticos que hay en este país, 37 son jóvenes en el rango de 30 años, según datos del Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas Nicaragua. Uno de estos casos es el de Samantha Jirón, de Masaya, quien  después de estar exiliada en Costa Rica por asedio policial, decidió regresar dos años después, siendo secuestrada por la policía orteguista el 9 de noviembre del año 2021 después de una actividad en Managua.

 Ivania Saavedra, otra joven exiliada desde 2018 y exestudiante  de la Upoli, asegura que cada joven preso político representa a la juventud que se encuentra exiliada y la que está resistiendo dentro de Nicaragua, “no es que uno sea más líder que otro, o que este no es de mi agrado, no es así, todos y cada uno de esos jóvenes son una parte de nosotros y nos duele saber que están en esas celdas de torturas, alguno son nuestros amigos y pasamos muchas cosas juntos otros que ni los conocemos, pero igual nos duele, les están quitando sus vidas cada día pasan encerrados”, lamentó.

Para Melissa Martínez, cofundadora de  IPEN (Iniciativa Puente por los Estudiantes de Nicaragüenses), en este país ser joven representa un peligro para la dictadura ya que trae consigo un pensamiento rebelde, crítico y de insatisfacción, porque sostiene que el joven no se resigna a quedarse con la tranquilidad en el lugar que está “y no se queda en un país que lo reprime».

¿Cuáles son los retos de los jóvenes en Nicaragua y los exiliados?

No es un secreto que actualmente los jóvenes en Nicaragua viven con miedo y la incertidumbre diaria de ser secuestrados, encarcelados o asesinados por temas políticos, denuncian. Además de esas arbitrariedades, deben luchar contra el alza en el costo de la vida, el acceso a educación y no saber si encontraran trabajo en su profesión. Por eso viven con esa insatisfacción que no puede expresarse porque si lo hacen tendría alguna consecuencia, precisa Saavedra.

En el caso de las personas exiliadas el mayor reto para las y los jóvenes es estar en un país con una cultura que no es la suya, que no conocen, que en principio los rechaza, “a pesar que los países nos han acogido y nos dan protección internacional que al final de cuenta es un derecho, pero si existe xenofobia, si existe violación al acceso a un trabajo y a la educación, a que no podés acceder a un trabajo bien remunerado y muchas veces no se reconocen los estudios que hiciste en tu país”, lamenta Martínez.

Tanto Martínez como Saavedra, indican que la calidad educativa en Nicaragua es deficiente, pero esto se debe a que no hay un verdadero interés en mejorar la educación a nivel general, por lo que otra de sus demandas es que el régimen de Ortega, restauré la autonomía a las universidades, devuelva las instituciones robadas y las libertades académicas.

Las jóvenes desde su exilio exigen al régimen poner fin al estado policial que impide a la sociedad nicaragüense vivir tranquilamente y que las personas exiliadas que deseen volver a Nicaragua tengan las condiciones necesarias y la seguridad de que no van a sufrir represión.

Estas dos mujeres jóvenes y exiliadas coinciden que muchos jóvenes que deciden salir de Nicaragua primero, lo hacen por resguardar sus vidas ante tanta represión, y otros lo hacen por razones económicas y mejorar sus condiciones de vida, ya que en Nicaragua no hay condiciones para vivir.

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