“¿Quién de ustedes hace de hombre?, ¿qué hacen cuando tienen sexo?, ¿sienten algo sin un pene?”, son parte de los cuestionamientos a los que se enfrentan usualmente las mujeres que se han reconocido abiertamente como lesbianas. Sin embargo, el placer que se tiene en una relación sexual lésbica, explican mujeres consultadas por La Lupa, no tiene límites siempre y cuando como pareja estén de acuerdo a explorar sus cuerpos y explotar sus sentidos y zonas erógenas.

“Nos podemos erotizar en toda la piel y podemos sentir de una forma muy profunda no solamente en la cartilla, en la guía a seguir: boca, cuello, pezones, clítoris, no, por lo menos en mi vivencia sexual he intentando explorar más, ser más amplia en el sentido sensorial, en cuanto a poder acariciarse, tocarse, sentirse, olerse, lamerse. Creo que en la medida que nos enfocamos menos en el orgasmo, en el que tenemos que llegar, como si fuera una carrera, y nos enfocamos más en disfrutar el proceso en la relación esta se vuelve impresionante y los orgasmos se pueden expandir, y son esas prácticas que nos permitimos como mujeres, porque exploramos nuestros cuerpos, porque no estamos desesperadas por meter un pene o porque nos lo metan”, afirmó Kat Rodríguez, feminista y antropóloga nicaragüense.  

Rodríguez, de 33 años, se reconoce como lesbiana desde muy pequeña, aunque fue hasta su adolescencia y juventud, tras procesos de educación e información, que entendió su orientación sexual y decidió conversarlo con su familia, que la aceptó sin cuestionarle su decisión. Sin embargo, asegura que socialmente ha sido difícil lidiar con bromas e incluso burlas, llenas de discriminación, que la cuestionan por amar o sentir placer junto a alguien de su mismo sexo. 

La feminista destacó que el falocentrismo y la heteronormatividad socialmente impuesta hace que muchos duden e incluso cuestionen a las mujeres lesbianas sobre lo que llegan a sentir en un acto sexual con sus parejas, pues lo que ven como “bueno” o “normal” es que una mujer esté junto a un hombre y reciba placer a través de un pene.

“Las lesbianas solemos ser un foco receptor de aparentes bromas, que suelen ser agresivas y discriminatorias, como la típica pregunta con la que te tenés que topar constantemente cuando estás en un entorno nuevo, que te preguntan que quién es el hombre o la mujer en tu relación, qué nos hacemos, insinuando que no nos hacemos nada, como si nos hacemos cosquillas porque no está la presencia de un pene, que la penetración es rica, no lo voy a negar, pero no es lo único,  hay otras formas de tener placer completo, pleno, rico, porque, a veces una solo quiere que la rocen, oler a su pareja, acariciarla, entonces, creo que ese es un permiso me doy con las parejas sexuales que he tenido, es decir, a no ser limitada a sentir, a explorar, y poder además estar pendiente del disfrute ajeno, no solo el mío, sino el de mi pareja”, resaltó.

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“Yo les recomiendo a las mujeres la autoexploración, tener conciencia, sembrar o alimentar una conciencia corporal, siento que las personas algunas veces vamos en automático, nos perdemos en ese proceso de sentirnos, conectarnos, es una práctica de un ejercicio corporal que es constante y globalizar el erotismo, es la clave para que el placer sea sin límites porque te das permiso de sentir más allá, de ir más allá de esos bordes o límites que se han puesto”, añadió.

Una investigación publicada por Archives of Sexual Behavior, en la que se habla sobre las diferencias en la frecuencia del orgasmo entre hombres y mujeres homosexuales, lesbianas, bisexuales y heterosexuales, en una muestra realizada en Estados Unidos, refiere que las mujeres heterosexuales quedan satisfechas en un 65% de las ocasiones, mientras que un 86% de las lesbianas aseguran que siempre o casi siempre alcanzan el orgasmo. 

“Es entender que podés encontrar otro placer”

“Señorita Cometa”, como llamaremos para proteger su identidad, tiene de 53 años, es mexicana y vivió por más de veinte años en Nicaragua tras empezar una una relación heterosexual con un nicaragüense.  Es feminista y socióloga. Concuerda con Rodríguez al referirse al infinito placer sexual que se puede encontrar en una relación sexual lésbica sin la presencia de un pene como el centro del encuentro. 

Explica que tras terminar su relación heterosexual, allá por el año 2000, tuvo una relación con “una señora”, pero en ese momento no se definía abiertamente como lesbiana “simplemente era a todo vengase su reino y hagase su voluntad”. Sin embargo, destacó que en esos primeros encuentros con mujeres, lo que descubrió en su cuerpo “fue como abrir la caja de pandora”.

“Cuando por primera vez te encuentras con una señora primero te descontrolas, te preguntas ¿qué es esto que estoy sintiendo?, esto en mi vida jamás había sentido con un señor, y claro, mi integración al feminismo, a La Corriente, la maestría, los talleres, me ayudó a ponerle nombre a todo eso y a desmitificar eso de la heteronorma, y a entender que puedes encontrar placer en un cuerpo de alguien de tu mismo sexo y que no está mal, que está bien, y que puede ser muy dichosa, muy feliz”, indicó.

Apuntó que quienes consideran que un pene, o el falocentrismo, es esencial para encontrar placer en un encuentro sexual en realidad son personas desinformadas, que no conocen sus cuerpos, o el de sus parejas, y “no saben que el clítoris tiene miles de terminaciones nerviosas, que nos hace las mujeres superpoderosas, que no necesitamos de un pene, claro que podemos tener juguetes sexuales, pero son solo eso, juguetes sexuales, pero no se necesita de un pene para tener un placer completo, es un mito”. 

“Para mí descubrir esto de ser lesbiana, descubrir mi cuerpo, fue descubrirme como una mujer que disfruta del olfato, con esta gran nariz que me cargo, disfruto del olfato, de la piel, del sabor, disfruto del gusto, tenemos un músculo superpoderoso que es la lengua, bueno, tenemos el sentido del gusto, así que señores no podemos centrar el placer en un pene”, añadió.

Ane Koedt, en su ensayo “El mito del orgasmo vaginal”, explica que el clítoris, a diferencia de la vagina, que no es capaz de tener un orgasmo, “no tiene otra función más que la del placer sexual”, por lo que es un mito que una mujer necesite de un pene para alcanzar el clímax. 

“La posición del pene dentro de la vagina de la mujer, aunque perfecta para la reproducción, no estimula necesariamente un orgasmo de la mujer, debido a que el clítoris está localizado en el exterior y más arriba”, apunta el ensayo.

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Ambas feministas y expertas en temas de género, concuerdan en la importancia de que las mujeres conozcan sus cuerpos, se informen, se formen, busque apoyo si lo ven necesario, se exploren, se despojen de ideas religosas o conservadoras, se cuestionen sobre lo que les gusta, conversen con otras mujeres, que no se enfoquen solo en dar sino también busquen recibir lo que les gusta, y desde cualquier tipo de relación, sea lésbica, hetero o bisexual, puedan permitirse tener, vivir, o sentir el placer junto a quienes desean.

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