Una joven toma taxi en Managua, en el transcurso del viaje se da cuenta de que el taxista se va masturbando y en el espejo retrovisor, él la mira directamente a los ojos. Ante tal situación, la joven decide grabarlo, confrontarlo y posteriormente hacer una denuncia en redes sociales

«Hola, buenas noches. Quiero hacer público a este señor taxista de placa número M11533. Él me trasladaba del Mayoreo a la Zona Franca y en el transcurso del viaje se venía tocando y no paraba de morbosearse», indica la denuncia, las cuales cada vez más comunes en el país.

La violencia sexual es una de las violencias a las que están más expuestas las mujeres cuando usan el transporte tanto privado como público. Diversas mujeres han denunciado públicamente ser víctimas de intento de abuso sexual o de violación al momento de usar taxis, pese a que muchas mujeres lo usan precisamente para garantizar su seguridad.

Otra joven en redes sociales denunció al conductor de InDriver, Dennis Javier, de placa número M297354, en la que lo acusó de haberla intentado abusar cuando ella estaba por bajarse del vehículo.

“En lo que me voy a bajar del carro, él me agarra del hombro, me guiña hacia a él, pone su mano alrededor de mí y me empieza a besar la cara y a tocar el busto. En ese mismo instante yo reacciono, lo empiezo a empujar, a tratar de quitármelo para que me soltara, pero me tenía con mucha fuerza. Al sentir su mano por mi rodilla, yo seguía peleando hasta que logré soltarme y pude salir del carro”, relata la joven de 17 años en sus redes sociales.

Peligros tanto en taxis privados como ruteados

Las denuncias contra conductores de InDriver, una aplicación de transporte que no cuenta con oficinas en Nicaragua, han sido abundantes en las redes. La mayoría de las denuncias se tratan sobre situaciones de acoso sexual o situaciones en la que los conductores cambian las rutas solicitadas por las mujeres.

Denisse Lezama, una joven de 21 años, ha vivido múltiples situaciones de acoso y de peligro cuando ha usado taxis. “Tomé un taxi en InDriver porque supuestamente es una aplicación segura, pero fue la primera y última vez que lo usé”, asevera. Lezama había salido a cenar con su novio, pero al anochecer decidió usar la aplicación de transporte para regresar a su casa en taxi y no en bus, por motivos de seguridad.

Sin embargo, en el trayecto a su casa el conductor se desvió de la ruta original muchas veces, y se iba por calles que ella no conocía. A pesar que Lezama le solicitó al taxista irse por otro camino, él únicamente le decía que estuviera tranquila.

“En una de las calles que íbamos aparecen tres motos. Le pido al taxista que suba las ventanas del carro porque me da miedo que los motorizados me abran la puerta y me jalen el bolso, y que condujera más rápido. Él me dice que no porque él los conocía, entonces me dio más miedo”, señala la joven.

Por el terror que tenía, Lezama fingió una llamada por celular en la que decía en voz alta que ya iba para su casa y que había anotado el número de placa del taxi. Inmediatamente después de la llamada falsa, el conductor volvió a la ruta original y logró llegar a su casa.

Esa experiencia no es aislada para Lezama. En Chinandega vivió una situación similar, en la que montaba un taxi, daba la dirección exacta y el conductor tomaba caminos contrarios a la dirección solicitada. Cuando notó que el taxista tomaba rutas cada vez más aisladas, Lezama le volvió a recalcar la dirección que le dijo inicialmente, a lo que él solo le dijo que se había equivocado.

“Hasta que le reclamé él hizo un retorno, dio la vuelta y comenzó a manejar por donde era. Pensé que ahí iba a quedar, me dio un miedo horrible, hasta con ganas de llorar estuve”, expresa.

Acoso sexual, presente en buses y en taxis

Lezama también ha sido víctima de acoso por parte de taxistas. Hace un par de semanas, se montó en taxi con dirección a su casa, y durante el camino, el taxista le hacía preguntas personales sobre qué cosas hacía, dónde trabajaba y qué edad tenía. Cuando se bajó del vehículo, el hombre intentó nalguearla, pero ella tiró la puerta antes de que pudiera tocarla.

“Después  él comenzó a decirme cosas muy feas, que me hicieron sentir incómoda. Fue horrible todo lo que me dijo”, cuenta Lezama.

Renny Rodríguez, una estudiante de cuarto año de comunicación, también ha sufrido acoso sexual en transporte público. Cuando recibía clases de inglés los sábados, tenía que movilizarse desde Matiguás, de donde es originaria, hasta Matagalpa. Casi siempre contaba con transporte privado, pero un sábado tuvo que regresarse a su casa en bus.

“En las tres de la tarde, casi las cuatro. El bus iba lleno y desde el momento en que me subí, sentí la mirada del ayudante del busero. Íbamos en la parte de atrás, lo llevaba muy cerca y cada vez que volteaba a ver, él me miraba fijamente”, indica Rodríguez. Durante todo el trayecto, el hombre le iba haciendo gestos morbosos y le tiraba besos con la boca, pero lo peor ocurrió después. 

“En una de esas escucho que le dice al otro ayudante “cuando se baje, la agarras”, sabiendo que yo lo puedo escuchar. Me asusté. No sabía qué podía hacer. No podía sacar mi teléfono de la mochila porque el bus iba lleno”, expresa Rodríguez. Afortunadamente, en el trayecto se encontró con una amiga, que la acompañó hasta bajarse del país y la esperó para tomar un taxi.

Muchas mujeres también han sido víctimas de persecución en el transporte público, tal es el caso de Gabriela Maltez. Cuando tenía 15 años y estaba en tercer año de secundaria, regresaba a su casa en bus a las seis de la tarde. En unos de los días que viajaba después del colegio, un hombre desconocido la iba acariciando.

“Él estaba sentado, yo de pie. Sentí que me iban acariciando la mano, me quedé en shock, pensé ¿qué está pasando?, ¿es real o me lo estoy imaginando?, pero no me moví, solo quité la mano. Pensé que a lo mejor eran ideas mías, pero sentí que de nuevo me tocaba la mano. No hice nada hasta la siguiente parada que me pude mover. Me fui al fondo”, relata Maltez.

Después de ese día, se encontró a ese hombre en el mismo bus y a la misma hora en cinco ocasiones más. Así que le tuvo que pedir a un amigo que la acompañara durante el viaje, ya que se sentía perseguida por él. A pesar que el hombre no la volvió a tocar, no la dejaba de ver durante todo el trayecto.

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