En los últimos meses hemos sido testigos en redes sociales y medios de comunicación independientes de un desfile de férreos defensores del proyecto de unidad política, aunque no sepamos claramente para qué y hacia donde se dirigirá ese esfuerzo, pues los líderes mediáticos miembros de las organizaciones opositoras aún no han sido claros en sus estrategias.

Al parecer la unidad es la llave mágica para encontrar las soluciones a los problemas de Nicaragua. Sin embargo, tal como dice el viejo y conocido refrán, en rio revuelto, ganancia de pescadores. En este articulo reflexionaremos sobre los peligros de la unidad ciega, sorda y muda.

En el año 2011 tuve la oportunidad de colaborar para una organización no gubernamental en el área de educación con niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual y explotación sexual comercial. En la mayoría de los casos los abusadores eran miembros de sus mismas familias, teniendo una característica común, chantajeaban emocionalmente a sus víctimas, diciéndoles que, de denunciarlos, estas serían las responsables de destruir el núcleo familiar y el hogar. Evidentemente nadie quiere ser el responsable de promover la desunión, de ahí que el ciclo de violencia se mantenía por meses e incluso años.

Esta experiencia laboral me recordó el fracaso del proyecto revolucionario posterior a 1979. Miles de jóvenes soñadores en la década de los 80s se sumaron al proyecto político del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) con las mejores de sus intenciones, participando en brigadas médicas, escolares, laborales, culturales, etc. Estaban tan enamorados de sus propias utopías, que por acción u omisión decidieron ignorar a conveniencia las injusticias cometidas por sus comandantes.

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Aquellos que se atrevían a denunciar eran considerados traidores, vende patrias y contra revolucionarios, palabras similares a las que hoy utilizamos para describir a quienes demandan transparencia y democracia a lo interno de las organizaciones opositoras: angoras, infiltrados, divisionistas, entre otras.

En Nicaragua el pasado secuestró el presente. La cultura caudillista hace que olvidemos a conveniencia lo que no sirve para alimentar nuestras ideales. De ahí que perdonamos y damos concesiones a los nuestros, minimizando sus delitos y comportamientos, pero maximizando sus cualidades.

Dentro de esta dinámica nace la Coalición Nacional, un proyecto político que aglutina lo peor de Nicaragua, otorgando privilegios de olvido e impunidad al PLC de Arnoldo Alemán, procesado y acusado por actos de corrupción; al PRD de Saturnino Serrato, cómplice del régimen Ortega Murillo o el MRS acusado por gran parte de la población de cómplice de los crímenes cometidos en la década de los 80s.

Al igual que el régimen Ortega-Murillo, estas estructuras partidarias conocen de cerca la cultura política criolla, manipulando a conveniencia el discurso de unidad con files electorales para la posterior distribución del poder político. Usan y abusan de la palabra unidad para manipular los anhelos y esperanzas del sufrido pueblo de Nicaragua, pero ninguno de estos grupos de oposición se ha querido sumar de manera institucional a las múltiples iniciativas de resistencia ciudadana desde la lucha cívica, pacífica y no violenta que han demostrado ser altamente efectivas, como los boicots comerciales a las PetroNic. Su discurso de unidad se queda levitando en las palabras vacías carentes de contenido.

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La unidad no debería ser un proyecto que priorice los intereses personales, gremiales y electorales sino los nacionales, como la liberación inmediata de los presos políticos, el cese a la represión y persecución, promover sanciones internacionales hacia el régimen, identificar mecanismos de presión ciudadana, entre otros.

Pero esto no sucederá mientras se carezca de principios y valores éticos que guíen su actuar, mientras se sigan diluyendo en asuntos burocráticos como la aprobación de un reglamento que les llevó seis meses de trabajo, y para colmo, su posterior aprobación con reservas, o mientras sigan conformando comités nacionales carente de rostros jóvenes y emergentes.

Tomando en cuenta el concepto de unidad planteado por la Real Academia Española, establece que este término es “la propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere”. Sin embargo ¿aplica este término para la naturaleza caótica de la Coalición Nacional?, ¿puede desunirse algo que nunca ha estado unido?, ¿pueden grupos con intereses antagónicos sumar a un proyecto de unidad?

Mi hipótesis es que la Coalición Nacional nació muerta, pero las respuestas concluyentes nos las dará el tiempo y la historia.

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