Recostado en el sillón del apartamento en el que vive en Estados Unidos, Axel Palacio Molina, de 15 años, parece perdido. Tiene la mirada fija en su pierna derecha, inmovilizada tras una herida recibida durante la Operación Limpieza, ejecutada por la Policía Orteguista, en Diriamba, Carazo, que dejó como resultado más de 35 asesinatos.

Después de una travesía de cuatro meses, Palacios se encuentra instalado en mejores condiciones que las que vivió en su viaje al exilio: hambre, indigencia en el largo camino bajo un potente sol entre miles que eran parte, como él, de una caravana de migrantes con rumbo a Estados Unidos.

El 29 de agosto de 2018 salió de Nicaragua, junto a su familia. Haber presenciado el asesinato de Josué Mójica García, de 18 años, en el barrio La Libertad, lo convirtió en un perseguido del régimen, tanto que llegaron a ponerle precio a su vida, y divulgarlo en redes sociales.

 “Me dieron un disparo en la tibia de la pierna derecha, aunque estaba herido intenté llevarme el cuerpo de ‘Fetito’ (apodo del asesinado) pero no pude. Cuando estaba en otra barricada pude ver como los paramilitares habían llegado al cuerpo de ‘Fetito’, lo golpeaban y bailaban sobre él, aunque ya estaba muerto, eso me dolió terriblemente”, relató Palacios.

Palacios fue rescatado por una misión religiosa de Estados Unidos que, al ver el estado de su herida en la pierna y conocer su historia, decidieron sacarlo, junto a su familia, de la caravana de migrantes a la que se habían unido, a inicios de octubre, en México.

En esta entrevista con La Lupa relata su motivación para involucrarse en las protestas, la crueldad de los paramilitares durante la Operación Limpieza, su periplo rumbo a Estados Unidos, hasta pender una orden de captura en su contra por haber participado en las protestas sociales en las que fue testigo del asesinato de otro joven a manos de paramilitares orteguistas.

¿Cómo decidís involucrarte en las protestas sociales antigubernamentales?

El 18 de abril cuando iniciaron las protestas por las reformas a la ley de la seguridad social, decidí protestar porque mi abuelita recibía su pensión con la que se ayuda, lo que le daban ya era poco como para que le siguieran quitando, entonces, me uní a los chavalos (del barrio) a protestar.

Apoyé las barricadas porque estaban matando a los chavalos solo por protestar, entonces, dejé la panadería donde trabajaba de lunes a viernes para apoyar a mi mamá, porque estudiaba los sábados mi cuarto año de secundaria.

Pero lo chistoso era que en las barricadas me corrían porque era muy chavalo, me decían que me fuera, que no estuviera ahí porque estaba muy pequeño, que debía pensar en mis estudios, pero ver a tantos muertos me daba más ganas de seguir apoyando para derrocar al dictador.

¿Qué sucedió durante la Operación Limpieza en Diriamba, Carazo?

Una noche antes del ocho de julio, del año pasado, a nosotros nos llegó el rumor que los paramilitares entrarían, pero no entraban, entonces a las doce de la medianoche agarramos para nuestras casas a descansar. Nos dormimos y como a las cinco de la madrugada escuchamos las primeras detonaciones.

Mi papá agarró su mortero y salió. Cuando intenté salir mi madre se negaba a dejarme ir, fue una discusión rápida, y ella se fue detrás de mi papá, entonces, también salí. Llegué hasta el reloj público de Diriamba y quedé atrapado en el fuego cruzado; los paramilitares nos tiraban balas y los chavalos tiraban los morteros.

Los chavalos me ayudaron a salir del fuego cruzado, pero los paramilitares nos seguían replegando a punta de bala, cuando llegamos al Barrio La Libertad, por el sector  de la “Cobacha”, ya iba junto a un compañero de lucha que le decían “Fetito”, se llamaba Josué Mojica, y ahí lo mataron.

En su agonía solo me decía ‘ma, ma, ma´, como si quisiera mandarle un mensaje a su mamá, pero no lograba decirme nada más.

¿Te hirieron durante la “Operación Limpieza”?

Sí. Recibí un disparo, me dieron en la tibia de mi pie derecho, aunque estaba herido intenté llevarme el cuerpo de “Fetito”, pero al mismo tiempo gritaba: “Ayuda, ayuda”, entonces, mis compañeros se regresaron a traerme, mi padre me separó del cuerpo de “Fetito” porque no lo quería dejar, me cargaron entre todos y me llevaron a la siguiente barricada, ahí me pusieron acostado en el piso para amarrarme una camisa en la pierna, desde ahí; en un agujero de la barricada, pude ver como los paramilitares ya habían llegado al cuerpo de ‘Fetito’, lo golpeaban y bailaban sobre él aunque ya estaba muerto, eso me dolió terriblemente.

¿Cómo es que logras salir vivo?

Todos empezamos a correr para el lado sur de Diriamba, buscando las quebradas porque ya no teníamos morteros, todos me llevaban arrastra porque yo no podía poner mi pie, grité e iba tirando mucha sangre durante todo el camino. Todos logramos escondernos cerca del Río Limón.

Cuando llegamos a un punto que creímos seguro me pusieron un trapo en la boca y me empezaron a raspar, me intentaron sacar los restos de la bala con una pinza. Durante cuatro días pasé con fiebres. Gracias a Dios conseguimos comida y medicinas, mi mamá nos mandaba con un señor que llegaba a caballo.

Luego de más de dos semanas de estar escondidos en el monte, mi madre logró comunicarse con defensores de derechos humanos y ellos nos ayudaron a salir de las montañas. Entre el 27 y 28 de julio nos sacaron en varios vehículos. En la Catedral (Managua) y ahí me dieron suero, me limpiaron la herida y me dijeron que tenía que atenderme rápido porque el impacto de bala me destrozó el hueso.

¿Cuándo decides exiliarte?

En la Catedral me reuní con mi familia, pasé como un mes escondido en casas de seguridad con todos ellos, pero nos enteramos que ya sabían dónde estábamos, entonces, decidimos irnos.

El 29 de agosto decidimos irnos a Costa Rica, pero en la frontera de Peñas Blancas nos dimos cuenta que estaba lleno de policías y paramilitares, entonces, tuvimos miedo de que nos identificaran, decidimos regresarnos a Managua y de ahí nos fuimos a la frontera con Honduras, desde donde iniciamos el viaje a Estados Unidos. Mi papá me tuvo que andar cargando porque no tenía muletas o silla de ruedas.

¿Cómo es que logras llegar a Estados Unidos?

Cuando cruzamos la frontera a Honduras mi madre solo llevaba U$260.00 que le había regalado un abogado. Solo eso tuvimos para sobrevivir hasta llegar a Guatemala. Tuvimos que pasar hambre, pedir dinero en las calles y teníamos mucho miedo por las maras.

En Honduras nos enteramos que saldría la primera caravana de migrantes, pero faltaban algunos días y no teníamos el dinero para esperar, entonces, decidimos avanzar por nuestra cuenta.

Mi familia y yo nos fuimos en buses hasta Guatemala, nos quedamos sin dinero y mi papá me tuvo que cargar todo el tiempo. Mi mamá me daba medicinas para calmar el dolor y la infección, pero no habíamos ido a un hospital por temor a que nos regresaran a Nicaragua.

Al ingresar a Guatemala logramos hablar con un alto directivo de migración de ese país e intentamos solicitar asilo, pero nos dijeron que solo nos lo podían dar por tres meses porque eran un país pequeño y con una economía débil, entonces, mi madre dijo que no podíamos aceptar y decidimos avanzar, pero ahí nos atendieron unos médicos, nos revisaron y el director de migración nos dio unas muletas, con eso empecé a caminar y dejé descansar a mi papá.

En Guatemala tuvimos que dormir en la terminal de buses, me dio fiebre y mi mamá me seguía dando medicinas. Pedimos dinero a la gente que iba para sus trabajos y logramos conseguir U$40.00 y con eso pudimos comer. Mi mamá llamó a Nicaragua y le pidió dinero a un pariente, nos mandaron U$80.00, con eso abordamos un bus que nos llevó a la frontera de Guatemala con México.

Cruzamos la frontera de Guatemala y México en una balsa, pero al llegar a Tapachula, México, tuvimos que volver a pedir dinero para comida.

Durante 4 días pedimos en las calles y dormimos en los parques de México. El cuarto día nos enteramos que viene la caravana de migrantes, de la que nos enteramos en Honduras, entonces, mis padres deciden que nos uniremos a ella. Éramos la única familia nicaragüense en la caravana de más de 7000 migrantes que deseaban llegar a Estados Unidos.

¿Cómo fue estar dentro de una caravana de migrantes?

Duro, muy duro. Me tocó pasar hambre, algunas veces cuando hacíamos largas filas para coger comida, pero cuando llegábamos ya no había, entonces teníamos que salir a pedir. En esa caravana nos tocó caminar unos 20 días, para llegar a la ciudad de México, donde nos refugiamos en el estadio de la capital.

Las largas caminadas me ocasionaron unas llagas en las axilas, porque me apoyaba en las muletas para caminar y me deshidraté durante varias ocasiones, pero la Cruz Roja nos ayudaba.

¿Te fuiste solo con muleta hasta la Ciudad de México?

No. En Tonala, México, el presidente municipal, que es como un alcalde, se enteró de mi caso y me dio una silla de ruedas, en la que seguimos el camino con más tranquilidad, cuando llegué a la Ciudad de México ya tenía esa silla de ruedas, eso me ayudó a sanar mis axilas, tenía unas popas de agua que dolían demasiado.

¿Qué pasó en la Ciudad de México?

Ahí nos asentamos con la caravana en un estadio, unos gringos de una iglesia llegaron a dar comida, ya estábamos como a mediados de octubre, creo que fue para el 22 de ese mes, y mi hermanita se les acercó a pedirles comida, ellos la vieron y le dijeron que dónde estaban sus padres, se acercaron a la carpa donde estábamos, andaban cámaras y uno de ellos andaba una camisa de Nicaragua, una de uno de los equipos de béisbol, entonces, se conmovieron al ver la bandera de Nicaragua y el estado de mi pierna. Estaba peor porque no había recibido tratamiento, solo el que mi madre me daba, desde entonces todo cambió para nosotros.

Los gringos nos ayudaron mucho, nos sacaron de la caravana y nos pagaron hotel, comida, ropa, zapatos y atención médica. En México ellos pagaron la primera operación de mi pierna, nos tramitaron papeles y nos pagaron el boleto de avión para que llegáramos a Tamaulipa, frontera de México con Estados Unidos.

¿Cuánto tiempo se quedaron en México?

Fueron como dos meses porque tuvimos que esperar que sanara mi pierna de la primera operación, para poder seguir el camino y entregarnos en la frontera de Estados Unidos.

¿Cuándo se entregan en la frontera de Estados Unidos?

Nos entregamos el tres de enero nos entregamos a migración de Estados Unidos, pero solo pasamos como dos días en centros de detención de migrantes porque los gringos nos pidieron, nos pusieron abogado y, actualmente, enfrentamos la corte para que nos entreguen el asilo.

¿Qué pasó cuando los dejaron libres para enfrentar el proceso de solicitud de asilo?

Los gringos nos llevaron a una iglesia, ahí nos dieron comida y, luego nos buscaron un lugar donde nos estamos quedando, nos pagaron médicos a mi mamá y a mí. Me pagaron la segunda operación de la pierna, esas operaciones me la hicieron el 10 de enero de este año.

¿Tuvo buenos resultados la operación? ¿Qué otras secuelas tenes por haber participado en las protestas?

La operación salió bien, me dijeron que me reconstruirían la parte de la tibia que resultó afectada, solo estuve hospitalizado durante 4 días y ahora uso una bota que me ayuda a caminar, pero todavía cojeo.

Los problemas que me dejó participar en la lucha, que no me arrepiento y estoy dispuesto a hacerlo otra vez, y ser víctima de la represión desmedida del Gobierno no solo fueron físicos, sino sicológicos.

Los médicos ahora me están tratando un problema que me ha ocasionado el estrés que me dejó el ataque en Diriamba, Carazo, y la travesía de migrante que viví por más de tres meses. El diagnóstico que me han dado es que los ventrículos del cerebro se me han agrandado, ese problema dicen que es de nacimiento, pero que se apresuró el crecimiento producto del estrés que he vivido y se me han llenado de líquido, esto me ha ocasionado vómitos y nauseas.

Hace poco me diagnosticaron diabetes tipo y fue un momento difícil para mí, me dijeron que está avanzada y me tengo que inyectar insulina cuatro veces al día. Los doctores me dicen que esa diabetes no es genética, creen que también es secuela de todo lo que he vivido por protestar contra el Gobierno. Además, tengo pesadillas. En mis sueños me vuelven a disparar y matan otra vez a Fetito, siempre me despierto gritando.

¿Cuáles son tus metas? ¿Deseas regresar a Nicaragua?

Amo Nicaragua y estoy dispuesto a luchar por mi país, mi anhelo es regresar a mi país, para seguir pidiendo justicia por mis hermanos nicaragüenses que han sido asesinados. Pero aquí, ahora, lo que necesito es el asilo porque en Nicaragua me espera es una orden de captura, en la que me acusan de terrorismo, golpe de estado y entorpecimiento de servicios públicos Entonces, quiero prepararme y terminar mis estudios en este país porque sé que no puedo regresar a Nicaragua, nunca pensé, cuando estaba en las barricadas, que pasaría esa masacre en mi pueblo, nunca había vivido algo similar.

Orden de captura contra Axel Palacios. Foto: Cortesía
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