Si el régimen orteguista se atreviera a realizar un acto por el 41 aniversario de la Revolución Popular Sandinista mientras el país se encuentra en una fase de transmisión comunitaria del nuevo coronavirus sería una forma de acelerar la pandemia, afirman especialistas de la Salud.

Daniel Ortega, que se ha resguardado durante la emergencia sanitaria en El Carmen, que funciona como su casa y despacho, tendría que exponerse. ¿Es posible? Hasta ahora no se conoce si realizarán o no estos actos que implican aglomeraciones, de hacerlo, los contagios se multiplicarían, aseguran los especialistas.

El salubrista Alejandro Lagos explica que convocar a un acto masivo sería una forma de acelerar la incidencia del coronavirus, es decir, de la curva exponencial. Aunque lo hagan en un espacio abierto, a como ha sido tradicionalmente, en la plaza La Fe, en el caso del 19 de julio, los partidarios no van a respetar el distanciamiento de por lo menos 1.5 metros, y aunque en vez de regalarles camisetas les den mascarillas, el riesgo de contaminación, de infectarse es casi de un cien por ciento, considera.

La semana pasada, durante su alocución de mediodía, la vocera del régimen, Rosario Murillo, coqueteó con la posibilidad de hacer una celebración diferente, y hasta utilizó los términos innovador y novedoso. Aseguró que alistan un plan para la celebración, pero no especificó en que consistía.

Las últimas dos conmemoraciones-2018 y2019- han sido una forma de medir fuerza contra la oposición, «de coraje, de batalla de lucha contra los golpistas», mostrando a una militancia que todavía apoya a la pareja presidencial, después del estallido social de 2018, que abrió más grietas en el FSLN, considera el epidemiólogo Álvaro Ramírez.

El médico cree que los Ortega-Murillo están reflexionando si es viable o no convocar a sus fanáticos para participar de estas actividades. Tanto Lagos como Ramírez valoran que es poco probable que se realicen.

Esto lo refuerzan por la huella que ha dejado el virus en sus mismas filas. La muerte de varios militantes sandinistas, reconocidos por su papel histórico, como Edén Pastora, o de otros que padecieron la sintomatología, son factores, según Ramírez, que permiten una valoración antes de exponer a sus cuadros a más contagios.

“El darse cuenta de la realidad del peligro que representa el coronavirus los va a hacer pensar dos veces la decisión de llamar a la población sin estar ellos presentes”, expreso Ramírez, y si lo hacen, sería un acto de completa irresponsabilidad particularmente, para sus militantes.

Esto provocaría las mismas consecuencias de las aglomeraciones que han facilitado las actividades que ellos alentaron en los meses de marzo y abril, facilitando más contagios, y por ende, una más rápida multiplicación de casos de COVID-19, la cual fue evidente en mayo.

La diferencia de los meses anteriores con la actual situación de la epidemia en el país, es que ahora hay un mayor grado de circulación comunitaria del virus. Por ende, si se hacen estos actos, se esperarían brotes en julio o agosto, y sería más fuerte dentro de su misma militancia, explicó el epidemiólogo Ramírez.

Por su parte, Lagos asegura que serían fuente de contagios, y que en dependencia de la dimensión geográfica que ocupen las celebraciones, si se hacen solo en departamentos, o bien, la convocatoria es nacional, se podría medir el impacto. Si hacen que la gente se movilice a la plaza La Fe, los participantes “vienen a traer su dosis de coronavirus”, expresa.

El salubrista apuesta porque el gobierno se decidirá por utilizar la maquinaria de medios de comunicación que tienen a su alcance para hacer una cadena nacional y enviar su mensaje.

Ortega, el ausente

Estas dos celebraciones implicarían la presencia física de Daniel Ortega y Rosario Murillo, quienes no han aparecido ni siquiera para despedir al diputado Jacinto Suárez, quien falleció el pasado dos de abril. Suárez era muy cercano a Ortega, incluso compartieron la cárcel bajo la dictadura somocista, por lo que se creía que lo motivaría a salir de El Carmen, pero no fue así.

Ortega ha estado intermitente durante toda la pandemia de COVID-19. No se le vió por 34 días, y luego, apareció el 15 de abril sin ninguna estrategia para enfrentar la emergencia sanitaria. Sus intervenciones han sido esporádicas y poco consecuentes con el momento crítico que atraviesa Nicaragua. Analistas han mencionado que la pareja presidencial mantiene una cuarentena por el nuevo coronavirus, y realizar una actividad masiva, implica ponerse en riesgo. 

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