Otro femicida prófugo en Nueva Guinea

Ana María Ortega García, una joven de apenas 25 años, se convirtió en la víctima número 29 de femicidio en lo que va del año en Nicaragua, una muestra más de la violencia machista que azota al país.
Su cuerpo fue hallado sin vida el 20 de julio de 2025 en una vivienda ubicada en la Colonia Los Laureles en Nueva Guinea, con evidentes señales de violencia física.
Según el dictamen del forense, la joven había muerto al menos 24 horas antes del hallazgo, lo que indica que el femicidio ocurrió probablemente el sábado por la mañana o en la madrugada.
Las primeras investigaciones apuntan directamente a su expareja, Elvin José Fajardo, de 38 años, como el principal sospechoso del brutal asesinato.
De acuerdo con declaraciones de los familiares de Ana María, Fajardo y ella habían mantenido una relación “conflictiva” por años.
Se separaron en múltiples ocasiones debido a episodios de maltrato y violencia, sin embargo, hace poco tiempo él volvió a buscarla con aparentes intenciones de reconciliación.
Nadie imaginó que ese reencuentro sería la antesala de su muerte.
Según medios oficialistas, una tía del sospechoso fue quien alertó a la familia de Ana María luego que confesara haber cometido el crimen. Al acudir a la vivienda encontraron a la joven sin signos vitales, con múltiples golpes y aparentemente asfixiada con una cobija.
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Elvin José Fajardo se encuentra prófugo hasta el momento. La Policía Nacional, como en casos anteriores, no ha emitido ninguna declaración sobre este nuevo hecho de violencia machista. ni ha reportado capturas.
Este caso se suma a una alarmante ola de femicidios en Nicaragua. Según un conteo de La Lupa, Ana María Ortega es la víctima número 29 de femicidio en lo que va del año 2025.
La cifra refleja un aumento preocupante en los niveles de violencia contra la mujer en el país, mientras las acciones estatales siguen siendo percibidas como insuficientes por organizaciones feministas y defensoras de derechos humanos, quienes ha lanzado una alerta roja por la situación.
En la mayoría de los casos, los femicidas son personas cercanas a las víctimas como parejas, exparejas, familiares o conocidos. Este patrón se repite en la historia de Ana María, quien, pese a haber intentado romper el ciclo de violencia, fue asesinada por alguien en quien una vez confió.
A nivel institucional, Nicaragua cuenta con la Ley 779, una normativa integral contra la violencia hacia las mujeres aprobada en 2012. Sin embargo, en la práctica, su implementación ha sido débil y, en algunos casos, restringida por reformas que permiten mediación y es utilizada como arma ante la crisis política del país.
Este nuevo caso se suma a varios casos de violencia machista que golpea al país.
Las autoridades policiales del municipio de Telica, en el departamento de León, se encuentran tras la pista de un hombre identificado como Aldo José Vargas, de 26 años de edad, señalado de intentar asesinar a su pareja en un violento ataque machista que ocurrió en la comunidad de San Jacinto.
Según el testimonio de la víctima, una joven de 22 años con iniciales M.T.M.D., el agresor llegó a su vivienda para invitarla a dar un paseo en una camioneta, como solían hacer por ser pareja sentimental.
Durante el trayecto, Vargas se desvió hacia una huerta donde detuvo el vehículo y obligó a la joven a bajarse. En ese momento, le exigió que desbloqueara su teléfono celular para revisar sus conversaciones, en un claro intento de ejercer control sobre ella.
Ante la negativa de la joven, el sujeto reaccionó con extrema violencia, es decir, la golpeó y luego sacó botellas con combustible que llevaba en la camioneta, la roció con gasolina y sacó un encendedor con la intención de prenderle fuego.
Afortunadamente, la víctima logró forcejear con él, provocando que el encendedor cayera al suelo. Al no encontrarlo, Vargas desistió momentáneamente de su intento.
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Posteriormente, la subió de nuevo al vehículo usando la fuerza y la llevó a su casa, donde continuó agrediéndola.
Mientras tanto, los familiares de la joven, preocupados por su desaparición, iniciaron su búsqueda y lograron localizarla tras escuchar sus gritos de auxilio desde el interior de la vivienda del agresor.
Aldo José Vargas, conocido en la zona por participar en peleas de gallos, huyó del lugar tras ser descubierto.
El caso concuerda con la definición de un femicidio frustrado que no es más que un intento de asesinato de una mujer por razones de género en el que el agresor realiza todos los actos necesarios para consumar el homicidio, pero la muerte de la mujer no ocurre por circunstancias ajenas a su voluntad.
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Este hecho causó indignación en la comunidad, donde se exige justicia para la víctima y una respuesta contundente de las autoridades. Las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres han reiterado que este tipo de violencia no es un hecho aislado, sino parte de un patrón sistemático de control y agresión hacia las mujeres, denunciando que los femicidios frustrados crecen en la sombra.