Que Nicaragua esté en los primeros tres lugares de la tasa de embarazos en adolescentes de América Latina, que cada vez sean más los hogares monomarentales, que la informalidad laboral tenga rostro femenino, que las tías, abuelas, primas, sobrinas y vecinas sean las que acuerpen a otras mujeres en el cuido de los hijos e hijas es una pincelada de la realidad que las madres del país enfrentan cada día.

Ser madre es una función que se realiza «en precariedad». La socióloga María Teresa Blandón, explica que la inexistencia de políticas públicas en apoyo en el trabajo de los cuidados, hace que esa carga recaiga en la mujer.

«Por ejemplo, no tenemos centros de atención a menores gratuitos y adaptados a los horarios de trabajo. No tenemos políticas laborales que contemplen horarios particulares para las madres lactantes de tal manera que muchas de ellas que trabajan en la zona franca tienen que dejar de darle el pecho a su criatura. No tenemos políticas especiales de transferencia de recursos o de apoyo a las mujeres que se dedican en mayor parte de su tiempo a cuidar a las criaturas. Hay muchas dificultades para que en nombre de sus hijas e hijos menores de edad puedan gestionar con agilidad las pensiones de alimentos, es decir ahí tenemos un rosario de problemas», enfatiza Blandón.

Zoraida Tórrez, enfermera de profesión con más de 35 años de trabajar en el departamento de educación sexual y reproductiva del Colectivo de Mujeres de Matagalpa, coincide con Blandón en el caso de las demandas de pensión de alimentos, porque desde la organización que trabajaba -antes de ser cancelada la personería jurídica- daban acompañamiento y seguimiento del cumplimiento de la sentencia a ese tipo de casos y las mujeres de menos recursos económicos. En la actualidad muchas de ellas han desistido del proceso porque aseguran que «no les hacen caso» en las instancias correspondientes.

Los mismos datos sostienen que maternan en soledad. El 75.75% de las mujeres jefas de hogar, se encuentran solas, ya sea por separación, divorcio, viudas o solteras. En cambio el 90.7% de los hombres jefes de hogares estaban acompañados o con cónyuge, recoge la encuesta de Hogares para Medir la pobreza en Nicaragua en 2017, publicada por la Fundación Internacional para el Desafío Económico (Fideg).

Entre más jóvenes son las madres menos posibilidad tienen de retornar a sus labores. Ilustración: La Lupa

El informe sugiere «que en la mayoría de los casos la jefatura del hogar femenina no debe interpretarse como un avance en términos de equidad de género». Aunque en Nicaragua las familias de la madre sirven de apoyo en los cuidos del hijo o hija, lo cierto es que las mujeres no logran conciliar entre ser madre, profesional y ama de casa. Además de las condiciones económicas intervienen los patrones tradicionales de la crianza, que enfrascan a la mujer a que sea madre todo el tiempo.

Entre más pequeño sea el hijo o hija, menos alternativas laborales tiene la mujer, por lo que tiende a insertarse en el mercado laboral hasta después de los 30 años de edad, cuando el hijo o hija haya alcanzado cierta edad. Fenómeno que no ocurre con los hombres en esos rangos de edad, detalla el estudio «Efectos de la Maternidad en la Inserción Laboral de las Mujeres en Nicaragua», publicado por Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).

«Por cada niño menor de 7 años en el hogar, la probabilidad de que las mujeres participen en la fuerza laboral se reduce en 2.6 % en el área urbana, pero no en el área rural. En el caso de los hombres, no se encontró alguna asociación entre la presencia de menores de 7 años y la participación en la fuerza laboral», recoge el estudio de Funides.

Ese mismo estudio refleja que las mujeres que dejan de laborar en ese lapso de tiempo en el mercado formal, en más del 50% de los casos se dedica a labores domésticas y cuido del hijo o hija, y cuando retornan a las labores se colocan en mercados informales, sector primario para combinar los cuidados con ingresos económicos, lo cual sitúa laboralmente a la madre en un reglón de desventaja porque no tienen Seguridad Social y no accede a otros derechos básicos.

Entre más pobres, más sufren

Blandón dice que como en toda sociedad hay «distintas formas de familias» pero el punto de inflexión ocurre cuando las familias viven en condiciones de pobreza, que requieren de una política pública que atienda las necesidades de esa familia.

«Aquí no tenemos esas políticas. Tenemos una ley del Código de la Familia que en realidad no establece responsabilidades de parte del Estado, un Código, que en realidad deja toda la responsabilidad en mano de los padres, las madres y los otros miembros de la familia. Eso es grave, porque es un país donde tenemos tales niveles de pobreza, que cada vez resulta más difícil solucionar las necesidades a lo interno de la familia, sabemos que las mujeres cargan ese peso muy grande», agrega Blandón.

Hasta marzo de 2020, en una nota publicada en el medio oficialista El 19 Digital registra que a nivel nacional existían 266 Centros de Desarrollo Infantil (CDI), que atiende 14,851 niños y niñas de 1 a 5 años. Esa cantidad de niños y niñas que asisten a esos centros representa alrededor del 2% de la población nacional entre esas edades, quedando un significativo porcentaje fuera de esos centros vitales para la conciliación de las madres.

Los horarios de los Centros de Desarrollo Infantil no corresponden con las jornadas laborales de las mujeres trabajadoras, siendo una de las razones por las que no hacen uso. Ilustración: La Lupa

Tórrez nos relata a lo que se enfrentan las mujeres «estamos buscando quien nos cuide a nuestros hijos. Tenemos unos trabajos con unas jornadas laborales de más de 12 horas, regresamos cansadísimas que a veces ni los vemos, ni le damos seguimiento a los hijos y las hijas».

Las madres se enfrentan a ser discriminadas desde el momento que piden permisos cuando sus hijos se enferman. Tórrez asegura que muchas son «amonestadas», por situaciones como esas.

«Te dicen esto es lo que hay. No te inscriben en la Seguridad Social. Esta el gran porcentaje que dicen que no están inscrita, menos mal que hay mujeres que tienen una mamá, una abuela, tía, hermana que les solucionan y de lo poco que ganan le dan a esa tía para que le cuiden a sus hijos para sentirse un poco tranquila que sus hijos están seguros», agrega.

La maternidad que promueve la dictadura

Esa política familiar que «idealiza» la dictadura se marca desde que penalizó la práctica del aborto terapéutico en 2006. El hecho de no tener la libertad de decidir en que si quieren ser o no madre, se va marcando una línea clara que «tienen que parir», no importando las circunstancias en las que se llevo a cabo la fecundación.

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Es alarmante, que entre 2015 y 2019, el 24.55% del total de las embarazadas comprendieran entre las edades 14 a 19 años, según el Compendio de Estadísticas Vitales del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (INIDE). Ese margen puede ser mayor, porque existen muchos casos no registrados, apuntan educadoras comunitarias.

Tórrez, sostiene que es preocupante que no haya una reducción significativa en los embarazos precoces y lo relaciona a que las adolescentes tienen información de los métodos anticonceptivos, pero no tienen acceso a ellos. El «temor de ser juzgadas» influye en las jóvenes al momento de buscar ayuda.

«Es triste cuando vos te encontrás con una chavala de 13 años embarazada. Y vos le preguntas ¿estás contenta de estar embaraza?, y te contesta: Sí, porque yo quería ser mamá. De dónde sale eso, de lo que aprendes desde afuera, de esta sociedad que no tiene conciencia, de la religión. Le doy su cuota de responsabilidad, en decir: soy madre, voy a ser madre, no hay nada mejor que ser madre. Del que no es madre, no es realizada como mujer. Hay muchos factores que tienen que ver con la relación de educación», resalta Tórrez.

Ante esto se suma la inoperancia del Estado frente a los casos de abusos a menores de edad. Una realidad palpable es que las niñas embarazadas acuden a las casas maternas y sus casos no son investigados.

Escucha:  La realidad que enfrentan las mujeres en una Nicaragua desigual.

En 2005 en Nicaragua existían 50 casas maternas, ya en 2020 alcanzan las 178 casas maternas, la inauguración de un promedio de 11 casas por año, si bien existe reducción de muertes maternas, no atiende el problema de fondo que es la maternidad en las niñas y adolescentes.

«Hacen casas maternas, por aquí por allá, y allí llegan chavalas con 12, 13 y 14 años a parir porque ahí las mandan para que no se mueran, porque ahí tienen un parto cuidado. Lo lógico es que esa niña ha sido abusada, al Estado le corresponde investigar, qué ha pasado con esa niña. Si eso fuera así, otro gallo nos cantara. Ya no estuvieran pasando estas cosas en contra de las jóvenes», resiente Tórrez.

La maternidad temprana repercute en tener menor nivel educativo, que limita las oportunidades labores formales, vivir con una gran carga de trabajo doméstico no remunerado e incluso a ganar 24% menos que las mujeres que fueron madres en edad adulta, detalla el informe Consecuencias Socioeconómicas del Embarazo en la Adolescencia América Latina y El Caribe en Seis Países de América Latina y El Caribe.

Blandón considera que no existen muchos cambios sobre la percepción de la maternidad, pues se mantienen discursos muy conservadores y opresivos como: «las madres dejan de ser mujeres cuando tienen un hijos»; «el dedicar cuerpo y alma al cuido y dejar toda aspiración fuera de ello»; «para ser mujer realizada tenés que tener un hijo», existen sanciones fuertes para las mujeres que no quieren tener hijos e innumerables señalamientos. Mientras que para el hombres no se les pide que renuncien a nada por la paternidad, dejando en evidencia una clara desigualdad.

Además, agrega que para generar un cambio en esa mentalidad sobre la responsabilidad de la maternidad es un proceso de largo plazo. Reflexionar y escuchar a las mujeres sobres la experiencias propias de ser madre en las condiciones que les ha tocado, rompe los esquemas patriarcales que se han repetido en la maternidad.

Feminismo y la maternidad

Desde los espacios feministas, Tórrez sostiene que existe una línea de trabajo para las mujeres que desean ejercer la maternidad lo hagan desde una perspectiva de sujeta de derecho y no desde una imposición patriarcal.

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«Las mujeres somos mujeres y después si queremos ser madre seremos madres. Trabajamos ese derecho a decidir. A las feministas se le ve como que son unas machorras, son unas mujeres que no tienen hijos, no son católicas, nos encasillan. Y no es así, yo también tengo mis hijos, tengo mi compañero, pero también tengo mis derechos, no me quiero dejar mandar por un hombre machista que me diga lo que tengo que hacer. De eso se trata de decidir si quiero o no quiero ser madre», reflexiona Tórrez.

Autoestima, derechos de género, de la niñez, salud sexual y reproductiva, violencia machista son los ejes de trabajo del movimiento feminista entorno a la maternidad, esto lo hacen a través de talleres, obras de teatro y radio. Estas campañas de conciencización las hacen desde sus espacios, pues en fechas conmemorativa como el 30 de mayo, Día de las Madres en Nicaragua las campañas publicitarias comerciales y medios tradicionales se basan en «idealizar el sacrificio» .

«No se detienen a pensar que la maternidad esta atravesada por muchos mandatos, por la  violencia sexual, racismos, por la misoginia, por distintos sistema de poder que hacen que la experiencia de miles de mujeres que son madres a veces sea traumáticas, muchas veces dura. Este tema de no problematizar el embarazo y la maternidad en niñas  y adolescente es claramente una violación de derechos humanos», refiere Blandón.

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