Para Azucena Rosales lo más difícil de tener a un hijo con discapacidad es enfrentarse a la discriminación y violencia de la gente. Desde maestros y maestras, compañeros y compañeras de clases, personas desconocidas e incluso miembros de su propia familia. La intolerancia contra las personas con discapacidad “ha sido su mayor dolor como madre”.

Si bien ser madre de un hijo con discapacidad mental es difícil por todos los esfuerzos físicos, emocionales y mentales que implican sus cuidados, nada se compara con ver a su hijo siendo excluido, maltratado o humillado por personas que lo juzgan y segregan, sostiene.

“Lo más difícil para mí ha sido que él sea aceptado como es. Me da tristeza saber que él no sale a la calle porque los demás vecinitos lo molestan. Saber que hay gente que lo puede lastimar solo porque tiene una discapacidad. Ese ha sido mi mayor dolor”, expresa Azucena de 58 años.

Los centros escolares han sido uno de los principales espacios donde Azucena ha tenido que luchar para que Guillermo, su hijo, pueda recibir una educación sin maltrato y con la atención que requiere.

Guillermo o «memo» como le dicen de cariño en su familia, tiene una discapacidad intelectual moderada, lo que significa que necesita atenciones especiales, pero tiene un considerable grado de autonomía e independencia.

Así que Azucena siempre quiso que su hijo fuese incluido en las actividades en las que él podía participar de acuerdo a sus habilidades, como la educación primaria.

Aunque en el colegio privado donde Guillermo estudió la primaria tuvo completo apoyo por parte de las maestras y la directora, sus compañeros y compañeras de clases se burlaban de él por ser mayor, ya que tenía 14 años. También se burlaban por la manera en que él se expresaba y se relacionaba con los demás niños y niñas.

«Desde que él iba a la escuela los demás niños se burlaban de él porque no hablaba como ellos, porque no entendía a los profesores tan rápido como ellos o porque no miraban que se comportaba como ellos. Eso me molestaba», dice Azucena.

Con todos los esfuerzos posibles, dedicación, tiempo y apoyo por parte de las maestras, vecinas y mujeres de su familia, Azucena logró que Guillermo terminara la secundaria a los 19 años y lograra su promoción de sexto grado, que a él le hacía tanta ilusión.

“Yo siempre traté que él tuviera una vida normal como cualquier otra persona, creciera a su tiempo y desarrollara su independencia, que fue demasiado difícil para mí porque significó muchos esfuerzos que hice sola, ya que su papá solo estuvo presente en lo económico”, señala la mamá.

Foto: Azucena Rosales con su hijo Luis Guillermo. Cortesía.

Maltrato es común en la historia de Guillermo

Con la primaria terminada, Azucena quiso que Guillermo siguiera estudiando y adquiriera habilidades para la vida, así que lo metió a una clase de computación. Sin embargo, el profesor que impartía clases insultaba a su hijo por no llevar el ritmo de aprendizaje como las demás personas.

“Le decía que era estúpido, que era un bruto, que no sabía nada”, cuenta Azucena, a pesar que ella explicaba la condición de su hijo en todas las instituciones educativas a las que asistía.

Al darse cuenta del maltrato, lo sacó inmediatamente de ese lugar. Tiempo después lo llevó a Los Pipitos, donde recibió atención y clases especializadas para él durante cinco años. Sin embargo, en una sesión de clases Guillermo recibió maltrato por parte de una educadora, así que también lo sacó del lugar, indica.

“Esperaba que la experiencia de Guillermo fuera diferente en ese lugar, pero con esa maestra no fue así. Él no maneja ese tipo de experiencia como cualquier otra persona porque él es como un niño, así que se queda con eso y no lo olvida”, dice la mamá.

“Las personas no entienden que es un hombre, pero con la mente de un niño”

Para Azucena, ser mamá de Guillermo significa defenderlo constantemente y estar siempre pendiente de que a su hijo no lo violenten, no lo insulten y no lo traten mal por simplemente existir.

Pero también significa estar explicando constantemente su discapacidad a otras mamás que no comprenden o no creen que Guillermo de ahora 35 años, en realidad tiene la mente de un niño de 10, y por tanto, busca relacionarse con niños y niñas de esa edad para hacer una amistad y jugar.

En una ocasión, Guillermo fue amenazado con ser denunciado por platicar con un niño de 12, desde entonces, Azucena limita las interacciones de su hijo con menores de edad.

“Una señora lo amenazó con echarlo preso por acosar a su hijo porque Guillermo hablaba con él. Tuve que ir a rogarle que no lo hiciera porque no conocía a Guillermo. Tuve que buscar a un especialista para que me diera un documento que bajo estudios sostuviera que él mentalmente tiene 10 años”, explica Azucena.

Esto también causa problemas con Guillermo que no entiende por qué no puede tener amigos y amigos, que según él, tienen su misma edad.

“Él no tiene maldad, pero es difícil estarle diciendo que no se acerque a esos niños. «Pero si yo no les hago nada, solo platico con ellos», me dice. «Sí, pero las personas grandes no lo entienden», le digo”, expresa la mamá.

Ahora uno de los mayores temores de Azucena es que echen preso a Guillermo por un malentendido y ella no esté para defenderlo, ya que las autoridades pueden tampoco creer en la discapacidad de Guillermo y lastimarlo. 

“Le digo a mi hijo que no se acerque a otros niños porque si llega la policía y no llego a tiempo a explicar su discapacidad, ya se lo llevaron a la cárcel y lo pueden lastimar”, explica.

Según ella, su hijo es como cualquier otro niño. Sus programas favoritos son Rebelde y Carrusel y le gusta jugar en su celular, pero las personas no lo comprenden.

“Me siento orgullosa de mi hijo porque es una gran persona”

A pesar de los obstáculos que ha tenido que enfrentar Azucena para sacar adelante a Guillermo, según ella lo volvería a hacer nuevamente. Dice estar orgullosa por haber criado a su hijo como una persona independiente, incluso mucho más que los hombres de su edad, señala.

Sin embargo, significó mucho trabajo de su parte, ya que de parte del papá de Guillermo solo contó con apoyo económico. Las enseñanzas de la escuela, las visitas al médico, los constantes sacrificios y las situaciones en las que se ha enfrentado para defender a su hijo, le tocaron a ella.

“Si me llamaban del médico yo salía corriendo de mi trabajo y él papá me decía «ahí me avisas qué te dicen». Estuvo en lo económico, pero como yo hubiera querido”, aclara.

Que Guillermo fuera su primer hijo también significó un reto mayor para ella, puesto que era la primera vez que tenía a alguien a su cargo, tenía desconocimientos y también tenía muchas ilusiones.

“A veces como madre es difícil aceptar que una tiene un hijo con discapacidad y más cuando es tu primer hijo. Haces tantos planes para ese niño porque esperás verlo crecer, convertirse en un profesional. Mi hijo es una persona de bien, tiene valores y es muy educado, pero cuando te das cuenta que hay un problema, no es fácil”, expresa.

No obstante, aclara que no se siente frustrada como madre, se siente feliz de tener a su hijo y agradece cada día tenerlo en su vida. “Me siento orgullosa de Guillermo y siento que no le fallé como madre”, declara.

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