Hoy es 18, estoy encerrado en una habitación de 2×4 metros durante la cuarentena en España, leyendo los tweets y estados de whatsapp que publican sobre abril en Nicaragua y escuchando en mi cabeza balazos y gritos; escribo esto estando de rodillas porque acostado y sentado me cuesta mantener mi ritmo respiratorio y mientras me dispongo a contarles uno de mis relatos más exactos del 2018 no puedo dejar de pensar en dos personas, mi querida amiga Valentina Gutiérrez (q.e.p.d) y “Anónima” a quien siempre tengo en mi corazón; siento que a ellas dos les debo todo lo que no pude hacer en Nicaragua y me arrepiento cada segundo de haber huido y  preservar mi vida. Pero bueno, aquí vamos:

El 19 de abril del año 2018, me levanté como siempre lo hacía pero sabía que era un día distinto, me alisté y me dirigí al Centro de Salud de Villa Libertad, donde estaba realizando la rotación de APS(Atención Primaria en Salud) de cuarto año de medicina; todos en el centro mirábamos videos y noticias en vivo de lo que estaba pasando y lo que paso el día anterior. Si de algo estábamos seguros es que no podíamos quedarnos sin hacer nada y a pesar de seguir nuestra rutina estipulada, entre uno que otro momento platicábamos del contexto y la indignación era común. Posteriormente nos dijeron que no había que dirigirnos al recinto universitario y al ver las noticias mi corazón se engrandeció: ¡La UNAN se rebeló!

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Cada quien se dirigió a sus casas, esa noche yo tenía turno en el hospital Alemán Nicaragüense junto a mi mejor amigo, quien en la tarde me comentaba el caos que se desató en el hospital por los chavalos heridos. Tenía un deber estudiantil, pero en casa me preparaba para otro tipo de responsabilidad, aún recuerdo que mi mamá me dijo: “¿ya te vas? Si es muy temprano para el turno” y solo asentí, le pedí la bendición y me fui; junto a mis amigas de años superiores y de enfermería nos pusimos de acuerdo y fuimos a la UPOLI, donde las chavalas y los chavalos estaban protestando desde tempranas horas, nos identificamos como estudiantes de medicina y fuimos a hablar con nuestros homólogos de otras universidades para organizarnos y establecer sitios de atención.

Nos colocamos en dos sitios estratégicos, el primero era cerca del portón que está próximo al monumento a Rafaela Herrera y el segundo era más cerca del portón próximo al RUPAP; para las 5 y media de la tarde había mucha tensión y el silencio era demasiado ensordecedor, cuando la noche empezó a caer los antimotines reiniciaron su ataque para las personas manifestantes, aun eran gases y balas de goma y sentíamos que nuestra capacidad de ayuda aún era suficiente.

Luego avanzaron y se acercaron más a los puestos, a mis compañeras y a mí nos pidieron replegarnos y nos dirigimos hacia el portón del recinto, donde observamos ya estaba abierto e ingresamos a las instalaciones de la universidad; cruzamos un puente e ingresamos a un salón de clases, éramos un grupo de chavalas y chavalos que fundamos el primer puesto de atención de la UPOLI aquel 19 de abril, no habían partidos políticos, ni intereses económicos o de fama, simplemente queríamos ayudar a quienes estaban protestando. De repente, un “en vivo” de un medio de comunicación, ingresan a las instalaciones y graban la forma improvisada en que estábamos atendiendo, con lo poco que teníamos a mano; durante un momento de pánico –y confieso hoy, temblando como gelatina- alcé mi voz e hice un llamado a la calma a quienes estábamos ahí y no me daba cuenta que las cámaras me enfocaban, ese fue el punto de no retorno.

Más adentrada la noche, mis amigas llegaron donde yo me encontraban y me hicieron salir del recinto para ir a un lugar seguro, ellas fueron mis ángeles de la guarda –si están leyendo esto, las quiero y admiro  mucho- porque justo en ese momento iniciaron las balas de plomo y todos sabemos lo que sucedió en esa noche, el asesinato del joven Darwin Urbina a manos de las fuerzas policiales adeptas al dictador Ortega. Nos ocultamos en un sitio seguro y solamente podía ver mi rostro en todos los estados y publicaciones de Facebook de mis conocidos, mi maestra, mis padres y mi mejor amigo llamándome sin cesar y yo intentando asimilar lo que había presenciado; ahí terminó mi 19, pero mi abril estaba a punto de iniciar.

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El 19 de abril representa para mí un antes y un después en mi vida, de forma integral, ahora estoy exiliado, perdí mi carrera y en general mi vida, estoy viviendo del día a día, atormentado por el recuerdo y las emociones pero definitivamente sin arrepentimientos, porque si mi papel en esta insurrección fue ayudar a las personas con mis pocos conocimientos, lo volvería a hacer una y otra vez, no importa cuál sea el resultado.

Sí, lo hicimos por Nicaragua; pero principalmente por las y los nicaragüenses.

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