Con 14 años, el hermano de Karen Monserrat Blandón presenció su femicidio. Era la mañana del 5 de julio de 2022 en el barrio Carlos Fonseca, cuando su hermana mayor, con una bebé de seis meses en brazos, entró a la casa que alquilaba. Venía de hacer un mandado, según el relato de los vecinos.

No habían pasado ni cinco minutos cuando miró a su hermana siendo disparada en el cuello. La joven cayó al suelo junto con su bebé, y él jovencito salió corriendo a la calle para pedir ayuda. La menor de seis meses quedó huérfana, y el adolescente de 14 años quedó sin hermana y como testigo presencial de un crimen atroz.

Lee: #Falso | Las mentiras de las cartillas lanzadas por el régimen Ortega-Murillo

Hoy la familia pide justicia y que se castigue con la pena máxima a Caleb Rocha, femicida de Blandón; aunque eso no borra el crimen que cometió.

Cuando un femicida mata, no solo asesina a la mujer, sino que también desintegra a toda una familia, señala “Julia”, psicóloga y activista por los derechos de la niñez. “El femicidio va más allá de la desaparición física de la madre. Lo que realmente sufre la familia es una desarticulación completa”, expresa.

Desde 2014 hasta 2021 han quedado 690 niñas, niños y adolescentes huérfanos producto de femicidios, según los registros de la organicación feminista Católicas por el Derecho a Decidir. La cifra con los años va en aumento, pero actualmente no hay ninguna política pública que los involucre a ellos y ellas.

Menores de edad mayores afectados

Los mayores afectados por el femicidio son los menores de edad, especialmente las y los hijos, quienes también suelen ser testigos del hecho. Julia indica que los menores tienen que cargar con la orfandad por el resto de sus vidas, ya que la madre fue asesinada, y el padre se suicidó, quedó preso o huyó después de cometer el delito, cuando el femicidio es cometido por la pareja, como en la mayoría de los casos registrados.

Esto implica que núcleo central de las y los hijos se desestructuró, así que otros miembros de la familia se tienen que hacer cargo, siendo en la mayoría de las ocasiones las abuelas maternas; y en el caso que sean varios hijos/as, son repartidos y repartidas entre las tías, tíos y otros familiares, debido a que no pueden asumir el costo económico de todos ellos.

También: Cartillas lanzadas por el régimen «no sirven para prevenir femicidios»

Esto les deja secuelas por dos partes, señala Julia, por un lado queda el trauma psicológico, y por otro, las dificultades socioeconómicas que van a enfrentar. El trauma psicológico se manifiesta en duelos que muchas veces no van a poder sanar, ya que muy pocas veces los menores pueden recibir el acompañamiento terapéutico adecuado; también se muestra en problemas de conductas en la escuela y su entorno.

“La violencia sin el femicidio ya deja muchas secuelas traumáticas en los menores. Muchas veces reproducen la violencia, se vuelven reactivos. Otras veces las niñas normalizan y naturalizan que así van a vivir ella y que así son las relaciones de pareja; el niño aprende temprano que debe ejercer violencia contra la persona con la que se junte cuando sea más grande”, explica la psicóloga.

Los menores pueden tener pesadillas, trastornos del sueño, cambios en la conducta alimentaria, e incluso autolesiones o intentos de suicidio, situaciones que no se han estudiado a profundidad, pero que son comunes, señala.

“Un duelo para un niño o una niña es terrible, porque no saben cómo manejar ese dolor, esa rabia, el enojo y todas las emociones que implican haber perdido a la madre y al padre. Afecta en todos los aspectos de su vida”, manifiesta Julia.

Si el niño o la niña presenció el femicidio la secuela traumática es mayor, ya que la imagen queda grabada en sus recuerdos y puede desarrollar problemas de culpa.

“Una vez un niño me decía “es que me siento culpable porque no pude hacer nada, no la pude defender, no pude detener a mi papá”. Esa situación la va a cargar ese niño quién sabe por cuánto tiempo. Durante muchos años eso no lo va olvidar”, relata la psicóloga uno de los casos que atendió.

Estigmatización, la secuela de ser huérfano/a

Mientras que en las situaciones sociales se encuentra la deserción escolar, ya sea por los problemas de conducta, las dificultades económicas o la estigmatización que realizan tanto el personal docente como los compañeros y compañeras de clases.

Lee: “Continúo en búsqueda de justicia”, dice María José Da Costa, madre de joven brasileña asesinada por paramilitar

La activista indica que muy pocos colegios y muy pocos maestros brindan una atención especial a las niñas, niños y adolescentes que son huérfanos de femicidio, así que en la mayoría de los casos estos menores tienen fracasos académicos y problemas de aprendizaje, lo que posteriormente les afectará en un futuro.

“En la mayoría de los casos se les descalifica y estigmatiza como “el hijo de la muerta de la asesinada” o “de la difunta”. Todas esas cosas lesionan a las niñas y a los niños sus derechos humanos y en su integridad como seres humanos”, señala.

Esta situación se agrava cuando la opinión pública responsabiliza de su propia muerte a la madre víctima de femicidio con comentarios como “ella se lo buscó”.

Hay una total ausencia estatal

El Estado lejos de ayudar, revictimiza a los menores en las investigaciones policiales posterior al femicidio, y luego desaparece por completo, dejándolos desamparados. Según Julia, si bien en las instituciones del Ministerio de la Familia hay psicólogas, estas no tienen enfoques de derechos humanos, ni de género; y en el caso de las Comisarías de la Mujer y la Niñez únicamente tienen investigadores policiales, no un personal interdisciplinario capacitado para atender ese tipo de situaciones.

“El Gobierno cerró las Comisarías que tenían un personal interdisciplinario hace mucho tiempo. Antes por lo menos tenían un personal un poco más capacitado por nosotras las organizaciones, cabe destacar. ¿Quién le hace la entrevista a los niños y a la familia cuando la mujer es víctima de femicidio? Es cualquier oficial de policía, se les revictimiza siempre”, manifiesta.

Con el cierre y cancelaciones de personerías jurídicas a las organizaciones feministas y de la niñez se ha dejado en más abandono a los menores y a las familias que los sostienen, ya que eran estas las que brindaban atención psicosocial y una ayuda económica en muchos casos. 

“Los niños y las niñas ya no están yendo a terapia porque casi nadie está atendiendo. Las organizaciones están siendo cerradas y eran ellas las que atendían gratuitamente a las madres de las víctimas de femicidios y los huérfanos. Las organizaciones no podíamos resolver la situación económica de esas familias, pero algunas apoyaban con paquetes de comida o escolares, pero eso es diario, sistemático”, explica.

Julia indica que el Estado debe de ser responsable de cada menor luego que queda en situación de orfandad, pero sin una política que diga lo que cada institución debe hacer con las niñas, niños y adolescentes, quedarán siempre en el abandono.

+ posts