Jamileth Chavarría: «La Bruja Mensajera hace que te cuestionés a través del humor»
La comunicadora, teatrista y activista cuenta la labor realizada con su personaje y su nuevo proyecto a través de La Lupa.
La comunicadora, teatrista y activista cuenta la labor realizada con su personaje y su nuevo proyecto a través de La Lupa.
Si la «La Bruja Mensajera» pudiera regresar a su natal Bocana de Paiwás y locutar nuevamente en la cabina de su radio, lo volvería a hacer con mucho gusto. No importa si también se tuviera que volver a enfrentar a todos los hombres y políticos que detestaban el programa. Poder denunciar la violencia machista y brindar a las mujeres de la comunidad un espacio para darles voz, valía la pena para Jamileth Chavarría, fundadora de Radio Palabra de Mujer y de La Casa de la Mujer de Paiwás
Esta feminista encontró en su personaje teatral, «La Bruja Mensajera», una manera de exponer la violencia a la que eran sometidas las mujeres de su municipio, y al mismo tiempo educarlas en sus derechos. Sin embargo, en 2014 la radio ganadora del premio One World Media Award por su defensa en los derechos de las mujeres, fue obligada a dejar de funcionar por órdenes del régimen Ortega-Murillo.
Desde entonces, Chavarría hace activismo en España, donde su personaje se convirtió en «La Bruja Migrante», y liderará en colaboración con La Lupa «Las Letanías de La Bruja», para visibilizar la situación de las mujeres migrantes y continuar cuestionando el sistema a través de la risa, la sátira y el humor negro.
En la Revolución Popular Sandinista había una organización que se llamaba AMLAE, que es la Asociación de Mujeres Luisa Amanda Espinoza. Mi madre era una de las organizadoras en Bocana de Paiwás, una mujer muy luchadora de los derechos humanos de las mujeres dentro del proceso revolucionario.
En ese tiempo los hombres estaban en la guerra y las mujeres empezamos a armarnos muy temprano con mi mamá. Tuvimos entrenamiento militar, hacíamos la vigilancia y cosas así. Ella decía que era mejor que las mujeres nos supiéramos defender, que ser violadas y morir sin resistencia.
Desde esas edad cuando tenía entre 12 y 14 años, habían cosas que no entendía, que la defensa de los derechos humanos de las mujeres o el ser libre era algo normal, que éramos libres realmente, que podíamos decidir sobre nuestras vidas, pero te vas dando cuenta con el tiempo de que no es cierto, y que tampoco nada te llega de gratis.
Mi madre no era mujer que se llamaba así misma como feminista, pero sus acciones eran coherentes con su discurso. Por eso digo que lo personal es político. Era una mujer coherente entre su discurso y su acción, su discurso y su hacer. Su acompañamiento y ejemplo era para otras mujeres, una forma de animarlas a ser autónomas e independientes. Fue una mujer que creó muchas cooperativas en Bocana de Paiwás.
Entonces crecí en ese ambiente. Cuando tenía 15 años la mataron en la guerra. Quedamos siete hermanos, soy la mayor. En el momento de la muerte, tal vez para superar el dolor, me hice una feminista radical porque quería hacer lo que ella hacía.
Y digo que el feminismo me salvó la vida porque el feminismo no es una disputa entre hombres y mujeres. No es una imposición hacia el sexo masculino, porque nosotras no queremos ser como los hombres, queremos tener igualdad de oportunidades, igualdad de derechos, y no irnos sobre las demás personas o ser unas dictadoras. Es una práctica que te va puliendo como mejor persona.
Ser mujer feminista también te posiciona ante todo. Te hace antiracista, te hace colaboradora de otros proyectos de vida, de otras acciones. Te hace mejor persona.
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En ese camino de reivindicar los derechos humanos de las mujeres, me junté con otras feministas y logramos hacer la Casa de la Mujer de Paiwás. Ahí estuve 25 años. Tuvimos Radio Palabra de Mujer que fue una radio con voz propia en Bocana de Paiwás. Se salió de ese pequeño corazón y tuvo una proyección internacional porque hubo premios internacionales para «La Bruja Mensajera», que era un personaje.
Éramos un pueblo pequeño y en ese tiempo no había ni teléfono, ni televisión. Lo que hacíamos era teatro callejero. Teníamos muchas cosas en la Casa de la Mujer, teníamos un grupo de danza y teatro que se llamó Itzam. En ese grupo también teníamos la brigada ecológica que era para promover el cuidado ambiental y para reforestar.
Ahí también nació Radio Palabra de Mujer. Ya teníamos el personaje de «La Bruja Mensajera», y lo llevamos a la radio como formato radioteatro. Tuvo buena acogida.
En ese tiempo se aprobó la Ley 230 para la sanción y prevención de la violencia machista o violencia de género. Con esa ley la violencia dejaba de ser un asunto privado ¿Te acuerdas que decían que en los pleitos de pareja nadie se metía? Pues con el personaje de la bruja hacíamos la denuncia pública, porque tampoco queríamos ser cómplices de las cosas que sabíamos.
Hicimos un drama, un teatro, una escena donde La Bruja adivinaba y leía las cartas que encontraba, pero eso era una colaboración de las mujeres afectadas directas, o de vecinos. Se hacía un periodismo investigativo desde «La Bruja Mensajera». Cuando pasaron 25 años decidí emigrar y me volví «La Bruja Migrante».
Migrar no es fácil. Una viene con muchas expectativas, pero luego se decepciona. Entré como estudiante con cierto privilegio. Tenía visa. Pero después de un año cuando terminé teatroterapia, ya no podía seguir. Decidí quedarme. Tenía que regresar a Nicaragua y no regresé.
Al quedarme aquí estuve en situación irregular por tres años. Cuando estás en situación irregular no podés tener trabajo. Una trabaja en la economía sumergida, sin ninguna prestación social, sin nada.
Entonces te salva las alianzas con otras mujeres, y como feminista no sé vivir solita. Busco siempre las alianzas con las otras, para sumarme a las reivindicaciones de las mujeres migradas aquí, a la Red de Mujeres Latinoamericanas, a buscar Territorio Doméstico, que es una agrupación de mujeres que reivindican los cuidados, el trabajo digno, los salarios dignos para las trabajadoras del hogar.
Eso me llevó a encontrarme con otras mujeres. Hemos hecho un espacio informal de brujas. Primero, «La Bruja Mensajera» nace en un contexto de supervivencia en Nicaragua, y las brujas según la historia eran mujeres sabias e inteligentes que las perseguían en la Santa Inquisición.
Como mi feminismo no viene de la universidad, sino de la práctica, te vas enriqueciendo a medida que vas creciendo. Aprendí todo lo que podía pillar a otras mujeres en el mundo. Ahí conociendo la persecución de las mujeres, de las injusticias, me dió los insumos para montar el personaje y trascender también a nivel de Europa.
Lo que hacemos es encontrarnos para posicionar una temática o para debatir sobre lo que nos dé la gana, a veces hablamos más, a veces menos, y en la pandemia a veces estábamos como desaparecidas, porque es una ida y venida.
En las brujas hacemos Las Letanías. Es un rezo de humor negro y de sátira de lo que nosotras queremos tocar en ese momento. Es un formato chistoso que también deja un mensaje.
Todos los temas posibles. Nosotras tocamos migración, la lucha contra la dictadura, y si me voy a Nicaragua desde que venimos en la lucha contra la dictadura, lo hemos hecho desde 2002 con ese mismo personaje.
Las Letanías es un rezo, nos inventamos a un santo de mierda y le ponemos una oración que rima con el santo, pero que a la vez cuestiona reafirma en lo que nosotras queremos o posiciona también.
No es que me acuerde. Se hacen inmediatamente. “Santa Chalupa, estoy siendo entrevistada por La Lupa” (canta). Una cosa así y entonces la gente contesta “Ameeen”. Con el escenario de la bruja cambia. Es chistoso.
Teníamos la oportunidad de ver los cambios en Bocana de Paiwás. La capacitación a jóvenes en la prevención de embarazos adolescentes, la violencia machista, en denunciar, en educar de una manera distinta, en enseñar a la población a cuestionar la música que escuchamos, por ejemplo. Había cosas super interesantes.
Después de 10 años, una podía hacer una evaluación con esa mirada de que se estaba transformando, y ver los aprendizajes culturales de una manera de reeducar a la población. Era visible, era positivo. Ahora la gente que nos recuerda, que me escribe, lo hace con añoranza de la existencia de la Casa de la Mujer y con la Radio Palabra de Mujer.
Había también un reconocimiento de las instituciones del Estado, aunque no era bienvenido, porque es lo que sucede cuando se es crítico. Aún así, teníamos convenios con el Ministerio de Salud para hacer diversas actividades, igual con el Ministerio de Educación. Había una colaboración, pero ha pasado lo que ha pasado.
En Nicaragua la misma gente del Frente Sandinista y el mismo Daniel Ortega nos agredieron a nosotras en Bocana de Paiwás en 2006. Cuando te agreden o te señalan es porque estás trascendiendo, haciendo algún cambio posicionándote.
Pero nunca nos dieron la licencia. Siempre estábamos ahí bajo el sombrero de otra emisora, pero a la Radio Palabra de Mujer no le entregaron la licencia ni una vez. Se entregaba informes y todo.
Nunca se nos avaló ni antes de 2007. Sabían que estábamos, pero no era dentro del parámetro legal. Todo era legal, pero que ellos se hayan tomado la molestia de entregarnos un documento para transmitir, pues no, siempre estaban ahí poniendo la traba.
La censura no viene desde 2018. Hay muchas manera de censurar: negarte la licencia para salir al aire, negarte la oportunidad de abrir medios de comunicación, impedir la entrega de los repuestos de la emisora, porque nuestro transmisor tenía más de 50 años, y necesitábamos que los tubos al vacío vinieran de otro país, pero no era posible.
Cosas así nos fueron ahogando, porque también la Casa de la Mujer y la Radio Palabra de Mujer no eran unos proyectos enormes. Hacíamos de tripa corazón. Nosotras éramos hasta técnicas. Había una presión desde siempre.
Creo que he tenido una vida loca toda la vida porque toda la vida he hecho teatro. He sido payaso. Antes de ser «La Bruja Mensajera» en Paiwás era payasa. Luego fuimos a una reunión de la Red de Mujeres de Matagalpa, ahí conocí a una mujer con la que rezábamos Las Letanías. Luego conociendo la historia de las mujeres perseguidas y quemadas en Europa y con la llegada de los españoles, ahí viene el nombre de la bruja.
Y mensajera porque era lo que queríamos hacer, de una manera satírica hacer reír a la gente, porque creo que lo peor que le pasa a los seres humanos es la actitud de cada uno. Por ejemplo, un hombre puede tener cosas buenas, pero si tiene una actitud violenta, pierde. Uno va contra la actitud, y el personaje de La Bruja Mensajera cuestionaba las actitudes, para reconocer que en una misma persona puede haber esa otra parte noble.
También era para que no me hicieran algún daño, porque también tenía amenazas de muerte de hombres violentos en Paiwás, pero nunca me pasó nada realmente. Bueno, una vez un policía me disparó, me agarró del cuello de la camisa y me disparó en frente de mis hijos con un Aka, porque estaba golpeando a una mujer y mi hermana y yo fuimos a sonarle la puerta de la estación de Policía. Salió y me disparó.
Eso fue producto del trabajo que hacíamos, ya que he sido una radical contra todas las formas de violencia.
Varias veces me han hecho esa pregunta, y hasta el día de hoy no sé. Creo que todo lo que pasaba en Paiwás, el dolor que me transmitían las mujeres a las que acompañaba. Eso te hace algo en la mente y en el cuerpo. Teníamos que denunciar, pero también teníamos que acompañar a las otras. No sé si era la necesidad, el dolor ajeno. No sé. Fueron momentos difíciles.
Ahora los veo con distancia y siento que fui muy atrevida porque puse en riesgo a otras compañeras, pero creo que si tuviera la oportunidad de ir a Paiwás y hacer lo que hacía, seguiría siendo igual. No siento que hice algo mal, solamente acompañar. Tratar de que la población se reeduque y cambien la manera de vivir, porque está demostrado que un hombre violento es un hombre que está cagado de miedo. Que su actitud cause dolor a otra mujer, siento que me afecta casi de manera directa. No soporto que ningún hombre, ni una mujer agredan. Me supera.
Si yo los veo en la calle, no son mis enemigos, pero les hablaba. No significa que no voy a cuestionar su actitud.
Ha cambiado porque soy más vieja (se ríe). Ha cambiado porque no quiero decir que antes tenía más fuerza o tal vez sí porque aquí trabajamos como unas mulas. El activismo es lo que nos salva para sacarnos de la rutina diaria de la labor que hacemos aquí. Soy cuidadora. Trabajo en el servicio del hogar y de los cuidados.
Ahora que tenemos una pequeña cooperativa de mujeres trabajadoras, vivimos de otra manera el ser migrantes, pero hasta hace poco cuando trabajaba como interna La Bruja era la que me salvaba. Me podía escapar del personaje. Podía hacer cosas no como la Jami, sino como La Bruja. La Bruja es una escapatoria.
No votar el voto, y seguir rezando que es lo que sabe mejor hacer. A la bruja desde que le enseñaron a cerrar los ojos reza.
A todo. Al sistema patriarcal, al poder. Deja un mensaje para que dentro de la risa que te provoque, también te cuestione.
Va ser el espacio de Las Letanías de La Bruja. El objetivo de este proyecto es recuperar la memoria, porque dicen que cuando no recordamos estamos condenados y condenadas a repetir. Y cuando sos migrante, a veces tenés la sensación de que ni sos de allá, ni sos de aquí. Dentro de esa realidad hay una responsabilidad de visibilizar las voces migrantes, visibilizar nuestra protesta y nuestro repudio.
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En este caso de Las Letanías de La Bruja quiero resaltar a Nicaragua. Rezar en clave de humor y sátira las crueldades que estamos viviendo como nicaragüenses afuera, a través de estos videos. Es a como lo hacía anteriormente, pero como migrante. Le llamo BM3: bruja, mensajera, mujer y migrante.
Porque la gente no sale de su país país porque le da la gana, sale porque la excluyen. Es cuestionar el por qué salimos, cómo salimos y cómo llegamos al destino que vamos. Tenemos planeado lanzar el primer programa el lunes 25 de octubre.