Una visita al médico en Nicaragua supone un dilema para las personas de la diversidad sexual, aún más cuando públicamente no lo han admitido. Sincerarse con el médico podría suponer “discriminación y estigmatización”, porque no se cumple el principio de confidencialidad que debe primar en ese proceso, admite Karina (nombre ficticio por seguridad), una joven lesbiana, defensora de derechos humanos, feminista y estudiante de cuarto año de enfermería.

Ella lo sostiene desde las vivencias como personal del sistema de Salud y como paciente. Hace dos años le diagnosticaron un problema en los ovarios y en su visita a la ginecóloga nunca se asumió como mujer lesbiana.

Tenía miedo de asumirme como mujer lesbiana por la discriminación, yo sabía lo que se me iba a venir encima. También tenía miedo porque sabía que de alguna manera iba a terminar expuesta entre los mismos enfermeros, doctores y también en la comunidad, porque yo sé que jamás respetan ese derecho a la confidencialidad”, asegura Karina.

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En la actualidad la joven de 20 años siente ese mismo miedo. En el centro donde realiza sus prácticas profesionales no se asume como lesbiana, para no ser «discriminada», la sociedad machista e irrespetuosa para las personas de la diversidad sexual es algo que en Nicaragua no ha cambiado mucho, asegura.

Alejandro, es un hombre gay y trabajador de un Centro de Salud de Managua y sostiene que «hay un médico que no le gusta atender a los hombres gay y a las mujeres lesbianas porque él dice que estudió que él hombre es hombre y la mujer es mujer».

Esas posiciones tan «prejuiciosas» están más marcadas en los médicos de «la vieja escuela», sostienen ambas personas consultadas. Porque en el personal más joven existe mayor conciencia de respeto.

El Informe País de Afectaciones a los Derechos Humanos de las personas LGBTIQ+ en el 2020 en el marco del Medio Periodo del Examen Periódico Universal, recopila este tipo de situaciones «la sociedad civil han denunciado que gran parte del personal médico y de servicios de salud, tanto en el sector público como privado, estigmatizan y discriminan abiertamente a las personas transgénero calificándolas de “enfermas mentales”. De hecho, se han documentado casos de denegación de servicios médicos “por considerar que son malignas o que están poseídas por el demonio y que lo que necesitan es leer la Biblia y practicarles un exorcismo”.

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Además de las expresiones verbales, se suman las corporales. Alejandro y Karina dicen que cuando llega un miembro de la diversidad a un centro asistencial, la discriminación comienza desde la puerta donde el personal empiezan a «hacerse muecas» entre ellos y a exteriorizar su falta de tolerancia.

«Lo que hace falta en el personal de Salud es concientización, preparación y sensibilización sobre los derechos de la diversidad sexual, lo cual que no existe en el sistema de Salud. Es muy triste eso. Los más vulnerables a los malos tratos son las personas trans», dice Alejandro.

Karina apunta que entre el personal médico, enfermeras y otras áreas del sector salud han contratado a personal de la diversidad sexual, lo cual es un avance. Sin embargo, son discriminados de «forma pasiva», porque «el prejuicio está en la mente».

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«El personal de Salud no cuenta con ninguna formación relativo a la diversidad sexual y de género. Esto empieza desde la formación académica, lo cual influye en la atención, porque no son capaces de reconocernos como personas con derechos e invalidándonos», explica Karina.

Pese a estas debilidades en el sistema de atención, el Ministerio de Salud de Nicaragua (Minsa) es la única institución que establece a través de la resolución ministerial 671-2014, una serie de estatutos que busca el reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual.

El respeto a la elección sexual, la no discriminación, el acceso a programas médicos y al registro de expediente médico bajo el nombre por elección son los aspectos que recoge dicha resolución.

«Se deberá de llamar a las personas por su nombre elegido según sus vivencia de género», dice la resolución.

Para Ludwika Vega, de la Asociación Nicaragüense de Personas Transgénero, tras esa resolución han existido algunos cambios en la atención, aunque «a la fuerza», pero que el respeto se ha ido interiorizando en el personal.

«Aún existen algunos pegones. Algunos realizan burlas. Te encontrás con enfermeros o enfermeras que te llaman con el nombre legal y no con el social que vos te identificas, o con una doctora que no te quiera tocar por la misma discriminación de que soy gay, trans o lesbiana. Cuando ocurren esos casos nosotras lo hemos reportado», detalla Vega.

Los programas de salud especializados para la diversidad sexual en Nicaragua se basan a la protección y prevención de enfermedades de trasmisión sexual y del VIH/SIDA, detalla el Informe.

Las Clínicas de Atención Integral, según Vega si bien están enfocadas para capacitar, tratar y dar seguimientos a las enfermedades de transmisión sexual o VIH, también atienden enfermedades crónicas comunes a las personas de la diversidad sexual.

Sin embargo, la demanda de la diversidad sexual para el sistema de Salud sigue porque no cuentan con orientación o tratamientos especializados para que traten los procesos de hormonización.

«Las muchachas se automedican. Compran sus hormonas y se inyectan. Todo va por recomendación. Ahí tenemos un caso de una compañera que tenía mucho aceite y le empezaron a salir erupciones en los pechos, se los amputaron los dos», relata Vega.

Otra deuda pendiente es el personal médico especializado para tratarles en salud mental, pues las constantes situaciones de discriminación sumergen a la personas a «fuertes depresiones», lo cual hace que esta población tenga un «importante número de suicidios», destaca Karina.

En las estadísticas oficiales del Ministerio de Salud no reflejan las atenciones dada a la población de la diversidad, porque no existe esa segmentación. Se encasilla en hombres y mujeres.

Las fuentes citadas insisten en que es imprescindible que el personal médico se concientice para garantizar una atención de calidad y generar confianza al paciente para que el diagnóstico sea más asertivo.

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