El primer lugar de violencia para las mujeres lesbianas es el hogar. “Gladys”, una joven de 20 años, lo tiene muy claro. Por eso cada vez que llega su tío, su principal agresor, ella encuentra formas para protegerse: busca compañía, se encierra en su cuarto o se va de la casa. Sin embargo, no puede evitarlo del todo, él a veces llega a dormir a la casa y tiene que convivir con él. Pero desde la última vez que la golpeó por ser lesbiana en junio de 2020, le tiene miedo y no se siente segura en su propio hogar.

Gladys desde que era pequeña supo que era “diferente”, aunque en realidad no había nada de malo en ella y simplemente no lo comprendía en ese momento. Se fijaba mucho en las niñas de su escuela, por lo que pensaba que tenía algún trastorno o estaba enferma. No fue hasta los trece años que investigó en internet ese especial interés que tenía en las mujeres, y descubrió la existencia de las personas LGBTIQ+. Desde entonces, se declaró de manera secreta como bisexual.

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“Yo decía que era bisexual porque no quería aceptar el hecho de era que lesbiana. Tuve dos relaciones con chavalos por presión social y descubrí que no me gustaban los hombres. Hasta los 16 años que me gustó una muchaha y me di cuenta que me gustaban solo las mujeres, pero hasta los 18 me declaré lesbiana”, expresa la joven, quien estudia enfermería en la UNAN-Managua.

Desde que se declaró abiertamente lesbiana a sus familiares cercanos y sus amistades, ha tenido que soportar un largo camino lleno de discriminación y prejuicios tanto de su familia como de sus amigos y amigas cercanas. Mientras que su mamá le dice que “si fueras diferente, sería mejor”, también recibe comentarios de las mamás de sus amigas, quienes no le permiten llegar a sus casas por considerarla “pervertida”. Aunque intenta que no le afecten los comentarios, recibirlos durante mucho tiempo siempre le afecta.

Violencia como castigo por ser lesbiana

La discriminación que ha sufrido Gladys por ser una mujer lesbiana incluso ha llegado a la violencia física. Ella vive con su mamá, su abuela y sus dos hermanas menores en Ticuantepe, pero con frecuencia llega a visitarlas su tío de 35 años años. Una tarde del 20 de junio de 2021, cuando se encontraba con su hermanita de 11 años, llegó su tío a la casa en estado de ebriedad.

“Días antes habíamos discutido por algo tonto por mensajes. Pues ese día llegó borracho y cuando está borracho se pone violento. Yo estaba en el porche, me tomó del pelo y me dijo que le repitiera lo que le había dicho por mensajes. Le dije que se calmara, que me soltara y que me estaba lastimando un piercing en la oreja que tenía recién hecho”, relata la joven.

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Cuando el hombre la soltó ella se metió a la casa, pero él volvió a perseguirla para tomarla del cabello nuevamente e insultarla. “Él dijo que no tenía que respetarme si yo era una lesbiana que no servía para nada, que no tenía que respetarme nada, que porque ahora soy feminista me creía mejor persona que él cuando era la misma basura que todos”, repite las palabras del hombre.

Hasta que llegó la pareja de su tía, él la soltó y comenzó a tirar todas las cosas que encontraba en la casa. En la noche Gladys le contó a su mamá y a su abuela lo que vivió, pero no hicieron absolutamente nada. Su tío sigue llegando con regularidad a la casa, aunque no se dirigen la palabra, ella solo busca maneras para protegerse de él y evitarlo a toda costa.

Lesbofobia, una violencia de la que no se habla

Las mujeres lesbianas fueron uno de los grupos más agredido el año pasado, según el Observatorio de violaciones a derechos humanos de personas LGBTIQ+ en Nicaragua del Programa Feminista La Corriente. De los 70 hechos documentados, ocho lesbianas vivieron agresiones y una cometió suicidio. Sin embargo, estas son solo una ínfima parte de las agresiones reales, ya que la mayoría no denuncia, advierten defensores de los derechos de las personas LGBTIQ+.

“El hecho de que la mayoría de víctimas haya decidido no interponer denuncia y que la mayoría de los agresores hayan quedado en la impunidad, nos habla de la inoperancia y falta de compromiso del Estado con los acuerdos internacionales suscritos en materia de igualdad y no discriminación por razones de sexo, género y orientación sexual”, señala el informe.

Durante todo el 2021, el Observatorio recibió 67 denuncias de agresiones, 2 casos de suicidios y un caso de crimen de odio, el cual fue el asesinato de Kendra Contreras, mayormente conocida como Lala. Las mujeres trans son las principales víctimas y denunciantes con 40 casos, los hombres homosexuales con 20 casos, las mujeres lesbianas con nueve casos, entre otros.

Las familias, los espacios públicos y las redes sociales son los principales espacios de violencia, donde los familiares, conocidos, funcionarios públicos y usuarios de redes son los mayores perpetradores.

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La Lupa Nicaragua