Con una visible pérdida de peso y demacrada se muestra la presa política Tamara Dávila, en el retrato hablado que la campaña SÉ HUMANO creó con base en los testimonios de sus familiares, luego de más de un año de estar en una celda totalmente aislada, sin acceso a ventilación, sol, comida adecuada y al menos una frazada. 

«Esta fotografía (imagen izquierda) fue tomada el 11 de junio de 2021, un día antes que un grupo de policías ilegalmente allanara su casa donde estaba con su hija y violentamente se la llevaron secuestrada. La imagen a la derecha es cómo se ve un año después, el tiempo que ha estado en total aislamiento e incomunicación en una celda sellada. Solo cinco familiares han podido verla durante las pocas visitas que han permitido. Dicen que esta imagen refleja fielmente cómo se ve su cara», expresa Sadie Rivas, prima de Dávila.

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Según el Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas, actualmente hay 181 personas presas políticas desde el inicio de la crisis sociopolítica en 2018, de las cuales hay 18 mujeres.

Dávila quien es feminista, defensora de derechos humanos y miembro del partido UNAMOS, fue detenida arbitrariamente el 12 de junio de 2021 durante la ola detenciones que ejecutó el régimen Ortega-Murillo en el contexto pre-electoral. Desde entonces, lleva 394 días incomunicada y aislada en la Dirección de Auxilio Judicial, mayormente conocida como «El Nuevo Chipote», solamente ha recibido 8 visitas de sus familiares y las autoridades del complejo no han permitido en ningún momento alguna comunicación con su hija, ni con su abogada.

En enero de este año fue declarada culpable por el supuesto delito de cometer menoscabo a la integridad nacional y condenada a 8 años de prisión más la inhabilitación para ejercer cargos públicos, luego que se ejecutara un «juicio exprés» en su contra; es decir, un juicio de un solo día, sin garantías judiciales y realizados en el centro de detención donde se encuentra privada de libertad.

Los relatos de sus familiares cuentan que a Dávila no le dan de comer adecuadamente, no le brindan los alimentos que ellos les pasan a las autoridades, le niegan la atención médica, así como cualquier petición para comunicarse con su hija, aunque sea a través de cartas.

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«Durante toda su vida ha luchado por los derechos humanos, especialmente para que las mujeres puedan decidir sobre sus cuerpos y vivir sus vidas libres de violencia. A partir de 2018 decidió asumir el compromiso de aportar a la lucha cívica por la justicia, la libertad y democracia; se comprometió con la construcción de un país distinto en un acto de amor por su hija, para que ella y todas las niñas, niños y mujeres en Nicaragua vivan en el país que merecen», manifiestan sus familiares en la campaña SÉ HUMANO.

Durante todo este tiempo, Dávila ha entrenado su mente para mantenerse cuerda, meditando, rezando, cantando y escribiendo cuentos para su hija en su cabeza, ya que no cuenta con lápiz y papel.

Tamara expresó a sus familiares: «No me van a doblegar. Yo voy a salir de aquí más inteligente, más fuerte y más comprometida».

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