Se ha dicho con anterioridad de que somos un país que hoy día, aún no ha terminado de sanar duelos del pasado. Por desgracia, no pudimos salir de uno para entrar en otro que también, ha sido producto de personajes más o menos parecidos a quienes fueron los artifices de múltiples heridas del pasado no tan lejano.

Actualmente, nuestra sociedad ha vuelto a revivir escenas propias de un Estado de horror, las de los asesinados, las del hambre, de la inseguridad, las del miedo en sus múltiples expresiones, incluso las que una vez más nos han dividido como conjunto social. Quizá nunca hayamos trabajado esta división que hoy día volvemos a vivir porque quizá algunos fantasmas aún no encuentran su lugar dentro de la historia.

Conscientes de todo lo que nos ha implicado como juventudes, activistas, intelectuales, campesinado, estudiantes, feministas y muchas otras formas de expresión social que conocemos y que hemos reinventado para sobrellevar la barbarie, hemos podido articularnos como bloque común para plantarle frente y futuro a lo que se ha denominado la nueva Nicaragua.

Las reformas electorales, las alianzas políticas -que no son partidarias-, las nuevas formas de activismo, las de resistencia, las de refundar las instituciones públicas y demás, tiene claridad total en sus fines y demandas y esto, solo ha sido producto de lo que hoy día seguimos ensayando: la unidad.

Suponiendo que ya todo ha pasado, porque tarde o temprano, así será, dónde estará colocada nuestra sociedad, dónde estarán colocadas las ganas de seguir construyendo un país verdaderamente democrático donde haya verdadera paz y libertad para todas y todos.

El día después de la crisis no habrá acabado en verdad, aún, dentro de la misma, tendremos que escribir una nueva historia de Nicaragua en la que tendremos el espeluznante reto de convivir y enfrentarnos nuevamente con los perversos resentimientos de quienes hoy día fungen como mini dictadores en sus espacios de socialización.

Habrá que lidiar con fanatismos heridos que pueden ser mortales, porque una vez que pasan los líderes quedan las historias personales, los legados partidarios, las esperanzas comunes que les son propias a todas las personas que por múltiples razones nos afilamos en una u otra agrupación social. Lidiaremos con la inseguridad propia de los días que actualmente vivimos porque algunas personas, aún después de superado todo, seguirán creyendo en la falsa idea de lo que se le intentó arrebatar al pueblo.

Que el día después de la crisis cada cual asuma en serio su responsabilidad individual de lo que implica construir una nación democrática en su amplio sentido, así, nunca más habrá necesidad de volvernos a ver en los espejos de esta historia infinitamente abusiva.

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