Melva López perdió la cuenta de la cantidad de dinero que ha gastado ella y su familia desde que se enfermó de coronavirus junto con sus dos hijos a mediados de agosto. Hasta la fecha calcula más de 63 mil córdobas entre las consultas médicas y las medicinas, sin contar la alimentación, el transporte y gastos de emergencias. Las cuentas siguen aumentando, ya que uno de sus hijos todavía ocupa oxígeno y el tanque debe de ser rellenado todos los días.

Los casos sospechosos de coronavirus han llegado a 25,156 desde el inicio de la pandemia, según el último reporte del Observatorio Ciudadano COVID-19 Nicaragua. Los últimos datos revelaron un incremento del 61% respecto a las semanas de agosto, las cifras más altas hasta el momento.

En Jinotega se registran 1,487 de los casos, que es el departamento de donde es originaria la familia López.

Ella es una comerciante de 46 años que tiene problemas de salud: diabetes, cardiopatía e hipertensión. Por eso necesitaba de un cuidado especial, y debido a la atención precaria que recibía en el hospital público de su departamento, decidió ir a Managua con sus hijos.

Solo en López se gastaron 36 mil córdobas, ya que fue a varias clínicas privadas, pero al empeorar su salud, tuvo que acudir al Hospital Militar, donde gastaron 10,500 córdobas en consultas y 21 mil córdobas en medicación. Mientras tanto, su hijo mayor fue con un médico privado con el cual gastaron alrededor de 15 mil córdobas.

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Mientras López mostraba mejoría poco a poco, su segundo hijo de 29 años, prediabetico y también hipertenso, estaba cada vez más grave. López explica que el coronavirus empeoró su condición prediabética y cuando ya no pudo caminar, lo tuvieron que internar durante una semana en el Hospital Bautista.

“La empresa donde trabaja mi hijo pagó su estancia en el hospital, que fueron 7 mil dólares (245 mil córdobas), aparte de lo que hemos gastado nosotros en la alimentación y el oxígeno. La rellenada diaria del oxígeno cuesta 1,150 córdobas y el alquiler del tanque costó 280 dólares (9,800 córdobas)”, expresa.

Es duro costear la enfermedad

Para poder cubrir con los gastos, todos los miembros de su familia aportaron económicamente, desajustando en otras necesidades. “El dinero que teníamos destinado para los proyectos fue destinado para la salud. Aquí nos hemos apoyado entre todos. Me apoyó mi mamá, mi hermano, su mamá, un hijo que vino de Estados Unidos”, manifiesta.

El mayor miedo de López no era solo el económico, sino que su hijo falleciera y dejara en orfandad a sus dos nietos de 10 y 8 años.

La recuperación de ella es lenta y todavía tiene como secuela una tos intermitente. Mientras tanto, la familia lucha para poder rellenar el tanque de oxígeno todos los días, ya que a todos los lugares que llaman les dicen que no tienen permitido venderles, que solo pueden venderles a los hospitales.

Una historia más

La historia de López es una de las tantas que afronta el país. Erika Arteaga se vuelve a enfrentar al coronavirus luego de un año de haberse infectado ella y su mamá, en la cual su mamá falleció. Ahora con su esposo infectado, teme que su salud se agrave y que sus hijos se puedan infectar también.

“En este año me he cuidado porque he tenido complicaciones de salud. Ahora soy una paciente crónica, soy hipertensa y tengo insuficiencia venosa. Con mis hijos tengo miedo. Mi hijo varón menor tiene problemas renales, mi hija mayor tiene hipertensión. Estoy como traumada. Tengo miedo”, exterioriza.

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Artega de 42 años es originaria de Jinotepe, y es vocalista principal del mariachi AZ de Oro. Después de 40 días de la muerte de su mamá en mayo del 2020, murió su tía más cercana también por coronavirus, por lo que enfrentó una depresión profunda, y con las secuelas del coronavirus le costó integrarse al trabajo nuevamente.

“Esta pandemia vino a desbaratar todos los sueños. Caí en una depresión fatal. En mi trabajo, me afectó porque dejé de trabajar y fue cuando la gente me buscaba más, pero no pude porque me enfermé”, expresa Arteaga.

Poco a poco se fue recuperando y continuó con los proyectos que tenía planeados en memoria de su mamá. Este año cuando su situación laboral mejoraba, su hermano y su esposo se enfermaron, contagiándola a ella también. Lo que supone más gastos en su economía.

Entre las compras de las vitaminas, el tratamiento médico, un nebulizador y tener que autoconfinarse, pone en jaque su economía. 

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