Romper el silencio en torno al abuso sexual y acabar con el encubrimiento que rodean estas situaciones no es algo fácil para la víctima. Cada vez que alguien da el paso de denunciarlo, de hacerlo público, de acabar con ese miedo, se convierte en la voz de muchas otras que permanecen en silencio.

Toda experiencia de abuso sexual y de violencia sexual es “traumática” y no hay un marco establecido para definir cuánto tiempo puede tardar la víctima para que decida acabar con el miedo y hablar del tema.

La sicóloga y experta en abuso sexual y violencia de género, Lorna Norori, coordinadora del Movimiento Contra el Abuso Sexual (MCAS) afirma que este es el “secreto mejor guardado” para muchas niñas y adolescentes, que aún en su etapa de adultez evitan hablar del tema por los efectos negativos causados a su vida.

“Las niñas, niños y adolescentes no hablan, por eso es que es el secreto mejor guardado, no dicen, yo tengo una historia de 30 años de mujeres que han venido a mi consultorio y son mujeres adultas, mujeres que tienen 21 hasta 30 ó 40 años y nunca lo han dicho”, señala Norori.

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La víctima sufre porque acarrea sentimientos de culpa y el miedo por la estrategia que pone en marcha el abusador, aprovechándose de la cercanía con la niña o la adolescente y la confianza que tiene en el entorno familiar.

“La niña o la adolescente entiende que esa es otra condición por la cual ella no puede hablar de lo que le está pasando, nadie le va a creer que es el otro punto, ella no puede hablar con esto, porque tiene que ver con la sexualidad y el cuerpo y es algo imposible de creer, y para la niña o la adolescente esto es determinante para guardar el silencio”, mencionó Norori.

Después de 18 años

A la periodista Jennifer Ortiz, directora de la plataforma digital Nicaragua Investiga, le llevó casi dos décadas romper el “pacto de silencio” que había hecho con su familia, para contar el episodio de abuso sexual que vivió siendo apenas una adolescente.

Ortiz, nacida y criada en un círculo de extrema pobreza y “mucha violencia” fue víctima de abuso por parte de hombre, el esposo de su hermana mayor, que ante su familia “se mostraba amable, sonriente y bromista”, nadie se imaginaba lo que este hombre le había hecho.

A medida que pasa el tiempo, según Norori, la víctima de abuso sexual queda “atrapada” en su propio miedo, porque cree que nadie le va a creer si cuenta lo sucedido y se convierten en elementos que “alimentan la secuela traumática”.

“Cree que nadie le va a creer, tampoco es hora de decirlo porque ya es tarde, porque le van a preguntar por qué no lo dijiste antes, entonces igual se va quedando callada y esto incide mucho en que la niña se sienta atrapada con mucha vergüenza, se sienta culpable por lo que está ocurriendo o por lo que ya ocurrió, ya terminó el abuso y pasaron cuatro o cinco años de abuso sexual, pero la niña sigue sintiéndose muy culpable por lo ocurrido”, señala Norori.

Para Evelyn Flores, de la Red de Mujeres Contra la Violencia, toda persona que no cree en el relato de una víctima de abuso sexual automáticamente se convierte en “cómplice” del abusador.

“Todas las personas adultas somos cómplices de estos delitos si no acompañamos a las víctimas y sobrevivientes, porque todas las personas adultas que están buscando argumentos o que preguntan por qué lo dijiste hasta ahora, ya te volviste cómplice, porque lo que deberíamos hacer es reconocer la valentía de la víctima, acompañarla y exigir que le caiga el peso de la ley al abusador”, enfatizó Flores.

El proceso de sanación

En 1998, la Red de Mujeres contra la Violencia acompañó en su denuncia a Zoilamérica Narváez, quien rompió el silencio para acusar al dictador, Daniel Ortega, por el abuso sexual vivido.

Romper el silencio, agregó Flores, es parte de la etapa de “sanación” que tiene que vivir la víctima, pero nadie puede decir con certeza cuánto tiempo puede tardar encontrarse a sí misma para hablar del tema, dado que cada persona lo vive de forma diferente.

“Los abusos sexuales son una expresión de poder y de violencia y de control que ejercen los hombres machistas hacia los cuerpos de las niñas, adolescentes y mujeres, obviamente llega un momento que la niña, la adolescente o la mujer que se da cuenta lo que está viviendo y entra a un proceso en el que si logra tener el acompañamiento y la atención debida logra hacer una recuperación del duelo y de alguna manera reconoce esa experiencia traumática”, mencionó Flores.

En marzo de 2019, a través de la cuenta #MeTooNicaragua en Twitter más de 100 mujeres hicieron sus denuncias en contra de galardonados periodistas, docentes universitarios, líderes estudiantiles y ciudadanos comunes a quienes señalaban de cometer delitos de acoso, abuso sexual y violencia de género.

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Tanto Norori como Flores, reconocen la valentía de la periodista al hacer esta denuncia pública.

“Ella estuvo en algún proceso y este fue el cierre, al hacer esta denuncia está confrontando al abusador, es una forma de decir aquí te pongo en evidencia y aquí te demuestro que no soy la niña débil, frágil, inocente a la que podías someter y dominar, estoy saliendo adelante, en el proceso terapéutico le llamamos una confrontación”, mencionó Norori.

En un escrito, publicado en la red social de Facebook, la periodista cuenta lo sucedido y afirma estarse librando de la carga que por mucho tiempo llevó en silencio.

“Hoy te nombro abusador y por primera vez digo tu nombre en público, como debió haber sido hace tantos años: Carlos José Rodríguez Pérez. Hoy te dejó ir de mi vida, nunca mereciste importancia, nunca debí dejar que gobernaras muchos de los sentimientos hacia mí misma ni muchos de los pensamientos y reacciones que tuve ante ciertas circunstancias, sos un abusador y solo mereces mi indiferencia. Viví vos con la carga de lo que hiciste, este peso ya no me pertenece más”.

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La Lupa Nicaragua