Los fajazos, nalgadas, golpes, cachetadas y cualquier forma de castigo físico o de otro tipo, son una forma de violencia y maltrato hacia los niños, niñas y adolescente. Y lejos de enseñarles un buen comportamiento a los menores de edad, les acarrea traumas y consecuencias negativas para su vida, indica “Norma”, psicóloga especialista en niñez que solicitó el anonimato.

“En los hogares todavía existe la creencia de que se debe castigar a los niños y niñas por su bienestar. Los padres y madres dicen «te castigo o te pego porque te quiero». Se considera que si una mamá no castiga a sus hijos, los está criando mal y se van a volver delincuentes, pero es lo contrario. Solo les están haciendo un daño”, explica la psicóloga.

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En Nicaragua es común que los padres y madres castiguen a sus hijos e hijas a través de golpes, privaciones o gritos, cuando según ellos hicieron algo malo, bajo la creencia de que de esa forma los menores van aprender y no van a volver a repetir el comportamiento.

Sin embargo, esta forma de corregir a los niños y niñas los vuelve violentos, deprimidos y temerosos. También tiene efectos negativos en su autoestima y su aprendizaje.

“A muchos niños los castigos los vuelven iracundos, lo que los lleva a ejercer bullying en el colegio porque se desquitan con otros niños. En otros casos los vuelve susceptibles a vivir bullying porque los vuelve tímidos y les quita sus habilidades sociales”, explica.

Una de las consecuencias más graves de los castigos es que vuelve a los menores vulnerables a vivir otras formas de violencia por parte de otros adultos, ya que los golpes y privaciones hace que los niños y niñas pierdan la confianza en sus padres, se alejen de ellos y se vuelvan obedientes a órdenes y mandatos por parte de personas mayores.

“El castigo vuelve a los niños y niñas obedientes y sin cuestionamientos. Eso los pone en riesgo porque es un factor que los abusadores aprovechan. Una niña obediente va a ser una niña con mucha vulnerabilidad y que con mucha facilidad un abusador va a poder atraer, atrapar y abusar”, señala Norma.

Castigos solo alientan a mal comportamiento

A pesar que los castigos son justificados para «corregir» o «enseñar» buen comportamiento a niños y niñas, los castigos solo aumentan el mal comportamiento en los menores, no cambian su conducta y solo genera problemas en la relación entre los progenitores y sus hijos e hijas, de acuerdo con estudios de la Academia Americana de Pediatría.

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De acuerdo con Norma, esto es porque las niñas y niños aprenden a través de una comunicación basada en el respeto y la confianza, pero a través de la violencia se bloquean sus procesos de aprendizaje y solo sienten miedo.

“Algunos padres les pegan a sus hijos porque salieron mal en clases o les quitan el celular o les gritan, ninguna de esas cosas va ayudar a que el niño o la niña estudie y tenga buenas notas. Solo le va a provocar miedo al niño hacia su papá o su mamá”, indica la psicóloga.

“Los niños son las personas más lógicas que existen y hablando con ellos, comunicándose y dándoles confianza es que pueden aprender, corregir sus acciones y saber cómo se deben hacer las cosas”, explica.

Para hacer eficaz la enseñanza a niños y niñas es importante enfocarse en enseñar el buen comportamiento, en lugar de castigar el mal comportamiento. Así aprenderán las acciones que deben corregir, en vez de enfrascarse en lo malo que han hecho.

Padres y madres necesitan gestión emocional

Norma indica que los castigos hacia la niñez son solo una reacción emocional de los padres y madres ante su enojo y su falta de herramientas para gestionar sus emociones. Y cuando los menores cometen un error, ellos responden golpeando o gritando.

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“Hay mamás que les pegan a sus hijos solo porque se cayeron, pero es que la mamá se quedó sin paciencia. Sin embargo ¿Cuál es la enseñanza? Para los niños ninguna”, señala.

La psicóloga recomienda a los padres y madres desistir de los castigos, apostar a un trato amoroso con los menores y a conversar sobre las acciones y puntos a mejorar.

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