Muchas mujeres han padecido al régimen dictatorial de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Han sido perseguidas, encarceladas, asediadas e intimidades, pero nada las ha doblegado. Todas siguen, desde sus diferentes trincheras, alzando su voz en demanda de un país libre, impartición de justicia y el cese a la represión.
Por sus esfuerzos y logros, La Lupa ha seleccionados a ocho mujeres que representan la resistencia cívica en Nicaragua. Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, destacamos su coraje y su fortaleza para mantenerse firmes en un país, donde ser mujer es cada vez más difícil. Estas son sus historias:
1. VILMA NÚÑEZ
Una fila de antimotines cerca el paso a Vilma Núñez, de fondo está el edificio del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), que fue cerrado de forma arbitraria por el régimen orteguista en diciembre de 2018. Le arrebataron su personería jurídica después de 27 años de ser una de las plataformas más importantes de denuncia de violaciones de derechos humanos. Sin embargo, Núñez es fuerte y asegura que el Cenidh no es un edificio, sino las personas que como ella no van a ceder de denunciar los horrores que padecen los nicaragüenses.
Nació un 25 de noviembre de 1938 y desde las aulas universitarias, cuando estudiaba Derecho en León, se involucró en la defensa de los demás, pese a las consecuencias que le podrían acarrear a ella. Núñez sufrió encarcelamiento y tortura durante la dictadura somocista, sobrevivió a la masacre estudiantil del 23 de julio de 1959 en León. También fue magistrada de la Corte Suprema de Justicia en la década de los ochenta, pero pronto se desencantó.
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Antes de abril de 2018, Núñez ya era una de las voces más críticas contra el régimen orteguista, que advertía los abusos que cometía la Policía Nacional y otros órganos del Estado. Incluso, acompañó la denuncia de Zoilamérica Ortega Murillo, por abuso sexual contra Daniel Ortega, en 1998.
Pese a que el Cenidh permanece tomado por la Policía del régimen y Núñez no ha podido entrar al lugar que fundó en 1990, y además sabe que es un riesgo ejercer la labor de defensora en el actual contexto sociopolítico, se mantiene firme en su lucha y disposición de seguir alzando la voz a la par de los cientos de víctimas del régimen orteguista.
2. FRANCISCA RAMÍREZ
Francisca Ramírez se prepara para regresar a Nicaragua. Ha estado fuera, en Costa Rica, desde septiembre de 2018, cuando la persecución y el asedio en su contra la empujaron a refugiarse en la nación vecina. Antes de abril de ese mismo año, quizás, nunca hubiera imaginado que las tierras que tanto ha defendido las tendría que dejar para protegerse. Su lucha inició junto a otros campesinos, cuyas propiedades se miraron amenazadas por la construcción del fantasioso Canal Interoceánico.
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La líder campesina de 44 años encabezó decenas de marchas de campesinos que bajaban de la montaña y se enrumbaban en camiones hacia Managua para exigir al régimen orteguista que derogara la ley 840, o en su versión reducida, Ley canalera. Esta rebelión por sus derechos provocó que el orteguismo desatara su furia contra los campesinos y les cayerá con palos, bombas y antimotines. Era el inicio de la persecución.
Con el estallido social de abril por unas fallidas reformas a la seguridad social, el campesinado se unió a los estudiantes universitarios. Doña Francisca participó en manifestaciones en Managua, alzó su voz denunciando las violaciones de derechos humanos que habían sido víctimas los nicaragüenses, lo que padecían los campesinos, y después, la crisis que vivían los exiliados.
De sus tierras lo último que sabe es que le tomaron unas 70 manzanas en La Fonseca. Son personas desconocidas. Ella sabe que al volver a Nicaragua nada es seguro, pero ha decidido tomar el riesgo porque quiere seguir la lucha cívica desde adentro, junto a los suyos, que siguen siendo víctimas de atropellos y violencia.
3- FLOR RAMÍREZ
Se hizo distinguir entre la multitud. Movía la falda de su huipil azul y blanco al son de la marimba, y cubría su rostro con un pañuelo del color de la bandera nacional. Así protestaba: bailando. Flor Ramírez se indignó por ver a decenas de jóvenes ser golpeados y asesinados por las fuerzas policiales y paramilitares afines a la dictadura. Ese sentimiento de solidaridad la hizo dejar su máquina de coser y sumarse a las marchas cívicas. Asistía casi a todas, siempre con sus trajes folclóricos.
Sin tener una víctima directa de la represión o preso político, doña Flor sigue en la lucha cívica. Protesta y grita consignas con rabia, con impotencia. Su compromiso es tan grande que no le importó pasar hambre junto a familiares de presos políticos en la iglesia San Miguel Arcángel, en Masaya durante nueve días sin agua y energía eléctrica, rodeada por la Policía Orteguista y bajo constantes amenazas de muerte de paramilitares.
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Ella se mantiene firme aunque ha sufrido asedio. Varias patrullas policiales en más de una ocasión han cercado su casa con el propósito de intimidarla, pero no lo consiguen. A sus 65 años ha pasado por interrogatorios, la arrestaron en una ocasión por ejercer su derecho a la protesta. Pero ella no cede, sigue gritando !Viva Nicaragua libre!
4- KISHA LÓPEZ
Kisha López se dedicaba al comercio, hacía trabajos de estilista y también prestaba dinero. A como cientos de nicaragüenses vio en las redes sociales una oportunidad para manifestarse contra la represión desatada por el régimen y así lo hizo. No participó en ningún movimiento autoconvocado, pero eso no le importó a la Policía Orteguista que la capturó y mantuvo en las celdas de la cárcel La Modelo por diez meses, quizás, los más terribles que ha vivido a lo largo de sus 29 años.
López sufrió en la cárcel la discriminación y violencia por ser una mujer trans. Recibió amenazas de violación, y agresiones verbales. Estuvo entre cientos de hombres en un ambiente con cero condiciones para bañarse y defecar. A ella la desnudaban en muchas ocasiones, y su única opción era cubrirse el pecho y sus genitales. La justicia orteguista la acusó de financiar a quienes estaban en los tranques en Diriamba porque encontraron en su casa 52, 652 córdobas y 36, 756 dólares, que ella había obtenido con años de trabajo.
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La condenaron a 41 años de prisión por terrorismo y financiamiento al terrorismo. Sin embargo, fue una de las excarceladas por el régimen orteguista. Kisha conoció el horror en el penal y ahora, en su casa, intenta retomar una vida con muchas heridas.
5- AMAYA COPPENS
“Yo lo considero como un reconocimiento para la lucha de este pueblo nicaragüense, que a pesar de la represión sigue encontrando maneras para resistir” dijo Amaya Coppens, un día antes de recibir el Premio Internacional de Mujeres de Coraje 2020, por parte de Estados Unidos, debido al papel que ha jugado, como líder estudiantil en las protestas contra el régimen orteguista.
Denunciar las violaciones de derechos humanos ha provocado que Coppens haya estado en el foco de la represión orteguista. Ha sido encarcelada en dos ocasiones, las últimas dos navidades ha estado detrás de los barrotes de una fría cárcel. En la primera ocasión pasó 245 días de encierro, y en la segunda, casi dos meses por llevar agua a familiares de presos políticos.
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Momento en que @amaya_coppens recibe el premio “Mujeres de Coraje” de manos de @MELANIATRUMP. pic.twitter.com/VON5V2zVuf
— Yader Luna (@Lunacero) March 4, 2020
Antes del 18 de abril, Coppens esperaba graduarse de médico, estudiaba la carrera en la UNAN, León. Con las agresiones contra los ancianos en la ciudada universitaria no pudo quedarse sin hacer nada, y protestó. Rápidamente, su liderazgo estudiantil la hizo destacar, lo que no sabía en ese momento es que eso le costaría muchas lágrimas y el asedio que ha padecido junto a su familia.
Como líder estudiantil ha mantenido la denuncia de la violencia que viven los nicaragüenses en el exterior. Su doble nacionalidad belga-nicaragüense y su fluidez en el inglés han sido vehículos que le han facilitado exponer en todos los espacios en Europa sobre las detenciones ilegales, la ausencia de libertades y la intimidación que se vive en el país. Sigue muy cerca de los movimientos sociales y asegura no descansar hasta que no haya ningún preso político.
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6- SUSANA LÓPEZ
Susana López no ha parado de denunciar el asesinato de su hijo, el bailarín Gerald Vásquez, quien fue una de las víctimas del ataque contra la parroquia Divina Misericordia, el 13 de julio de 2018, después de estar atrincherado en la UNAN-Managua. Su madre ha continuado la demanda por justicia y la libertad del país que inició su hijo. Ahora ella es una integrante activa de la Asociación Madres de Abril.
López se muestra fuerte, pero sus ojos la delatan cuando habla de Gerald. Así fue cuando explicó sobre los objetos que llevó al Museo de la Memoria Contra la Impunidad. Habló sobre el traje folclórico que usaba su hijo, sobre sus pertenencias; esas que estuvieron junto al universitario de 20 años, y que aún conservan su esencia.
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Siempre está presta a hablar de lo que pasó en Nicaragua, de lo que le pasó a su familia, aunque duela, pero es que nadie debe olvidar que en Nicaragua fueron asesinados al menos 328 personas, uno de ellos, fue Gerald. Por eso, su voz sigue viva para continuar el camino en búsqueda de la justicia, la verdad y la no repetición.
7- MARLEN CHOW
Ella fue una de los 38 manifestantes que terminó en la cárcel el 14 de octubre de 2018. Feminista por años y socióloga, Marlen Chow, de orígen chino y nicaragüense, se preparó para ejercer su derecho a la protesta cívica ese día, pese a que la Policía Orteguista había criminalizado cualquier movilización.
Su creatividad la destacó entre todos los presos, se pintó los labios de rojo y les compartió el labial a las otras mujeres que habían capturado con ella, cuando un oficial le dijo de qué partido era, ella, muy segura le respondió: “soy de la Asociación de Mujeres Nicaragüenses del Pico Rojo”.
Pronto, el “pico rojo” se convirtió en un símbolo de lucha cívica, que provocó que cientos de mujeres, e incluso hombres, lucieran en sus redes sociales sus labios rojos con un mensaje de resistencia cívica. Chow se trasladó de Alamikamba al Pacífico, donde se involucró en marchas universitarias a favor de los estudiantes, también compartió los ideales del Frente Sandinista, del que ahora es una férrea crítica.
Desde esa fecha, Chow es reconocida por su “pico rojo”, y mantiene su lucha feminista y por la libertad de Nicaragua.
8- DIANA LACAYO
No solo tenía que soportar el no saber sobre su hijo, ahora, ella misma se había convertido en una víctima más del régimen orteguista. Como madre, no podía hacer otra cosa que seguir denunciando que su hijo era un preso político, que no había cometido delito, y que tenía que ser liberado. Diana fue la última en salir del Hospital Vivian Pellas, cuando decidieron terminar la huelga de hambre, principalmente, por el deteriorado estado de salud del padre Román. Salió con más fuerza de seguir demandando la libertad de los presos por ejercer su derecho a la manifestación.
El sufrimiento de madre terminó el 30 de diciembre de 2019, cuando, de forma sorpresiva el régimen orteguista liberó a más de 60 presos políticos, incluido su hijo; sin embargo, aseguró que seguirá en la lucha cívica, en demanda de la libertad de los demás, porque siempre va a estar a favor de la justicia y saben que los que están encerrados son inocentes.
Fotos tomadas de Internet.
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