Para analizar a Maradona en su totalidad se debe bajarlo del altar y verlo como un mortal. Diego, era poseedor de un talento fuera de este mundo, un genio inigualable en la cancha, su mundo era esa pelota, pero ciertamente, fuera de ella, no fue el mejor de los ejemplos.

La muerte de Maradona ha suscitado una conmoción mundial. Argentina llora su fallecimiento, y el mundo lo recuerda como el extraordinario futbolista que era, pero es inevitable hablar de esta leyenda del fútbol sin que el jugador y el hombre entren en conflicto. 

Jorge Valdano, amigo y campeón del mundo junto a Maradona en 1986, señala en su columna para el diario español El País, que para él, hablar de Maradona es hablar del genio y no del hombre.

«Aquellos que arrugan el rostro pensando en el último Maradona con dificultades para caminar, problemas para vocalizar, abrazando a (Nicolás)Maduro y haciendo de su vida lo que le daba la gana, harán bien en abandonar esta despedida que abrazará al genio y absolverá al hombre», escribió Valdano.

Cada persona tiene su manera de ver a Diego, los que estuvieron más cerca de él, lo adoraron en vida y lo convierten en un ‘Dios’ consagrado ahora muerto. Sin embargo, en la vida siempre es importante pensar hasta qué punto tus actos pueden dejar un mal sabor en en legado que pretendiste dejar una vez que se dice adiós. El jugador y el hombre es uno solo, es imposible separarlo uno del otro, cuando sus acciones como persona determinaron el rumbo de su carrera deportiva.

No es fácil definir a Maradona. Una leyenda. Un ‘Dios’ para Argentina. Era la perfección dentro de la cancha, pero todo lo contrario fuera de esta. Campeón del Mundo en 1986, alzó la segunda y última copa para su país natal con el Napoli de Italia. Hizo historia, pero así como llegó su grandeza, aparecieron los problemas y se rindió ante estos.

En el documental biográfico dirigido por Asif Kapidia, narra de la propia voz de Diego y allegados cercanos la gloria y caída del astro argentino. En el se retrata claramente al ‘Dios’ de la cancha y al hombre que vivía entre los excesos, la promiscuidad, el abuso e incluso la irresponsabilidad paterna al negar y reconocer tardíamente a su primer hijo.

Sus últimos años fueron noticia en los tabloides: abuso y acoso sexual a mujeres. Se le veía acompañado por los más altos dictadores de Latinoamérica como Hugo Chávez y Daniel Ortega. Era un gran admirador de Fidel Castro, y últimamente apoyaba a Nicolás Maduro en Venezuela a pesar que todos sus amigos políticos eran, y son acusados, de crímenes de lesa humanidad.

Cuando vivía en Italia se le vinculó con uno de los dirigentes de la mafia de este país. Su adicción a las drogas era un vaivén de altos y bajos. Por meses estaba limpio, pero recaía y eso era notorio. Los excesos eran el entorno diario de Diego, disponibles y a su alcance.

«La droga te mata. Te aniquila», dijo Diego en el documental de su vida. Los excesos deterioran al jugador que nos hipnotizaba en la cancha. El que nos llenaba de alegría con cada toque, cada asistencia, cada gol hecho poesía, escrito al lienzo de sus pies. Con el pasar de lo años se convirtió en una persona con afectaciones graves de salud. Un hombre en el que pudieron más sus adicciones que la pasión que sentía por ese esférico de gaucho, que nunca tuvo respeto por las mujeres. 

Siempre fue un personaje controversial. Vivió al límite, hasta exponer su propia vida, tuvo tantas victorias en la cancha, así como fracasos en lo personal. Su genialidad como jugador es indiscutible, aunque como director técnico, al mando de la selección Argentina para el Mundial de Sudáfrica 2010 no tuvo los mejores resultados, y en los clubes tampoco logró algo sustancialmente relevante, peso más la leyenda deportiva.

Al final de la historia, ese pequeño rosarino que vivía en uno de los barrios más pobres de Buenos Aires, cumplió sus sueños y se consagró campeón del mundo. Esa mano de Dios, toma ahora la de Maradona y le dice que es tiempo de irse. El Barrilete Cósmico ha partido a otra galaxia, dejando un legado deportivo impresionante, pero no absuelto de controversias que rodearon su vida. Hablar de Diego siempre despertará emociones contradictorias, la del ‘Dios’ y la del mortal. 

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