#11Octubre2025 | El desafío de ser niña en un mundo que sexualiza

“Sí, cuando te veo siempre me enloqueces, con tu mirada siempre me estremeces. Pero no puedo yo hablarte de amor. Pero espera que pase el tiempo, todo está en tus manos, porque eres solo una niña, de solo 13 años”.
Es la letra de la famosa canción “Niña coqueta” del artista dominicano Luis Miguel del Amargue, que recrea la historia de un pederasta detrás de una niña de 13 años, y que en su cuenta oficial de Youtube tiene 49 millones de visualizaciones.
La canción que se escucha en emisoras públicas, fiestas y celebraciones sin mayor cuestionamiento es un claro ejemplo de la histórica sexualización y cultura de la violación que se ejerce sobre los cuerpos de las niñas.
“Y es que eres demasiado niña bebé para empezar a amar. Y apenas tienes 13 años y no sabes besar”, le dice en una de sus canciones, el dominicano Eddy Herrera, de 61 años, a una menor de edad.
Esta narrativa no es inocente tampoco se trata de una canción más, sino del reflejo de cómo la sociedad sigue normalizando conductas que además son delictivas que trastocan la vida de las niñas y que las exponen a riesgos.
“Hay un bombardeo directo en las canciones y la violencia hacia las niñas (…) Ahora en las fiestas infantiles ya no ponen música infantil, sino que ponen reggaeton y las niñas lo bailan con movimientos eróticos, porque es lo que han aprendido. Una niña no es capaz de analizar el contenido sexista de una canción”, explicó una psicóloga del colectivo Las Venancias que habló con La Lupa.
No solo la música «romantiza» el abuso sexual de hombres adultos contra niñas; novelas, películas, obras, libros de literatura, entre otros contenidos de consumo masivo que sostienen y refuerzan la cultura de la violación.
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La hipersexualización ocurre cuando la sociedad atribuye un valor desproporcionado a la apariencia y al atractivo sexual de las personas —sobre todo mujeres y niñas—, reduciendo su identidad a su cuerpo o a su capacidad de provocar deseo.
Consiste en la exaltación de los atributos sexuales por encima de otras cualidades y representa una forma de violencia contras las niñas y las mujeres.
El “valor”, según el sitio web Verywell Mind, conlleva una multitud de problemas, como la “presión social y la perpetuación de la violencia sexualizada”.
“Es un valor que les da la sociedad y se atribuye a su propio atractivo, pero de una forma sexualizada”, explicó la psicóloga que habló con La Lupa bajo anonimato para evitar represalias.
La hipersexualización prepara el terreno simbólico para la cultura de la violación porque normaliza la mirada sexual constante, desdibuja el consentimiento, culpa a las víctimas y refuerza la idea de la disponibilidad femenina al servicio del deseo masculino.
La hipersexualización crea una atmósfera de deseo sin responsabilidad, donde los límites y el consentimiento se vuelven difusos.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señala que la hipersexualización es una entrada para el abuso sexual, el matrimonio infantil y la trata de mujeres.
“Desde que somos pequeñas a las niñas se nos dice ‘qué bonitas’. Es decir, toda nuestra autoestima se va formando a raíz de nuestro aspecto físico, hipersexualizado, sobre todo ahora que a las niñas se les viste como adulta y provocativa», dice la experta.
El lenguaje cotidiano reproduce y legitima jerarquías. Expresiones como “ya está desarrolladita”, “qué coqueta”, o “parece mayor” normalizan la mirada sexualizadora sobre sus cuerpos de niñas.
Es un lenguaje que no nombran la violencia directamente, pero la preparan simbólicamente, que enseñan que es aceptable opinar, juzgar o desear cuerpos femeninos desde la infancia y que invisibilizan el consentimiento, porque una niña no puede darlo, pero el comentario la coloca ya como objeto deseable.
Así, el lenguaje naturaliza el control y la mirada masculina sobre los cuerpos femeninos.
“La niña va aprendiendo que la aceptación o el valor que le da la sociedad está estrechamente relacionado a su cuerpo y cómo se ve, buscando siempre la perfección y la belleza física más que sus características o habilidades, que su propia inteligencia”, explicó la psicóloga de Las Venancias.
“No se nos dice ‘ve qué inteligente la niña’ —subraya—, sino ‘qué bonita que es’ o ‘qué gordita o qué flaquita’. Así se van formando los estereotipos en cuanto a la hipersexualización de las niñas”.
Decir que son “solo comentarios” es una forma de minimización — otro rasgo típico de la cultura de la violación. Cuando se nos contesta de esa forma se suele desactivar la critica; reforzar la impunidad y desviar la atención de un problema estructural que se ceba sobre las niñas.
La banalización es lo que permite que las expresiones simbólicas escalen hacia conductas de acoso o abuso sexual, sin que la sociedad reaccione a tiempo.
Actualmente se hace común ver en las redes sociales videos de skincare de niñas que aparecen hiper maquilladas y aplicándose todo tipo de químicos en sus pieles, además que se visten con atuendos de mujeres adultas.
Las redes sociales amplifican el problema. Las niñas y adolescentes enfrentan presión social para crear contenido que enfatice atributos físicos, mientras quedan expuestas a acoso de adultos depredadores que aprovechan la «normalización de estos comportamientos».
En el contexto de la cultura de la violación, cuando ocurre un abuso sexual, la víctima enfrenta cuestionamientos sobre su ropa, su comportamiento, dónde estaba o con quién andaba. Mientras tanto, el agresor recibe siempre justificaciones como “no pudo controlarse”, “ella lo provocó”, “es que estaba muy desarrollada para su edad”.
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Frases como “ella se lo buscó”, “andan provocando”, “si se viste así, qué espera”, “son calientes”, «si insiste es porque quiere», son constantemente repetidas por los adultos y trasladan la responsabilidad del agresor a la víctima.
“La culpa recae sobre las niñas, nunca sobre el abusador o quien hace el daño. Se pierde una niña o se desaparece, dicen no la busquen porque se fue con el novio (…) En una sociedad tan machista y patriarcal siempre la responsabilidad cae sobre la víctima”, explicó la psicóloga.
La mirada adultocéntrica y patriarcal es la que permite estas expresiones en las que se perpetúa la idea de que las mujeres deben gestionar la sexualización que los demás les imponen, en lugar de cuestionar esa mirada.
La cultura de la violación se sostiene por el silencio y la complicidad social: falta de empatía o apoyo hacia las víctimas; ausencia de rechazo social claro legitima esas conductas; bromas sobre violaciones o sobre “ser muy machote” y la presión entre pares (hombres) para “conquistar” a cualquier costo.
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En el marco del Día Internacional de la Niña —que se conmemora cada 11 de octubre para reconocer los derechos de las mismas y los desafíos únicos a los que se enfrentan en todo el mundo, así como promover su empoderamiento y el cumplimiento de sus derechos humanos—, es necesario poner la mirada sobre estos hechos.
El cambio, según la psicóloga, requiere acciones concretas de todos y todas.
“Todo comienza en el hogar, pero se refuerza en las escuelas, los medios de comunicación y las redes sociales”, agregó.
Sin embargo, criar “niñas libres de estereotipos” pasa por no “juzgar sus cuerpos”.
“Hay que enseñarles que el valor de ellas como personas no es cómo se ve, sino por otras características y otras habilidades, si son inteligentes (…) Pueden tener éxito no solo porque sean bonitas, sino porque tienen otras habilidades”, apuntó la psicóloga.
Este 2025, el Día Internacional de la Niña se conmemora bajo el lema “La niña que soy, el cambio que lidero: Las niñas en primera línea de las crisis”.
La conmemoración pone en el centro la fuerza y la visión de las niñas que, desde sus comunidades, están transformando realidades. Según Naciones Unidas, las niñas “se organizan en sus comunidades, luchan por la justicia climática, exigen el fin de la violencia y reimaginan su futuro”.
