Cinco falsos mitos sobre el abuso sexual infantil
La violencia sexual es el mayor tipo de violencia que sufren las y los menores de edad en Nicaragua. La información útil y veraz puede prevenirlo.
La violencia sexual es el mayor tipo de violencia que sufren las y los menores de edad en Nicaragua. La información útil y veraz puede prevenirlo.
El abuso sexual contra niñas, niños y adolescentes es una de las mayores problemáticas existentes en Nicaragua y en el resto del mundo, y se trata de una de las peores formas de violencia contra la niñez y la adolescencia, según UNICEF.
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A pesar de que es una violencia común, existen múltiples mitos que impiden que padres y madres identifiquen si sus hijos e hijas están en una situación de abuso. Por eso es importante contar con información útil y veraz que permitan su prevención.
La Lupa desmiente cinco mitos comunes sobre el abuso y brinda datos reales sobre esta situación, utilizando como base la guía de UNICEF Abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes: Una guía para tomar acciones y proteger sus derechos.
Realidad: el abuso sexual es la mayor violencia que viven las y los menores de edad en Nicaragua, según datos del Instituto de Medicina Legal (IML).
Solo entre enero y octubre de 2022, se realizaron peritaciones médicos legales por violencia sexual a 3,117 niñas y adolescentes mujeres y a 436 niños y adolescentes varones, de acuerdo con los boletines del IML.
Según UNICEF solo una parte de los abusos se denuncian, así que los casos de abusos podrían ser muchos más.
Realidad: Los agresores sexuales no siempre utilizan la fuerza física para cometer abuso sexual. Al contrario, suelen utilizar tácticas de persuasión y manipulación con los menores de edad para que no identifiquen el abuso y se mantengan en silencio.
Los abusadores suelen ganar la confianza de los niños y las niñas antes de realizar el abuso. Pueden utilizar tácticas de seducción que incluyen comprar regalos o realizar actividades especiales para acercarse a ellos. Otras formas formas de coerción pueden ser juegos, engaños o amenazas.
Además, los abusadores comienzan con conductas inapropiadas que escalan gradualmente en el abuso. Estas actitudes confunden a los menores, así que no se pueden denunciar o pedir ayuda si no están informados.
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Realidad: La educación en prevención del abuso sexual puede ser enseñada a niños y niñas desde preescolar. Y permite que desarrollen habilidades para protegerse de los agresores; tengan la información necesaria para identificar el abuso; y se sientan respaldados/as para pedir ayuda cuando sea necesario.
La educación sexual es una de las maneras más eficaces para prevenir el abuso, y es necesaria para el desarrollo integral de las niñas, niños y adolescentes en sus diferentes etapas de crecimiento.
Realidad: Cualquier persona puede ser un abusador sexual. De hecho, los abusadores suelen ser personas consideradas de confianza en la familia y forman parte del entorno padres, abuelos, tíos, vecinos, docentes, amigos, según estadísticas del IML.
De acuerdo con UNICEF, no existe un perfil específico de los abusadores, ni pruebas que detecten abusadores. “Circulan en la sociedad y pasan desapercibidos porque su conducta social (lo que se ve) no muestra su conducta sexual (aquello que no se ve)”, indica UNICEF.
“Las estadísticas indican que la mayoría de los abusadores son varones heterosexuales adaptados socialmente. Suelen presentarse a sí mismos como personas afectuosas y humanitarias hacia el mundo exterior, mientras que la relación que establecen con el niño abusado sexualmente está basada en amenazas, control e intimidación”, añade la organización.
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Realidad: los menores de edad no poseen las habilidades madurativas, cognitivas, ni evolutivas que se requieren para inventar, fantasear, fabricar y sostener mentiras complejas de un modo creíble, especialmente de situaciones de abuso sexual; al contrario de un abusador que sí tiene esas habilidades.
Tampoco tienen la capacidad de engañar a profesionales de la salud mental entrenados para evaluar ese tipo de situaciones.
Por otro lado, todos los menores de edad tienen derecho a ser escuchados y contar sus testimonios en asuntos que le afecten, según el artículo 12 de la Convención sobre los Derechos del Niño.