En medio de una terrible fiebre, Catalina Vega empezó a experimentar delirios consecuencia de las altas temperaturas. Se había contagiado de COVID–19 y su cuerpo estaba débil a causa del virus. En medio del estado de confusión, llegó a su memoria un súbito recuerdo.

Tenía solo cuatro años cuando sus padres ya se habían divorciado. Su mamá, quien en ese entonces tenía 23 años conoció a un hombre unos siete u ocho años mayor que ella. Luego de un tiempo, establecieron una relación.

“Esta nueva pareja compartía conmigo como el novio de mi mamá, como su pareja. Nosotros vivíamos en la casa de mis abuelos. Y pues llegaba a visitarnos o de repente íbamos a algún parque, algún paseo. De alguna manera, para mí ya era alguien conocido, alguien de confianza. Interactuaba con él, con su familia, recuerdo haber estado con su mamá”, relata.

La relación se formalizó y los planes de boda comenzaron con prontitud. Este sujeto insistía en lo necesario que resultaba para Catalina tener una figura paterna, un puesto que el pretendía ocupar.

“Una de las cosas por las que, digamos, él le insistía a mi mamá en casarse era porque decía que era bueno que yo tuviera un papá, que yo a él lo veía como un papá, que yo lo quería. Era una de las formas de convencer a mi mamá para que se casara con él”, cuenta.

Sin embargo, la posibilidad de un casamiento tambaleó cuando la mamá de Catalina descubrió que su pareja le era infiel con distintas personas. Ella confiesa recordar a su mamá sintiéndose profundamente triste tras descubrir la mentira.

Pese a lo ocurrido, la mamá de Catalina continuó en su relación. Hoy en día es capaz de entender que, aquel hombre, quien era mucho mayor que su mamá, ejercía sobre ella manipulación y otras formas de abuso emocional que la empujaron a permanecer con él.

La manera en la que ocurrió

Tiempo después, Catalina y su mama, fueron invitadas por este hombre a una propiedad fuera de la ciudad.

“No sé si era de algún pariente de él o algo, pero él nos invitó a ir a ese lugar. Me acuerdo muy bien, que mi mamá me preparó mi ropa de ese día y me dijo que me portara bien, que a donde íbamos había vaquitas y gallinas, cosas así de campo. Y yo pues, estaba muy contenta”, rememora.  

Cerca de aquella propiedad cruzaba un río, luego de cierto rato del día, la pareja de su mamá las llevo a ambas al cuerpo de agua, para que estuviesen un rato. Tras un tiempo, Catalina y aquel hombre se quedaron solos.

Fue entonces cuando ocurrió lo que Catalina recordaría hasta muchísimos años después, en medio de un delirio a causa de la fiebre provocada por el virus pandémico.

La pareja de su mamá, el hombre que hasta aquel entonces ella había considerado una figura paterna, alguien de confianza, cercano, agredió sexualmente a Catalina mientras la chantajeaba.

Después de eso, ella recuerda muy poco. Tras muchos años, su mamá le comentó que, esa tarde, al llegar a casa de sus abuelos, contó lo que había ocurrido.

“Evidentemente, esto generó un gran revuelo en mi casa. Mis abuelos le preguntaban a mi mamá que era lo que había pasado, porque me había dejado sola con él. Yo al ver todo esto y todas las preguntas que me comenzaron a hacer, empecé a llorar y dije que no, que no era cierto. Que todo eso nunca había pasado”, confiesa.

Pese a ello, su abuelo no volvió a permitir que aquel hombre se acercara Catalina. Y, de alguna manera, lo sucedido terminó de minar la poca confianza que su mamá tenía en esta persona, y que, paulatinamente había desaparecido tras tanto abuso emocional de su parte. La relación terminó.

“Para mí es sumamente importante, porque me doy cuenta que, gracias a que yo llegué esa tarde y conté lo que había pasado, dejamos de ver a este hombre y mi mamá no se casó con él. Si yo esa noche no hubiese hablado, muy probablemente la relación hubiese continuado. Era uno de los escenarios posibles y quién sabe lo que nos hubiese esperado a mi madre y a mí. Para mí, esta es la historia de cómo yo me convertí en defensora”, cuenta.

El recuerdo la cambio

Según lo indica la organización «El mundo de los ASI, contra el abuso sexual infantil», uno de cada cinco menores de edad son víctimas de abuso sexual infantil y solamente entre el 10% o 20% de los casos llega al sistema judicial.

Catalina hoy en día es abogada. Y aunque siempre estuvo interesada en la defensa de los derechos de las mujeres, hasta antes de la aparición de este recuerdo, su trabajo radicaba mucho más al ámbito privado.

“Tras el recuerdo, entré en una etapa de sanación mental de este evento. Y ahí, justo en este proceso se me abrió la posibilidad de trabajar para una organización feminista, como abogada. Y yo no creo en las casualidades Y empecé a ver el activismo no desde una perspectiva particular, desde yo solita, sino desde ya un nivel más organizado”, explica.

En este momento, Catalina atraviesa un proceso emocional, complejo y doloroso. Recordar la vivencia de lo que pasó la inspira a buscar justicia para otras mujeres que han sido víctimas de abuso.

“Me motiva a defender a las mujeres. Me motiva como abogada, a sentarme en una sala de audiencias. Hablar por una mujer con la misma confianza con la yo hablé por mí misma y defender su libertad. Su intimidad sexual”, explica.

En la actualidad, el agresor de Catalina está casado con una mujer que es 30 años menor que él. Aún trabaja como abogado en la Fiscalía General de la República, lugar en el que ya laboraba como fiscal cuando ocurrió el abuso.  Para ella, este sujeto representa a muchos hombres más, que abusan de su poder y autoridad. Lobos que se disfrazan de ovejas para ganarse la confianza de las mujeres y agredirlas, luchar por la justicia en nombre de estas victima brinda a Catalina, paz.

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