“Martha” acababa de cumplir 47 años cuando recibió una noticia que le cambió su vida: tenía cáncer de mamá por lo que había que extirpar el tumor e iniciar su tratamiento, antes que el cáncer se extendiera al resto de su cuerpo.

Era junio de 2020, fecha en que los hospitales estaban llenos de personas enfermas de COVID-19. Martha nunca pensó en enfrentar un diagnóstico de cáncer y menos que se daría en medio de una pandemia.

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Antes del diagnóstico, Martha, quien solicitó brindar su testimonio de manera anónima, se dedicaba a la contaduría en una pequeña empresa en Managua; cuidaba sola a sus dos hijos de ese entonces 11 y 15 años; y tenía una vida “normal”, según ella.

“Era una mujer normal como cualquier otra. Me levantaba a las 5 para darle desayuno a mis hijos, me alistaba para ir al trabajo y regresaba en la noche para ayudar en las tareas del colegio. Así era mi rutina de siempre, solo trabajaba”, relata.

Desde finales de 2019, cuenta que, ocasionalmente, sentía punzadas en el pecho derecho, pero como era esporádico no la alertó, ya que era algo que “a veces le pasaba”. “No lo miraba importante” dice.

Tampoco se hacía autoexploración de senos, porque era algo a lo que no estaba acostumbrada, hasta que a inicios de 2020 las punzadas se volvieron más constantes. Una mañana al salir de la ducha, decidió realizarse explorarse pecho, siguiendo recomendaciones y videos que buscó en Internet.

“Se sentía raro”, dice entre risas. “Mi pecho se sentía grumoso, nunca lo había tocado, así que no sabía si era normal. Intentaba buscar bolitas como decían las indicaciones, pero todo lo que tocaba en mi pecho era difícil de describir. Pero en un punto de mi pecho me dolía mucho cuando me tocaba, era la zona de las punzadas, ahí supe que algo no andaba bien”, cuenta.

Entre la triple jornada del trabajo, los quehaceres del hogar y la crianza de sus hijos, Martha señala que no tenía tiempo para visitar una clínica y hacerse una mamografía. En su vida, solo se había hecho tres mamografías, pese a que lo recomendado es hacerse anualmente una mamografía a partir de los 40 años, y ella estaba a punto de cumplir los 47.

“Mi prioridad era mi familia y mi trabajo. No tenía tiempo para eso. Si pedía permiso en el trabajo, probablemente me iban a descontar ese día. Las mujeres siempre dejamos de última nuestra salud”, reflexiona.

Desde esa primera autoexploración, Martha pasó varios meses sin acudir a un hospital porque siempre posponía su visita, y con el tiempo, normalizó el dolor que tenía. Hasta que el día de su cumpleaños, no aguantó más, recuerda.

“Cumplía los 47 años el 7 de junio. Mi mamá y mis dos hermanas me hicieron un almuerzo. Me acuerdo que yo estaba ayudando a poner los platos en la mesa, cuando sentí un dolor que me perforaba el pecho derecho. Simplemente no aguantaba. Me dolía tanto que lloré de dolor”, señala.

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Por el temor a contagiarse de COVID-19 no fue a un hospital, pero al día siguiente fue a hacerse la mamografía a una clínica. El resultado era “devastador”, señala. La mamografía indicaba que tenía un tumor, y la doctora que la atendió le recomendó ir al Hospital Bertha Calderón para que atendieran su caso.

Imagen: Salud MAPFRE.

Un viaje de exámenes médicos, cirugías y quimioterapia

Desde ese día, su rutina de hacer desayuno a sus hijos, ir al trabajo y volver para ayudar en las tareas escolares, cambió completamente. Martha comenzó un viaje de exámenes médicos, muestras de sangre, radiografías y constantes consultas en el hospital.

“La biopsia indicaba que el tumor era canceroso. Era urgente extirparlo, antes que el cáncer hiciera metástasis. Me debía hacer quimioterapia, me debían hacer tantas cosas. Me sentía devastada, culpable porque nunca le hice caso a mi cuerpo. Tenía miedo de dejar solos a mis hijos. Tenía mucho miedo sobre todo”, relata.

Según ella, todo lo que conocía del cáncer de mama lo relacionaba a la muerte. No estaba informada sobre la enfermedad y su prevención. Indica que si bien sabía que debía hacerse exámenes anualmente, al sentirse bien de salud no miraba la necesidad de hacérselos. En su familia no habían casos anteriores, así que tampoco estaba familiarizada con el tema.

La programaron la cirugía a los meses siguientes para eliminar el tumor, aunque no quería perder su pecho, su prioridad fue enfocarse en su salud. “Es feo porque una como mujer no quiere perder su pecho, pero si para seguir viviendo había que hacerlo, lo iba a hacer. Lo hacía por mis hijos”, cuenta.

La tuvieron que intervenir quirúrgicamente dos veces para extraer el tumor, y una tercera vez para limpiarle los ganglios que también estaban infectados por las células cancerosas. También recibía quimioterapia al menos una vez al mes, pero a veces variaba.

“Me corté el pelo antes de que se me cayera. Eso no me preocupaba tanto. En todo ese proceso, me di cuenta que tenía una fortaleza que no sabía que tenía. Tuve el apoyo de mis hermanas, de mis hijos y de mi mamá, que nunca me hicieron sentir avergonzada por perder mi pecho o por estar rapada”, expresa.

Aunque se sentía débil físicamente, siempre intentó enfrentar la enfermedad lo más fuerte posible. También a medida que avanzaba en su tratamiento, Martha se fue informando sobre el cáncer de mama y cada vez que podía difundía información para su prevención.

Después de un año y medio de su diagnóstico, Martha está libre de cáncer de mama. Debe realizarse exámenes semestrales para su control y se hace autoexploraciones de pechos diarias para prevenir cualquier cambio.

“Mi mensaje para las mujeres es que se prioricen a ellas mismas. Al inicio enfrenté la enfermedad por mis hijos, pero después me di cuenta que debía ser por mí. Si yo no me cuido, ellos iban a quedar solos, pero debía priorizarme a mí si quiero ayudar a otros. Las mujeres deben aprender a escuchar sus cuerpos y hacerse las revisiones”, manifiesta.

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Segunda causa de muerte en mujeres

El cáncer de mama es el segundo cáncer que más cobra la vida de las mujeres en Nicaragua, y cada año, las cifras aumentan, según el Mapa de Salud del Ministerio de Salud.

Desde el 2017 hasta el primer semestre de este año, el cáncer de mama ha cobrado la vida de 1,266 mujeres; y el año pasado fue la primera enfermedad causante de muerte en mujeres, superando al cáncer de cérvix.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda hacerse anualmente mamografías una vez al año a partir de los 40 años, ya que el aumento de la edad está asociado a un mayor riesgo de desarrollo de cáncer de mama.

La OMS señala que es importante hacerse autoexploraciones de las mamas porque no siempre se mira la aparición de tumores en las mamografías. La autoexploración mamaria consiste en la revisión por medio de la vista y el tacto para conocer tus senos y detectar algo normal. Esto puede hacerse una vez al mes.

En dichas autoexploraciones hay que identificar síntomas como: engrosamiento de la mama, alteración en el tamaño, la forma o la apariencia de la mama, alteraciones de la piel como enrojecimiento, picaduras o hoyuelos, cambio en la apariencia del pezón o la areola , o secreción anormal del pezón.

Elementos como la obesidad, consumo de alcohol y de tabaco, antecedentes familiares de cáncer de mama, exposición a radiación, antecedentes reproductivos y hormonales, son factores de riesgo para desarrollar esta enfermedad. 

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