La primera vez que “Michelle” recuerda haber sido acosada fue alrededor de los 9 años. Iba caminando hacia la pulpería con su hermana, quien tenía la misma edad, cuando un hombre montado en una camioneta les tiró un beso que según recuerda, sonó en toda la cuadra. Ella y su hermana se miraron confundidas por la acción de ese hombre y solo se pusieron a reír, pero fue el inicio de experiencias similares y peores.

Con el paso de los años, ya no solo fueron besos, fueron miradas lascivas, gestos obscenos, palabras y frases vulgares hasta tocamientos. Era siempre en situaciones cotidianas: cuando iba al colegio, cuando compraba tortillas, cuando sacaba a pasear a su perro, incluso cuando solo salía a la acera a regar las plantas.

“Salir a la calle es vivir terrorismo sexual”, asegura. Lo peor es que cuando lo contaba en su casa para ser defendida, su familia la culpaba de vivir el acoso por la forma en que estaba vestida, aunque el acoso ella lo vivía igual sin importar la ropa que anduviera puesta, asegura.

“Mucho del acoso lo viví cuando iba o regresaba del colegio. El colegio me quedaba a unas cuadras así que debía caminar. Era un colegio de monjas y el uniforme con unas faldas largas debajo de la rodilla. Aún así siempre me acosaban, incluso recuerdo que una vez un hombre en un carro me persiguió todo el camino y me iba diciendo cosas”, señala la joven de ahora 23 años.

Además de las calles, el transporte público es otro de los lugares donde Michelle y otras mujeres viven acoso. La joven recuerda que hace dos años un hombre se masturbó a la par de ella. Cuando se dio cuenta, comenzó a gritarle y a pedir ayuda a otros pasajeros, pero las personas a su alrededor solo la miraron y la ignoraron.

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“Me acuerdo que el hombre tenía un periódico entre sus piernas y hacía movimientos extraños. Cuando me fijé bien miré que se estaba masturbando. No sabía qué hacer. Solo me puse de pie y pedí ayuda, pero las otras personas solo me miraron como loca o como si lo estuviera inventando”, relata.

También asegura que el acoso callejero lo ha sufrido por todo tipo de hombres: estudiantes, hombres de trajes, choferes de buses y de taxis, personal de seguridad de la universidad, vecinos, jóvenes, ancianos y niños.

Según ella, incluso niños y adolescentes cada vez ejercen más acoso contra las mujeres en las calles. Cuenta que en dos ocasiones fue nalgueada por menores de edad cuando transitaba en las calles y la impresión la invadió tanto que no pudo hacer nada.

Incluso recuerda que una vez vio a uno de sus primos acosando a una mujer enfrente de ella. “O sea, hasta he visto miembros de mi familia acosando a mujeres. Con eso sé que cualquier hombre puede ejercer el acoso”, señala.

Una violación a los derechos de mujeres y niñas

A pesar que el acoso callejero lo viven la gran parte mujeres en Nicaragua y en todo el mundo, la mayoría de las personas no lo reconocen como una violencia, al contrario, lo ven como un “cortejo” de hombres hacia mujeres y solo pocos Estados lo penalizan.

De acuerdo con ONU Mujeres, el acoso callejero es una violencia callejera basada en género que consiste en acciones de índole sexual no consentidas contra mujeres, adolescentes y niñas. Estas acciones mayormente realizadas por hombres desconocidos pueden ser comentarios, silbidos, miradas, persecuciones, tocamientos, entre otros.

ONU Mujeres señala que en ningún momento se pueden ver esas acciones como «piropos» o «cortejos», sino que se trata de acciones violentas que intentan ejercer poder y control sobre las mujeres y niñas.

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También representa una violación contra los derechos de las mujeres y menores de edad porque violenta su derecho a estar en espacios públicos seguros y limita su capacidad de transitar en las calles.

“Esta realidad reduce la libertad de circulación de las mujeres y niñas. Limita su capacidad de participar en la educación, el trabajo y la vida pública. Dificulta su acceso a servicios esenciales y el disfrute de actividades culturales y recreativas, afectando negativamente a su salud y su bienestar”, señala ONU Mujeres.

En Nicaragua no hay estudios sobre cuántas mujeres sufren acoso callejero, sin embargo, estudios en Centroamérica demuestran que 8 de cada 10 mujeres han vivido acoso callejero y sus primeras experiencias comienzan a partir de los 10 años en promedio.

En Centroamérica solo Costa Rica establece el acoso callejero como un delito, y las sanciones van desde los 6 meses hasta los 2 años de cárcel. Sin embargo ONU Mujeres indica que para que esta situación sea combatida, es necesario la inclusión de sanciones en toda la región para que el acoso sea denunciable, y la realización estrategias de sensibilización permanentes en todos los espacios sociales.

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