Hay confusión e incertidumbre en el ambiente. Es lógico, la lucha en contra de una dictadura en estos tiempos tiene otras complejidades.

Como siempre, el punto de partida para orientarnos en la confusión, son los hechos. Un análisis que no parte de la realidad no es análisis. En el análisis debemos considerar, más allá de nuestros deseos, que hay intereses y visiones diversas en países, organizaciones internacionales, y aún en las fuerzas democráticas. También debemos considerar las correlaciones de fuerza y los intereses y visiones de la mafia en el poder, sus fortalezas y debilidades, así como los intereses, visiones, fortalezas y debilidades de las fuerzas que luchan por la democracia.

Arranquemos por recordar que el mes de junio estaba marcado por tres fechas. El 18 vencía el plazo de 90 días del compromiso asumido por Ortega en la mesa de negociación de liberar a la totalidad de los rehenes. El plazo de 90 días lo fijó Ortega, con el acuerdo de los representantes de la Alianza Cívica. Su propósito obvio era ganar tiempo.

La siguiente fecha era el 20 de junio. Ese día venció el plazo fijado por la NICA ACT para que el Secretario del Departamento de Estado, Mike Pompeo, certificara si Ortega estaba avanzando en las reformas necesarias para la realización de elecciones anticipadas y creíbles. La certificación debía incluir si Ortega estaba dando pasos en dirección a restablecer la democracia, el estado de derecho y el enjuiciamiento a los responsables de actos de corrupción y de violaciones a derechos humanos.

La otra fecha es el 26 de junio, día en que se inicia la Asamblea General de la OEA. En el marco la OEA se está tramitando la aplicación al régimen de la Carta Democrática Interamericana, trámite condicionado a la obtención de los 24 votos necesarios para separar al régimen.

Veamos ahora qué ha ocurrido.

La Alianza Cívica se levantó de la mesa de negociación, ante el incumplimiento de los compromisos asumidos por Ortega. Anunciaron que no retornarían hasta la liberación definitiva de todos los rehenes. Ortega excarceló a la mayoría, incluyendo a liderazgos connotados que estaban cautivos. Pero se reservó en sus calabozos a más de ochenta secuestrados y todavía no ha cancelado las farsas judiciales. La Alianza Cívica no cayó en la trampa y no ha retornado a la mesa de negociación.

La otra maniobra que ensayó Ortega fue la aprobación de la denominada Ley de atención integral a las víctimas, conocida como ley del perdón. Tanto organizaciones nacionales, como países y organizaciones internacionales calificaron la ley como lo que era: una burla perversa. Nadie se tragó el anzuelo.

La tercera maniobra fue la denominada ley de amnistía. Ortega pretendía matar dos pájaros de un tiro, aparecer ante la comunidad internacional con una concesión, y a la vez recetarse una autoamnistía ante los delitos de lesa humanidad. La maniobra ni siquiera alzó vuelo.

A la parte, la represión generalizada, el asedio a excarcelados, nuevos encarcelamientos y ataques a actos religiosos, siguió en lo fino.

¿Qué propósitos perseguía Ortega con estas maniobras?

Pretendía, evidentemente, confundir a la comunidad internacional, con presuntas concesiones y, por esa vía, seguir ganando tiempo y, fundamentalmente, evitar sanciones al círculo de poder.

¿Cuáles fueron los resultados que obtuvo?

Por un lado, el régimen no doblegó ni la voluntad, ni la dignidad, ni el espíritu de lucha de los rehenes excarcelados. Tampoco doblegó el espíritu de lucha del pueblo.

Por su parte, el gobierno norteamericano sancionó a 4 esbirros del régimen. Y si bien el director de telcor y la ministra de salud son responsables de actos en contra de derechos humanos, son de segundo nivel en los círculos de poder del régimen. Muchos se preguntan por qué no se incluyeron militares en esta ronda.

El tercer resultado fue inesperado: Canadá, un país reconocido por su moderación a nivel internacional, impuso sanciones a 9 jerarcas del régimen, incluyendo 3 miembros de la familia en el poder.

¿Qué conclusiones podemos extraer?

Las maniobras de Ortega resultaron fallidas. Es evidente que la vieja capacidad de Ortega para engatusar con sus maniobras es cosa del pasado. Solo le quedan los gastados discursos que casi ya nadie escucha. Y sus fuerzas represivas. Esta es la buena noticia.

La mala noticia es que sigue ganando tiempo. Y ese no es un dato menor.

La pregunta que sigue es la de siempre ¿Qué hacer en estas circunstancias?

Queda mucho por hacer. Ya seguiremos hablando del tema. Por hoy, enfatizaremos lo siguiente: Debemos forzar la marcha para constituir una organización política, abierta y declaradamente política, con dos propósitos fundamentales: derrotar a Ortega y construir la democracia. Esa organización política debe ser incluyente y ofrecer a los nicaragüenses un programa de cambio democrático, viable, profundo y creíble. Esa organización debe concertar una estrategia de lucha, en todos los flancos. Debe ejecutar un plan de organización que incluya territorios, gremios, movimientos sociales y nicaragüenses en el exterior. Y en cuarto lugar debe juntar liderazgos con capacidad, garra, credibilidad e integridad. Esa es la tarea del momento.

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