En Nicaragua, las personas LGBTIQ+ enfrentan en silencio y muchas veces, sin atención médica adecuada, enfermedades que el sistema de salud ni siquiera reconoce como prioritarias.

Depresión, ansiedad, VIH, trastornos alimenticios y adicciones afectan de forma desproporcionada a las disidencias sexuales, señala Tania Irías Guerrero, integrante del grupo lesbicofeminista Artemisa.

No se trata solo del “miedo” al rechazo por su orientación o identidad sexual, sino que las consecuencias están también en el cuerpo y en la salud mental.

“Si nos sentimos atraída por una chica y luego eso nos da miedo, porque afuera la gente dice que es malo, nos quedamos con lo que viene de afuera nada más. Y si lo que llega de afuera es que eso es malo, entonces, te quedas sola sintiéndote mala sin saber cómo enfrentar eso”, relata la activista lesbofeminista exiliada. 

Desde su experiencia, el sistema de salud no está preparado para atender a personas LGBTIQ+ con dignidad. En una ocasión cuando acudió al ginecólogo fingió que “quería quedar embarazada” y que estaba en una relación heterosexual.

“Inventé que quería quedar embarazada para que el médico me atendiera con mejor trato. Y además, todo el tiempo tenía que fingir que estaba en una relación hetero, cada vez que iba a los controles para que me dieran las pastillas anticonceptivas (…) Un día que dije que era lesbiana, el médico me dijo, supuestamente en buen tono: ‘¡Ay, disculpa!, porque a las personas como ustedes tenemos que tratarlas diferente'», recuerda.

El estigma y la discriminación que enfrenta esta población siguen considerándose como los principales obstáculos que les impiden acceder a servicios de salud adecuados.

“No hay en el ámbito de salud ningún protocolo de atención”, señala Irías. 

¿Qué enfermedades enfrentan en el silencio?

Las personas LGBTQ+ tienen un riesgo significativamente mayor de padecer problemas que afectan su bienestar mental, emocional y social, tales como: 

  • Suicidio e ideación suicida.
  • Trastornos del estado de ánimo y ansiedad.
  • Trastornos alimenticios.

“En Nicaragua ni siquiera se puede hablar de eso (el suicidio), porque si vas a buscar en los registros, las personas aparecen con su nombre en masculino si eran chicas trans y si son lesbianas, como no se menciona la identidad ni se habla de qué era lo que estaba pasando. Eso queda como si pasara por cualquier cosa”, enfatiza Irías. 

Las depresiones y la ansiedad, incluso los cuadros psíquicos depresivos de personas de la comunidad LGBTIQ+ —agrega Irías— son vistos o son menospreciados, incluso, médicamente.  “Es como si nos lo buscáramos por haber desacatado las normas heterosexuales”, enfatiza la activista lesbofeminista. 

El 3 de junio de 2025, la comunidad LGBTIQ+ de Nicaragua lamentó la muerte de Keysi Fernández, quien ostentó el título de Miss Teen Gay Nicaragua 2023.

Fernández murió tras librar una batalla contra problemas de desorden alimenticio y ansiedad, un claro ejemplo de lo que sufren en silencio. “Sufro desorden alimenticio, peso 95 libras y sufro de muchos dolores de cabeza todo de la mano con el estrés”, había escrito en sus redes días antes de su deceso. 

Los trastornos alimenticios y las adicciones también aparecen con frecuencia. En parte, por la presión de encajar en modelos de feminidad o masculinidad idealizados. “Yo me acuerdo de otra compañera que de hecho también murió por complicaciones de la anorexia. Era una chica trans de Chichigalpa y era porque también, bueno, en ese modelo de la construcción identitaria”, destaca la activista.

Según Irías, las personas disidentes sexuales también enfrentan con frecuencia el consumo problemático de alcohol y otras sustancias.

“Hay entre la población LGBTIQ+, como hay también en el exterior con la población migrante, un alto consumo de alcohol y en Nicaragua un alto consumo de otros estupefacientes, porque pareciera que estar ausente es la única forma que te permite sobrevivir”, señala Irías. 

Diagnósticos se minimizan 

La activista nicaragüense agrega que los diagnósticos muchas veces se minimizan, los tratamientos se condicionan a ocultar la identidad y la atención psicológica, cuando existe, se da desde un enfoque moralista. “La atención psicológica que te dan es más bien una atención sancionadora, siempre como para decirte: ‘bueno, vos te lo buscaste’”, dice Irías.

Muchas mujeres trans también sufren en silencio ciertas condiciones, enfermedades e infecciones que atacan el sistema inmunitario como sucede con el VIH. “En Nicaragua yo cuento al menos siete mujeres trans que han muerto de VIH en 16 años que tengo de activista”, señala.

Irías recordó el caso de una mujer trans que se fue adelgazando poco a poco. Una vez, en una reunión, dijo: ‘Sí, estoy enferma, pero de lo que estoy enferma a ustedes les vale, no es asunto de ustedes’. 

La negación también llega con la muerte y evidencia cómo sus cuerpos son “vulnerabilizados”. A una joven trans, cuya familia nunca reconoció su identidad, la enterraron con su nombre de nacimiento.

“Siempre la trataron como hombre y resulta que nunca supe que tenía VIH hasta cuando ya casi se había muerto”, agrega Irías. 

Cuando se mueren, nadie quiere decir que eran lesbianas, trans o gays.

Se borra su historia, explica Irías tras recordar a una mujer trans que al morir le cortaron su cabello. 

Acceso a la salud es discriminatorio

Las personas LGBTIQ+ experimentan una serie de desigualdades en salud, incluso más complejo que cualquier otra persona heterosexual. 

Para cambiar esta realidad, según la activista, se necesitan políticas públicas claras, educación sexual integral desde la escuela, capacitación al personal de salud y voluntad política. Ni siquiera la Procuraduría de la Diversidad Sexual que existe en el país hace algo real por las personas de la diversidad sexual, indica.

“Este año se le cumplen a Samira Montiel sus 15 años de procuradora sin que haya hecho nada. En el 2010 ella dijo que el tiempo de la visibilidad de las mujeres lesbianas ya había pasado, y si comparas entre qué ha cambiado del 2010 al 2025, no ha cambiado absolutamente nada”, denuncia Irías.

La activista nicaragüense lamenta que en el país tampoco exista un sistema educativo que afirme sus identidades. “Siempre tenemos que estar encerradas, escondidas y con miedo de nombrarnos quiénes somos”, puntualiza Irías.

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La Lupa Nicaragua