Periodistas madres exiliadas: El dolor de dejar a sus hijas e hijos en Nicaragua
Madres periodistas que han sido obligadas a exiliarse han tenido que dejar a sus hijos e hijas, por lo que son juzgadas por la sociedad
Madres periodistas que han sido obligadas a exiliarse han tenido que dejar a sus hijos e hijas, por lo que son juzgadas por la sociedad
Jacqueline cumplirá un año de no poder estar con su hijo. Esa es una de las consecuencias que deja el exilio para las periodistas madres de Nicaragua que huyen del régimen Ortega-Murillo y es una de las historias que recopila estudio Exiliarse para sobrevivir: Experiencias de mujeres periodistas nicaragüenses, una investigación realizada por La Lupa.
Las dificultades que implicaba salir del país para Jacqueline, le impedían llevar al menor, ya que si migraba con él, significaba llevarlo a casas de seguridad, trasladarlo a lugares peligrosos y arriesgarse a que la Policía la detuviera y él viera su arresto, una de las cosas que menos quería.
«No quería que le pasara nada a mi hijo y que viera una situación en que llegaba la Policía a meterme presa, como lo hicieron con mis colegas cuando llegaron a buscarlas, como si fueran el Chapo Guzmán», relata.
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Salir de Nicaragua de manera regular a través de puestos fronterizos no era una opción, hacerlo significaba parar en alguna de las cárceles del régimen y perder su libertad de manera indefinida, como lo habían hecho anteriormente otras personas de prensa. Y por los riesgos que suponía el tránsito irregular, se despidió de Fabián, su único hijo de entonces 14 años.
Jacqueline en aquel momento de 38 años y periodista del diario La Prensa no fue la única que se exilió sola a pesar de ser madre. Toda una sala de redacción de periodistas de ese mismo diario se estaba marchando también.
Era el 14 de julio de 2022 y solo una semana antes la Policía había arrestado a dos conductores del medio, Carlos Lam y Mario Sánchez. Los rumores de otras personas arrestadas y de una lista con periodistas próximos a ser capturados se extendía. Jacqueline no la pensó dos veces, no quería ser una presa política más.
«Pensé mucho en que no quería estar presa y hacer sufrir a mi mama o dejarla sola. Era mejor que estuviese fuera, libre y ayudándola a ella, que estar presa y haciéndola sufrir. Siempre pensaba eso», expresa.
Aunque fue el 14 de julio del año pasado que salió de Nicaragua, desde una semana antes de esa fecha Jacqueline no miraba a Fabián, ya que estaba en una casa de seguridad.
Y si bien su deseo de estar con él era constante, a la hora del viaje se dio cuenta que tomó la decisión correcta. Solo para ir a Costa Rica tuvo que pasar por ríos, subir montañas altas de lodo, viajar a caballo durante más de dos horas y una vez en el país vecino, el trayecto no terminó, sino que tomó un avión a España. Actualmente ese es el país en el que continúa viviendo.
Desde entonces, Jacqueline se comunica con su hijo a través de videollamadas y mensajes, y si bien el dolor que siente por la ausencia y la distancia es grande, saber que su hijo está seguro le es suficiente para aguantar todo lo anterior.
Sin embargo, la experiencia de la maternidad pesa más que la paternidad para las y los periodistas, especialmente en contextos dictatoriales como los de Nicaragua.
Para Jacqueline, seguir ejerciendo su profesión en el país y a la vez ser madre, le costaba constantes juzgamientos y cuestionamientos que ponían en duda sus decisiones como madre, a diferencia de sus compañeros hombres que a pesar de también tener hijos e hijas no eran juzgados, ni cuestionados.
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«Cercanos me dijeron que renunciara porque la situación (del país) se estaba recrudeciendo, pero al final fue una decisión personal. En nuestro ámbito eso pesa mucho. Me reclamaban: ¿Por qué haces eso? ¿No pensás en tu hijo? Cuando sos mujer te dicen: ¿No pensás en tu hijo? Pero eso no se lo dicen a los hombres», cuenta Jacqueline.
Mientras a ella le cuestionaban si no pensaba en su hijo por seguir haciendo periodismo en Nicaragua, a sus compañeros que son padres le decían «¡Qué valiente que sos! ¡Cómo te enfrentas a eso!». Incluso colegas mujeres responsabilizaban a Jacqueline de lo que le sucediera mientras hacía coberturas, pero a los otros periodistas no le decían nada.
Los juzgamientos sobre las decisiones que toman las periodistas madres está en la experiencia de varias mujeres que recurrieron al exilio. Anahí de 26 años fue otra periodista de La Prensa que tuvo que exiliarse a Costa Rica en julio del año pasado, debido a la cacería de la Policía orteguista contra las personas de prensa.
Al decidir no llevarse a su hija pequeña fuera del país de forma irregular y en condiciones de riesgo, fue tachada de «mala madre» y de “haberla abandonado”, juicios que no son emitidos a los periodistas hombres que dejan a sus hijos e hijas en las mismas circunstancias.
“Como madre, creo que cada quien toma la decisión que cree la más adecuada. La gente dice «esta mujer es una mala madre porque no se llevó a su niña», pero yo no me podía llevar a mi hija sin saber en qué condiciones iba a estar. Como adulta puedo soportar ciertas cosas, pero no me perdonaría ver sufrir a mi hija por mi culpa”, expresa.
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Además, cuando se dio el exilio masivo de decenas de periodistas el año pasado, la hija de Anahí no tenía pasaporte, lo que iba a costar que después se regularizara, otra razón por la que no estaba dispuesta a exiliarse acompañada.
Por otro lado, no quería desestabilizar la vida de su hija, ya que en Nicaragua tiene a sus familiares, amigos y amigas y escuela, mientras que si migraba tendría que adaptarse a un nuevo entorno, en un país ajeno y en condiciones precarias.
A pesar que el señalamiento de ser “mala madre” persiste en muchas personas, Anahí cuenta que no se siente así. “Sigo pendiente de ella, no la he abandonado, siempre hablamos y ella entiende que es por necesidad y por trabajo, no porque yo quiera”, dice. También cuenta con el apoyo de su familia, por lo que sabe que su hija está bien cuidada.
“Me siento bien estando aquí en Costa Rica y sabiendo que mi hija está bien en Nicaragua con mi familia y que no le falta nada. Así estoy yo trabajando, en libertad, y ella puede tener lo suficiente para estudiar, no le falta pues nada”, manifiesta.
Aunque Anahí agradece los cuidados y la seguridad que recibe su hija, reconoce que emocionalmente es difícil estar separada de ella, y los primeros meses de exilio fueron especialmente duros.
La joven periodista cuenta que lloraba con mucha frecuencia y se preguntaba con frecuencia si había tomado la mejor decisión. “Me decía “¿Qué estoy haciendo aquí? Mi hija algún día me va a preguntar ¿Por qué te fuiste?” Pero con el tiempo una se da cuenta de que es por seguridad de la familia y por mejoría también”, reflexiona.
Si bien los planes de reencontrarse con su hija no están definidos por la caza que mantiene el régimen Ortega-Murillo contra la prensa independiente, Anahí no pierde la esperanza de juntarse con su familia pronto, al igual que Jacqueline y otras periodistas madres que han tenido que dejar a sus hijos en Nicaragua para asegurar su libertad.