Los sentimientos de culpa, nostalgia, tristeza, abandono, deseo de retorno e inadaptabilidad acompañan constantemente las mentes y los cuerpos de muchas periodistas en el exilio. A pesar que algunas llevan varios años fuera, el duelo que supone el exilio las ata a Nicaragua con sentimientos no resueltos que les impide continuar con sus vidas, formar planes y establecerse para un futuro, indica el estudio Exiliarse para sobrevivir: Experiencias de mujeres periodistas nicaragüenses, una investigación realizada por La Lupa.

El estudio cuenta con 11 entrevistas de periodistas exiliadas en España, Estados Unidos y Costa Rica, y con 23 periodistas encuestadas que también se encuentran fuera del país. Todas ellas cuentan su experiencia como periodistas y mujeres en el exilio masivo que han atravesado las personas de prensa desde 2018.

Al momento de salir del país, la mayoría pensó que sería temporal y que muy pronto volverían a sus hogares para reunirse con sus familias. Sin embargo, los riesgos de realizar periodismo independiente en Nicaragua bajo el régimen Ortega-Murillo continúan más vigentes que nunca, y ninguna de ellas ha vuelto a casa.

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“Cuando venimos (a España) yo pensaba que volvía (a Nicaragua) mañana. Me acuerdo que al inicio no quería comprar ni una escoba porque decía ¿Y cuando regrese dónde meto todo eso? Vivía pensando en que el retorno iba a ser pronto, pero después me fui resignando”, dice Amalia de 43 años, periodista que se exilió en España en 2018.

Después de 13 años trabajando en el extinto El Nuevo Diario, Amalia nunca pensó que por exponer las violaciones a derechos humanos cometidas por el Estado en 2018 podría ser detenida. Para evitar un arresto, tuvo que salir de Nicaragua en diciembre de ese año a Costa Rica y luego a España junto con su esposo, donde les concedieron refugio.

En su primer año fuera de Nicaragua, la sensación de que regresaría pronto era frecuente y “vivía en función del retorno”, pero al ver que la situación más bien empeoraba, fue abandonando esa idea poco a poco. Aunque ahora está consciente que en el país no hay condiciones para volver, su deseo de estar en su tierra natal está siempre.

Anahí de 26 años, tampoco compra nada en los lugares que vive, por una parte como una forma de negación de su exilio, y por otra, porque sería aceptar que se va a quedar por un largo tiempo en el país que la acoge, Costa Rica.

Cada vez que se muda, busca apartamentos amueblados, y aunque ya va a cumplir casi un año de estar fuera de Nicaragua, todavía se resiste a comprar muebles, electrodomésticos u otros objetivos para su vivienda.

“Siempre busco amueblado porque si compro cosas es porque me voy a quedar aquí y yo no me quiero quedar. Tengo ese sentimiento de que quiero regresar a Nicaragua. Entonces, siempre busco el apartamento amueblado, porque yo no quiero comprar nada. Me he comprado unas pailas, tazas, vasos, platos, pero no cosas grandes como un refrigerador, una cocina. No quiero eso”, expresa.

“Es temporal”, la idea de muchas

La idea de Anahí de regresar a Nicaragua está relacionada con la manera en que se fue del país. Tras las múltiples detenciones al personal de prensa y de medios de comunicación el año pasado, Anahí se vio forzada a irse repentinamente.

Según ella, ni siquiera se llevó una maleta con ropa y su equipo de trabajo, simplemente se fue con una mochila y algunas prendas, ya que sus planes consistían en volver a su casa en tres meses, que luego se volvieron seis y que actualmente va a cumplir un año.

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“Yo decía «si esto es temporal, tal vez en tres meses vengo». Después salí de manera ilegal de Nicaragua como todos los periodistas porque no nos íbamos a exponer a cruzarnos por la frontera legal. Y salimos como nunca pensé salir, como delincuente, con coyotes y todo”, expresa.

Tener esa idea en mente, no les permite a las mujeres construir redes en los países que viven, construir proyectos de vida y establecerse de forma definida, lo que es sustancial para tener al menos un poco de estabilidad.

Para tener una cercanía con Nicaragua, otras periodistas se quedan en Costa Rica, para estar cerca de sus familias y estar con la comunidad de nicaragüenses en ese país, especialmente grupos de periodistas nicaragüenses, como en el caso de Aidalina, una periodista de 29 años que se exilió por segunda vez el 21 de junio del 2021.

“Una de las razones por las que elegí Costa Rica fue por la cercanía con Nicaragua, es una manera de ver a mi familia y he notado que en Costa Rica hay una comunidad nicaragüense bien fuerte y cercana. He visto que esos grupos se han ido consolidando”, expresa.

Desde el exilio, todas ellas, Amalia, Anahí y Aidalina, continúan ejerciendo el periodismo en medios nicaragüenses, también como una manera de continuar conectadas con el país. “Estoy ejerciendo mi carrera y trabajando por Nicaragua, siempre con la esperanza de regresar un día a mi país”, dice Aidalina.

Culpa, una mochila de emociones sin procesar

La culpa de haberse ido del país y haber dejado a sus familias persigue a muchos periodistas. Michelle Polanco de 37 años, señala que aunque se exilió desde agosto de 2021, ese sentimiento todavía persiste.

“Al principio tenía un sentimiento de culpa porque sentía que los dejé, que los abandoné, que dejé a Nicaragua en general. Sigo sintiéndome así y es algo que hay que lidiar”, señala. 

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Al igual que las otras periodistas, Polanco continuó trabajando en el periodismo y en medios de comunicación para sentirse conectada al país. Pero el trabajo diario no siempre le permite procesar todas las emociones y duelo que supone el exilio.

“Por las cosas diarias terminas como te terminas desconectando medianamente de  todo lo que está sucediendo allá (en Nicaragua) por el simple hecho de sobrevivir, de que tenés que  trabajar, de sacar adelante a tu gente”, explica.

Muchas expresan sentimientos de no pertenencia en ningún lado, ni en el país que dejaron, ni en el país en el que están. Por un lado, por la falta de avances en la democracia en Nicaragua que no les permite regresar, y por otro, la constante esperanza de que todo va a mejorar y pronto van a volver, por lo que no vale la pena establecerse.

Si bien la idea de regresar se encuentra en todas ellas, algunas ya se establecen metas personales y laborales a mediano y largo plazo, y continúan lentamente ejerciendo sus proyectos de vida.

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