Nydia Monterrey: “Hemos tratado de sobrevivir porque el exilio es duro”
A tres años de la Rebelión de Abril, Monterrey relata lo que ha significado el exilio.
A tres años de la Rebelión de Abril, Monterrey relata lo que ha significado el exilio.
Nydia Elisa Monterrey Guillén, de 27 años, es sobreviviente al ataque en la Divina Misericordia. Un hecho perpetrado por oficiales al mando del régimen de Daniel Ortega contra estudiantes universitarios atrincherados en la UNAN-Managua, el 13 de julio de 2018, que duró 17 horas, supo que no era seguro estar en el país y se exilió en Costa Rica.
La joven, que se unió a la insurrección cívica junto a su hermano Carlos Andrés Monterrey, explica que es difícil asimilar aquellos acontecimientos cuando fueron brutalmente atacados por fuerzas policiales y parapoliciales, pues fue como “saludar a la muerte”.
Actualmente, Monterrey es presentadora de la plataforma informativa Hora Cero, un espacio satírico que se hace desde el exilio.
Empecé en las protestas de la Upoli. Yo estaba en Bluefields, y no sabía bien lo que estaba pasando, no había puesto atención a las noticias de la reforma del INSS, yo llegué a Managua como el 15 de abril y no le puse mente.
A mí me indignó que apalearon a mi hermano menor, que estaba en primer año de comunicación de la UCA, cuando estaba protestando con sus amigos afuera en el portón en el momento que llegó la Juventud Sandinista a tirar piedras y destruyeron el portón.
Ese día yo miré que él estaba triste, en la noche no comió y lloraba como de rabia, indignado. En la mañana del 19 de abril, se fue a la UCA a reunir chavalos para protestar, y nosotros sin saber en la casa hasta que lo miré en las noticias dando entrevistas cuando llegaron los antimotines.
Con esa indignación y esa rabia me uní en las protestas y fui a la Upoli, desde ahí empecé a ayudar a los afectados por los gases y empecé a crear puestos médicos en las afueras de la Upoli. Seguí en todas las protestas hasta atrincherarme en la UNAN desde el 10 de mayo hasta el 13 de julio que nos sacaron.
Yo desde mi ingenuidad, había gente adulta que me decía: “Tené cuidado, chavala tapate la cara, no te metas en eso, después viene una cacería de bruja”.
No es lo mismo vivirlo que te lo digan, para mí una persona que entiende de derechos, yo pensando que estaba en un país donde era sujeta de derecho, pensaba que ya se iba a terminar porque era inconcebible ante el mundo y ante cualquier lugar que un presidente estuviera dando la orden de matar a sus ciudadanos, a jóvenes, estudiantes.
Desde mi ingenuidad, como te digo, yo pensaba que iban a ser unas semanas de protestas y que iba a haber un cambio de gobierno, que iba a darse una respuesta más drástica en ese momento, como adelantar elecciones. Solo sentía que iba a funcionar.
Como que uno todavía, después de tres años, no lo termina de asimilar los acontecimientos, es todo un proceso, porque ese día fue saludar a la muerte y decir inconscientemente hasta aquí llegué y de cierta manera rebobinar el casete rapidito de lo intenso que habían sido los últimos tres meses y preguntarte si en realidad había valido la pena estar ahí, sacrificar tanto, dejar tanto.
Es durísimo, recordarme que mi mamá estaba viendo mis transmisiones en vivo en Facebook o recordar que mi hermano se despedía de mis padres y mi otro hermano mayor, es duro todavía. Yo siento que a tres años desde mi punto de vista es una situación que uno sigue procesando, que uno sigue de cierta manera asimilando.
Yo en ese momento sentía que había valido la pena, que era mejor perder la vida por una causa justa que vivir sin causa, es duro recordarlo. Siempre estuve con mi hermano atrincherada en la UNAN y sobrevivimos juntos al ataque en la iglesia, luego salimos juntos a Catedral hasta salir del país juntos.
De algunas sé, de otras personas como que no volví a saber, es difícil recopilar la historia de tantos, porque éramos muchos, pero hay algunos que tienen una historia parecida que son los que están batallando en depresión porque perdieron sus carreras, los borraron del sistema y los expulsaron, y es horrible porque te borran una parte de tu vida por la que te habías esforzado muchísimo.
Otra parte, que estamos aquí exiliados y nos conocimos estando atrincherados, pues hemos tratado de salir adelante, de sobrevivir, porque de por sí el exilio es duro, entonces, de cierta manera uno tiene que darle un break a la lucha, porque si uno sigue luchando de la misma manera que lo hacías en Nicaragua, no comes en este país que es tan caro. Y otros siguen allá sufriendo asedio.
Yo creo que sirvió en su momento, es que sí sirvió porque nos hizo abrir los ojos a muchas personas y yo me incluyo, porque yo era una persona que estaba cómoda en mi realidad y mis privilegios, como era emprendedora y tenía mi propio negocio, yo sentía que nada de lo que pasara en el mundo me afectaba a mí porque no le trabajaba al Gobierno, y esa es una idea equivocada, es falta de cultura política que tenemos los nicaragüenses, pensar que todo nos compete o que nada nos compete.
Yo creo que sí sirvió para abrirnos los ojos a muchos, demostrarnos que era una estabilidad disfrazada lo que venía haciendo el Gobierno y mostrarle a todo el mundo la verdad, la corrupción en la que está envuelto todo este Gobierno.
Sirvió para demostrarnos como país que somos capaces de lograr muchas cosas si nos unimos, si estamos unidos hacemos temblar ese país, pero lamentablemente, después de tres años es difícil guardar las esperanzas y decir que vamos a tener un resultado de esa explosión de abril, pero sí sirvió, la cuestión es que no estamos viendo los resultados al plazo que esperábamos, pero yo creo que sí.
Después del 14 de julio que nos entregaron en la Catedral estuvimos en casas de seguridad, pero no era seguro seguir en Managua, igual las casas de seguridad las allanaba la Policía y se llevaban a los chavalos, entonces, nuestras familias vieron la necesidad de sacarnos del país urgente.
El 21 de julio salimos del país, pero el 20, un día antes, nos mandaron un mensaje que decía: mañana los pollos tienen que estar listos a las ocho de la mañana, porque en la granja del vecino los van a comprar, todo en clave, porque la gente decía que estaban interviniendo los teléfonos.
Nosotros éramos los pollos y la granja del vecino era Costa Rica, fue duro porque solo nos dieron una maletita con una mudadita de ropa, nosotros no entendíamos bien lo que estaba pasando, no sabíamos cómo era que íbamos a salir del país sin visa, sin pasaporte, sin boleto.
Nos llegaron a buscar en un microbusito como que íbamos a un encuentro religioso, con biblias. Fue horrible pasar por Diriamba y ver esos paramilitares encapuchados en el parque, armados, pero bajando todos los santos del cielo, no nos detuvieron hasta llegar a la frontera y en ese momento entendimos que nos iba tocar caminar.
Era noche, caminamos un montón en un lodazal, y nosotros pasamos a pie la frontera, hasta que nos dijeron están en suelo tico.
Dios mío, te puedo decir como una cosa tras otra. Una de las cosas más duras del exilio, para mí, ha sido no tener identidad, es como no saber quién sos, o sentirte que no sos nadie, porque cuando nosotros venimos aquí solamente teníamos una esquela que decía la fecha de nuestra entrevista, pero ese papel no valía para nada. No valía para que sacaras dinero en el banco, no valía ni para cambiar 20 dólares, porque con tu cédula nicaragüense no lo podés hacer.
En mi caso, soy psicóloga, y cuando llego aquí las personas me dicen aquí no sos psicóloga, aquí tenés que buscar trabajo de lo que sea. Entonces, yo que me maté (esforcé) estudiando en la UCA, manteniendo una beca con un promedio alto, de pronto verme limpiando una casa, y no es que no sea un trabajo digno, sino que tenés que asimilar en tu mente que cinco o seis años invertidos, no solo en tiempo, en calidad, en dinero, en todos los aspectos y te digan que aquí no sos psicóloga, entonces, quién soy y eso es durísimo, sentir que no perteneces a este lugar, que no tenés vecinos y amigos.
El sentido de pertenencia, cuando no te acoplás a esta nueva sociedad para mí es durísimo. Luego todas las dificultades, de acceso al trabajo, a la salud, a la educación, que es carísimo todo. Sobrevivir en este país es duro.
Me pasó por la mente todo el tiempo, todos los días me preguntaba si podía aguantar un día más aquí (en Costa Rica), pero ahorita tengo un bebé de nueve meses, hace nueve meses que soy mamá y ya no pienso solo por mí y al pensar en la calidad de salud que mi hijo recibe aquí, es increíble la atención de salud que mi bebé tiene aquí, los accesos a educación y todo lo demás, entonces me pregunto, en realidad mi hijo merece que lo lleve a un país en ruinas.
Ya he dado lo que he podido y tengo que seguir con mi vida también, entonces, qué te digo, por el momento que, gracias a Dios, hoy tengo trabajo, mi pareja tiene trabajo, esta estabilidad que tengo hoy nos ha costado en el exilio lágrimas, sudor y todo lo que te podés imaginar, entonces, ahorita ya no se me pasa por la mente eso de regresarme diario como antes que no era mamá.
De la forma en que yo me regresaría es solamente que Daniel (Ortega) ya no esté en el poder y que haya garantías de respeto de nuestra vida, de nuestra integridad y de la libertad, porque muchos se exiliaron debido a que tienen orden de captura, entonces al menos tener esas garantías mínimas de que va a haber respeto a nuestra integridad.
Otras podrían ser programas de reinserción, porque la gente que llega aquí, primero despatriados, luego lo que acabas de hacer dejarlo para volver allá (a Nicaragua) es como comenzar de cero, entonces, programas de reinserción laboral, educativa, eso sería excelente.
Mi última esperanza es ver qué va a suceder en mayo y la he hecho largo como tener esperanza hasta mayo, porque es el límite para que Daniel Ortega muestre las reformas o todo lo que se le ha pedido a nivel internacional, pero yo creo que sin garantías de elección sería una burla para todos nosotros los nicaragüenses que la oposición acepte ir a contienda sin las reformas que ya se han pedido.
Siento un panorama desalentador, de cierta manera decepcionante, yo que me involucro aquí en muchos espacios con exiliados, siempre estamos conversando el tema y sí es decepcionante ver una oposición que no termina de unificarse. Si no hay unidad entre nosotros, no podemos esperar ganar la batalla si no empezamos nosotros por tener unidad.