Yadiris Luis Fuentes nació en Pinar del Río (Cuba) en 1992. A los once años, bajo un árbol de naranjas amargas en la Cuba rural, le dijo a su abuela que sería periodista. No sabe de dónde le vino esa inspiración. Pasó su adolescencia escribiendo, sobre todo, poesía. Cuando ya era periodista consideró contar Cuba bajo una mirada distinta a cómo lo estaban haciendo los medios oficiales. Comenzó a trabajar en Cienfuegos y luego se trasladó a La Habana. Ahí empezó su calvario.

Con motivo del Día Mundial de la Libertad de Prensa, que se celebra el 3 de mayo, Yadiris habla con EFE sobre la tortura psicológica a la que fue sometida por la Seguridad del Estado cubano hasta que se marchó al exilio. Desde 2022 vive en España, donde trabaja para medios independientes cubanos.

Acoso y riesgo de ir a prisión

¿Cómo se vio empujada al exilio?  

Fue la presión de la policía política. En julio de 2022, días antes del primer aniversario de las protestas del 11 de julio de 2021, la Seguridad del Estado, el agente que se encargaba de mi caso, me presionó. Quiero acotar que estos agentes no usan nombres reales, sólo conocemos sus alias, usaban un alias para cada periodista, pero eran la misma persona. Quiero también dejar claro que cuando llevas un año bajo tortura psicológica, todo a tu alrededor está en riesgo, tú misma estás en riesgo, tu vida no te pertenece, pueden entrar a la casa en cualquier momento.

Entonces, el agente, junto al que supongo era su superior, me preguntaron dónde yo veía mi futuro y les respondí que en Cuba. Me dijeron que no, que en Cuba no podía ser, que decidiera hacia dónde me iba a ir. 

Ese día, me estaba buscando la coordinadora de Educación de la Embajada estadounidense en Cuba para hablarme de un curso para el que me había escogido el Departamento de Estado. Yo no tenía ni idea para qué era el curso, ni dónde era, ni nada. Justo una hora después de que me comunicaran que ella estaba buscando mi número de teléfono, aparece mi agente de la seguridad para decirme que me va a interrogar y que buscara un lugar donde irme. Yo había aplicado al programa de acogida temporal para periodistas en riesgo de Reporteros Sin Fronteras y no sabía todavía cuál iba a ser la respuesta.

Estaba en un punto en el que, si no iba presa, me iba a volver loca, estaba en un punto de quiebre. Me sentía todo el tiempo vigilada, acosada, perseguida.

Si vas a una embajada, te llaman por teléfono y te preguntan: «¿por qué estaba en tal embajada?». Saben todo lo que haces, bien porque tienen cámaras o porque dentro de tu círculo cercano alguien les cuenta. Pienso que esas personas son también víctimas. Habrá gente mala y habrá gente que está presionada.

¿Escoger dónde irme? ¡Como si nosotros pudiéramos escoger! Salir de Cuba es extremadamente difícil, es una isla-cárcel, tener un visado para cualquier país es muy complejo. Vi la posibilidad de Estados Unidos con un visado que me obligaba a regresar a Cuba, pero la letra pequeña decía que si eres perseguido político te podías quedar en el país. Ahí había una puerta de salida y sólo sabía que si no escogía podría ir presa. Estamos hablando de julio de 2022. 

En mayo, la Asamblea Nacional del Poder Popular había aprobado el nuevo Código Penal que incluye un artículo que criminaliza (sin decirlo expresamente) el ejercicio del periodismo independiente y del activismo, porque sanciona con penas que van de cuatro a diez años recibir dinero por hacer actividades contra la seguridad del Estado, es decir, financiar el periodismo. Ya todo el gremio periodístico cubano estaba con la soga al cuello. Ese diciembre entraba en vigor. 

La odisea de salir de la isla-cárcel

¿Algún trabajo periodístico concreto fue el detonante de su situación? 

No creo que haya sido algo específico porque la represión en Cuba no opera de una forma lógica. Si eres un opositor muy reconocido evidentemente vas a ser reprimido, pero, cuando vas bajando escalones dentro del periodismo independiente, hay gente que nunca ha sido reprimida o lo ha sido de forma muy soslayada. Hay otra muy reprimida, pero no responde ni a su importancia y muchas veces ni al mismo activismo. Es muy arbitrario. Yo creo que hay gente reprimida que no lo dice.

Estamos hablando de un régimen que se ha encargado de difundir miedo durante décadas. La gente en Cuba sigue hablando bajito. Entonces, un grupo de personas decide hablar, contar una realidad diferente a la que esbozan los medios de propaganda, que no son medios públicos, sino que pertenecen al régimen… Y pasó que la represión empezó después de las protestas. 

Yo había trabajado en Cienfuegos, allí habían preguntado por mí a personas de mi entorno, pero nunca la seguridad del Estado me había ido a ver. Llegué a La Habana en abril de 2021 y en octubre comenzó a hostigarme. La represión comenzó en octubre de 2021 y me fui de Cuba en septiembre de 2022.

¿Cómo llega a España? ¿Quién le ayuda? 

Llegué a España porque había aplicado al programa de Reporteros Sin Fronteras. Al final tuve que escoger entre Estados Unidos y España. Coincidían casi en fechas los eventos, no podía ir de un sitio a otro, y acepté la ayuda de Reporteros. La sensación de indefensión y de que te has quedado sola es increíble. Si no hubiese aplicado al programa, nadie me iba a salvar. Yo agradezco infinitamente el trabajo de Reporteros, pero si yo no aplico, no saben que existo.

En Cuba estamos tan alejados de todo, no sólo por la brecha digital que hemos tenido durante tanto tiempo con el resto del mundo o por las narrativas que ha hecho el régimen cubano, también por la izquierda romántica.

«No sabes si vas a salir de ahí»

¿Ser hombre o mujer es determinante ante una situación tan compleja, tanto en Cuba como en el exilio? 

Quizás sea mi percepción, creo que la represión a los hombres es más física y a las mujeres es más del tipo acoso. Mi agente de la seguridad del Estado me citó en febrero de 2022 para decirme: «Te vas a levantar cada día de tu vida teniendo miedo a que yo esté fuera de la puerta». No creo que eso se lo digan a un hombre.

Me llama el 14 de febrero por teléfono y no le respondo. Me habían desalojado (de la casa) en enero de ese año por no ir a un encuentro informal con él. Me citan para un interrogatorio en una estación policial porque he puesto como requisito que si quieren verme me tienen que citar en una estación policial, aunque sea ilegal. Si yo no tengo un caso penal abierto, no puedes citarme de esa manera. Aún así, si no asistes, te pueden multar o juzgar. No hay forma de agarrar eso porque operan en la sombra y siempre intentan tener encuentros que no sean visibles.  

Te citan en una casa de protocolo, esas casas que habilitan para grabarte sin consentimiento. Vas en condición de secuestro, no sabes si vas a salir de ahí, te quitan el teléfono, no tienes comunicación con el mundo exterior, estás en un sitio que no conoces, y somos mujeres. 

Cuando me desalojaron logré ir a otro sitio donde no me pudieran sacar. Hablan de mí en las redes sociales, pero no puedes decir nada porque no tienes la prueba fehaciente de que es la seguridad del Estado. Escriben perfiles que tu no tienes agregados, que no conoces, te llaman desde números que no tienes registrados, te acosan. No sé si esto le ha pasado a los hombres, yo conozco casos de mujeres y conozco el mío. Pero sí creo que varía la represión entre hombres y mujeres. Hay relatos de secuestros de hombres en la calle, que les han puesto algo en la cabeza, la intimidación es diferente.

El miedo

¿Los acosadores son hombres? 

Las referencias que he tenido de represoras mujeres, que tiene que haberlas y muchas, son de hombres. En mi caso siempre, siempre, han sido hombres. 

¿Ha tenido miedo? 

No. El miedo se pasa después, cuando sales de ahí, cuando empiezas a pensar lo que ha dicho mi agente de seguridad sobre un supuesto expediente. Decían, por ejemplo, ¿qué dice el expediente esta vez?. Yo me envalentonaba y respondía: «a ver, cuéntame». Pero cuando sales y te quedas sola, una vez más, empiezas a darle vueltas a la cabeza todas las amenazas que te hicieron, porque la mayoría son veladas: «¿Cómo te va en el nuevo barrio?, ¿Te llevas bien con los vecinos?, ¿Cómo está tu mamá, está enferma?». Cada pregunta que hace la seguridad del Estado puede tener detrás una amenaza. 

Cuba se vacía

Además de su mamá, ¿Qué más ha dejado en Cuba?

Yo no me quería ir. En el exilio, se extraña muchísimo todo, la comida, hasta lo que no te gustaba, hasta lo que no te interesaba. Cuba ya no es el país que yo tuve, ya no me quedan amigos porque todos han emigrado. La gente se va porque todo tiene un perfil político detrás, no tienes derechos civiles ni políticos, pero también hay un componente económico muy fuerte. Todo el mundo se va, todo el que puede, y mientras más joven, mejor.

Noches en vela y fuentes anónimas

¿Ha podido seguir ejerciendo el periodismo? 

Sí, he seguido trabajando desde España. Es complicado, agotador, porque estás lejos de las fuentes que tenías, porque estás a seis o siete horas de diferencia de Cuba. Vives en un país y trabajas para otro con los horarios del otro, hasta como en horario cubano. Es como no haberte ido, es mucho más difícil. 

Mi ingreso viene del periodismo, trabajo doce horas o más. Contar Cuba desde España es complejo porque cuando llega cierto horario ya empiezo a sentirme cansada. También vivir en España no es barato en términos de vivienda. Los medios con los que trabajo han intentado que mis ingresos se correspondan con el sitio donde vivo.

¿Cómo se puede contar Cuba desde España si hacerlo desde allí mismo ya es difícil? 

Si no estás allí, no puedes oler, no puedes sentir, no puedes conversar con tus fuentes. Lo que yo hago mayormente está relacionado con violaciones de los derechos humanos a partir de reportes que nos llegan desde la isla de las personas que sufren acoso y hostigamiento. No ha parado la maquinaria represiva. Da igual que nos hayamos ido muchos, sigue existiendo gente que les hace frente. Y siguen destinando cantidades increíbles de recursos a reprimir a personas que hacen activismo pacífico. 

Hablamos de un país donde la gente ha perdido toda la esperanza, donde a veces es difícil trabajar por la conexión a Internet, donde la gente tiene miedo a hablar con la prensa independiente.

¿Cómo haces un periodismo ético en esas condiciones? Hay que estar protegiendo a las fuentes todo el tiempo, citando fuentes anónimas porque si das el nombre de alguien le estás buscando la cárcel. Tienes que cuidar a la gente que es capaz de hablar y darte información. 

Machismo, racismo y desahucios

La Revolución Cubana se destacó en su momento por dotar a la sociedad de una supuesta igualdad. ¿Qué opina? 

Cuba es un país muy machista, quizás no en lo relativo a brecha salarial porque todo el mundo gana mal. Es un país donde prácticamente eres un trozo de carne por ser mujer. Y decían que el racismo había sido radicado. ¡Mentira!

Cuba es un país extremadamente racista, donde el pelo rizado significa que tienes herencia negra.

Yo nunca he tenido problemas para conseguir trabajo ni me he sentido discriminada. Creo que sí ha habido igualdad de oportunidades en ese sentido, pero quizás hayan destacado más los periodistas hombres por otras razones, como por no tener que ocuparse de los hijos. Son cuestiones más soslayadas, más ocultas que no están sobre la palestra pública.

¿Las mujeres cubanas se apoyan entre sí? 

El proyecto Casa Palanca se creó en Cuba para apoyar a periodistas y activistas que estuvieran en riesgo, se hizo una campaña de recaudación inicial para comprar una casa para las periodistas desalojadas.

Cuando vivía en La Habana, ser desalojada y que te dejaran sin techo era lo más común del mundo. La presión de la seguridad del Estado son los caseros (a quienes obligaban a desalojar a las inquilinas). Esto tiene como fin neutralizarte, que te desconcentraras, que no tuvieras donde vivir, que fueras vulnerable. Provocaban el desahucio de las mujeres periodistas.

¿También desalojan a los hombres? 

La mayor parte de casos que he conocido son mujeres desalojadas, incluida yo. A Camila Acosta, de Cubanet, se lo hicieron muchas veces. Pero [retomando Casa Palanca] nunca se pudo comprar la casa porque no se recaudó el dinero. Y esa fue la prueba de cuán poco le importábamos a la gente. 

Hay casas en las que viven mujeres con sus hijos [con dinero donado], pero no se logró para las periodistas. Por lo general, cuando hacen recaudaciones de este tipo, por razones de salud u otras cosas, las donaciones vienen del exilio cubano. Nosotras, las periodistas, no les importamos a nadie

«No sé si volveré»

¿Hacia dónde va Cuba?, ¿Dónde se ve de aquí a unos años? 

No me veo, es una sensación de incertidumbre muy grande porque has tenido que irte del sitio donde tú querías estar, ese sitio que ya no se parece a lo que tú anhelabas o soñabas. Yo soy muy pesimista. Algún día tendrá que terminar la dictadura cubana y no sé qué va a venir luego, no sé si en ese entonces voy a querer regresar, no sé qué va a pasar. Me lo han preguntado muchas veces y no lo sé.

El exilio no es sencillo porque extrañas cosas, las cosas que te duelen. Es una sensación de no pertenecer, aquí la gente no se relaciona como yo me relaciono. Tienes una vida muy distinta, un contexto muy diferente al común de las personas. Relacionarte es complejo.

EFE
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