Enferma, durmiendo en el piso de una «traila» en la que le dan posada, sin empleo, sin ayuda económica o algún tipo de asistencia médica, se encuentra Martha del Socorro Ubilla, de 61 años, una de las 222 personas excarceladas políticas y desterradas a Estados Unidos, el 9 de febrero, por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

“Es horrible que te saquen así de tu país. Dejé toda una vida. Uno queda con una mano atrás y otra adelante, pasé de tener casa a andar posando ahora en una traila, y durmiendo en el piso junto con mis hijos. Nunca pensé en exiliarme. Siempre dije que no me iba a ir de mi tierra, que me iba a quedar para ver el cambio en Nicaragua, que no me iba porque ese es mi país, pero, ahora, por la forma que me sacaron, aunque agradecemos que somos libres de una cárcel, es como si sigo presa porque sigo sufriendo”, lamentó Ubilla.

Antes de ser expatriada por la dictadura, Ubilla estuvo encarcelada en el Distrito Tres de Managua, donde sufrió constantes torturas psicológicas y malos tratos de oficiales de la Policía orteguista, que la señalaban constantemente de “andar jodiendo”, únicamente por haber protestado por la libertad de sus dos hijos, que al igual que ella fueron víctimas de encarcelamientos políticos por participar de las manifestaciones sociales que iniciaron en abril de 2018. 

La justicia orteguista acusó a Martha Ubilla, el 13 de enero, tres días después de detenerla, de supuestamente “conspirar” y “cometer ciberdelitos” en perjuicio del Estado de Nicaragua y la sociedad nicaragüense. Sin embargo, no fue condenada y tampoco sentenciada, ya que fue expulsada y despojada de su nacionalidad por supuesta “traidora a la patria” 18 días antes de su juicio, programado para el próximo 27 de febrero.

“Aquí nos van a matar”

La excarcelada política relató que un día antes del destierro, el 8 de febrero, las 13 personas que estaban encerradas por motivos políticos en el Distrito Tres de la Policía fueron sacados de sus celdas, les tomaron la presión arterial, les preguntaron sobre sus problemas de salud, les hicieron exámenes físicos y posteriormente requisaron sus celdas. 

“Todos andaban raros. Nosotras teníamos confianza con un policía que no nos trataba mal, que decía que le dolía vernos ahí, y le preguntamos qué estaba pasando y solo pudo decirnos que no íbamos para el Sistema Penitenciario y tampoco para El Chipote”, recordó.

Ubilla asegura que pese a la zozobra que les causó el actuar policial lograron conciliar el sueño esa noche, pero, a eso de las 10:00 p.m. un grupo de agentes antidisturbios rodearon las celdas, los despertaron, les pidieron que se colocaran el uniforme azul de prisioneros, los esposaron y luego los subieron a un bus, en el que partieron a eso de las 11:00 p.m. rumbo a las instalaciones de la Dirección de Auxilio Judicial, conocido como El Chipote. 

“Allá en El Chipote me dijeron que si andaba ropa, les contesté que no y me buscaron un pantalón. Me sorprendió que nos sirvieron comida, todo, pero yo no quise comer, y como a las 3:00 de la mañana nos subieron a otro bus, y no mirábamos nada, taparon los vidrios con cartones, con plástico, con cortinas y nos montaron sin decirnos para dónde íbamos”, relató.

La excarcelada política recuerda que en ese bus iba sentada junto a la también en ese entonces presa política Cristiana Chamorro, quien, rememora, “lloró todo el trayecto, mientras le decía ´cálmese, cálmese, confíe en Dios que nada malo va a pasar´”.

En el bus en el que trasladaron a Ubilla solo iban presas políticas, tanto de El Chipote como del Distrito Tres, y, según su testimonio, iba escoltado a lo interno solo por policías hombres y por fuera estaban escoltadas por al menos seis patrullas.

Ubilla aseguró que en todo el camino que recorrieron intentó ver hacia dónde las llevaban y, al leer que ingresaban a la Fuerza Aérea, muchas pensaron e incluso dijeron: “¡Ay Dios! Nos vienen a matar aquí”,  aunque, posteriormente, se tranquilizaron al ver a una policía que, con folder en mano, las fue llamando una a una para que firmaran un documento.

“Me llamaron de tercera y cuando llegué frente a la policía le digo que voy a leer lo que quiere que firme, al principio se negó, pero luego ví que decía que yo daba permiso para que me hicieran toda la gestión para trasladarme a los Estados Unidos, entonces, inmediatamente dije que no, que yo no pedí eso, dije que no lo iba a firmar porque pensaba en mi hijo (Marvin Castellón) que estaba preso también, pensaba en que lo iba a dejar botado, pero me amenazaron diciendo que si no firmaba la condena se me iba a multiplicar, y al final firmé, todas lo hicimos, pero lloré amargamente cuando me bajaron de ese bus y así llorando subí al avión”, recordó.

Una vez dentro del avión, Ubilla se enteró que su hijo, Marvin Castellón Ubilla, quien tenía más de dos años encerrado en el Sistema Penitenciario Jorge Navarro, conocido como La Modelo, también se iría de Nicaragua. “Cuando me encontré con mi hijo en ese avión fueron lágrimas en abundancia. Estaba feliz de ver que él también venía en el avión, pero no dejaba de sentir preocupación porque me faltaba la niña, mi nieta, que yo estaba encargada de cuidar”, indicó.

“Pido que nos apoyen con lo que prometieron en el avión”

La excarcelada política asegura que la niña, de 10 años, corre peligro en Nicaragua porque nadie de la familia está en el país para cuidarla. Explicó que la menor quedó a su cargo desde que, a mediados de 2022, su hijo Marlon Castellón Ubilla, también excarcelado político, salió al exilio junto con su pareja, huyendo de la persecución de la dictadura. 

“La niña está con una vecina que me hizo el favor de cuidarla cuando me metieron presa el 11 de enero, pero ahora que me expulsaron y no hay nadie allá la niña corre peligro de que esta gente del Gobierno quiera quitarla y el problema de que no sé cómo traerla”, apuntó.

Ubilla abogó porque las autoridades estadounidenses o las organizaciones de la sociedad civil la ayuden a sacar a la menor de Nicaragua, para que se pueda reencontrar con ella, con su mamá y los demás familiares.

“En el avión, cuando nos subimos, nos preguntaron si teníamos o dejábamos familiares en Nicaragua, y yo en mi hoja puse a esa criatura, y nos dijeron que en 15 días nos iban a traer a Estados Unidos. También, nos dijeron que nos iban a ofrecer un lugar donde podríamos estar tranquilos y no estar sufriendo, y que nos iban a dar un poco de dinero para que pudiéramos sobrevivir un tiempo, porque nosotros fuimos expulsados con una mano atrás y otra adelante, nos ofrecieron maravilla, pero hasta ahora no nos han llamado ni avisado nada, ni del Gobierno ni de las organizaciones”, señaló.

La excarcelada política, junto a su hijo Marvin, por ahora se quedan en una traila junto a Marlon, su esposa y nieta, que llegaron en busca de exilio a Estados Unidos hace seis meses. Sin embargo, describe que la situación es dura para todos, ya que tienen que dormir en la mayoría en el piso porque solo hay una cama y el espacio es tan reducido que viven hacinados. 

Además, lamentó que por ahora solo su hijo Marlon labora, tres veces por semana, y los demás dependen solo de sus ingresos para comer y tener un techo donde dormir. “Aquí dicen que solo a las jóvenes les dan la limpieza de las casas, yo limpiaba tres casas a la semana en Nicaragua para llevarle las provisiones a Marvin a La Modelo, también lavaba y planchaba, y ahora no sé cómo voy a hacer”, lamentó Ubilla, reiterando su llamado a las organizaciones y autoridades de Gobierno de Estados Unidos a que la apoyen económicamente, con trabajo, con  atención médica o psicológica, y, especialmente, ayudándola a traer a su nieta a Estados Unidos, ya que está sola en Nicaragua.

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La Lupa Nicaragua