*Antes que nada, es justo y necesario aclarar que este texto dista de ser un análisis psicológico, solo es un blog escrito desde el sentimiento de un joven exiliado que, como muchos cientos más, ha perdido tanto a raíz de la convulsión sociopolítica en Nicaragua.*
La crisis nicaragüense ha significado y continúa significando un impacto enorme sobre la población, esto se ve reflejado en diversos ámbitos de la sociedad pero en esta ocasión me refiero a cómo ha causado detonantes en la tan delicada salud mental de las personas jóvenes y de los diversos abordajes sobre esta temática en específico.
Me posiciono en la semana pasada, cuando recibí una noticia que todavía hoy me causa mucha tristeza y molestia, que me hace pensar demasiado y cuestionar mis interpretaciones sobre las decisiones que tomen o no tomen las demás personas que están atravesando una situación igual o peor que yo; creo haber encontrado las fuerzas para escribir esto que tenía atravesado en mi mente y que solo con mi pareja había comentado.
He estado leyendo noticias de suicidios e intento de los mismos y en ese momento hay tantas posibles formas de reaccionar, además de una sensación de incertidumbre y enojo por el abordaje popular sobre la decisión que tomaron nuestros compatriotas. No pretendo ser el dueño de la verdad o el conocimiento absoluto, pero si considero importante, al menos para mí, el reflexionar sobre este tema:
¿Por qué muchas veces queremos buscar la respuesta que mejor le convenga a nuestras dudas sobre algo en específico?, ¿Qué nos da una superioridad moral para criticar la decisión de una persona por optar por el suicidio?, ¿Quiénes somos para aminorar los traumas, dolores y sentimientos que nuestros semejantes cargan consigo?, ¿Estamos siendo conscientes y consecuentes con nuestras opiniones sobre la vida de los demás?
Cada quien carga con sus traumas y dolores, además de reaccionar de forma diferente ante los mismos, considero que no es justo escudarnos en una burbuja de superioridad moral auspiciada por la experiencia propia para señalar a las demás personas sobre el por qué de sus decisiones; nadie, por mucho que lo intente, puede colocarse en el lugar de los demás para decir como debió o no debió proceder con su vida.
Así mismo, para mí es sumamente frustrante leer en las redes sociales como las personas usan estas situaciones para posicionar sus argumentos extremistas, sensacionalistas y/o políticos para obtener popularidad y causar empatía a través del dolor y el luto; en otras ocasiones me encuentro con comentarios en los que se utilizan argumentos fanáticos para satanizar las acciones que nuestros coterráneos lleven a cabo, nuevamente suponiéndose en una posición de supremacía moral, aclaro, lo digo como creyente.
Es una buena opción tomar en cuenta que nuestras lecturas y opiniones sobre las decisiones de nuestros similares se vuelven simplistas debido a que están basadas en el desconocimiento de los motivos, dolores, traumas y sentimientos que atormentan la mente de estos jóvenes y terminamos ofreciendo potenciales soluciones que creemos aplicables para todas las personas, cayendo en el discurso inconsecuente del “yo hubiese…”.
Para los nicaragüenses impera la incertidumbre y la zozobra, caminamos con heridas que no logran cicatrizar, muchos jóvenes cargan traumas demasiado fuertes y solo ellos saben lo que sienten; depresión, ansiedad y estrés post-traumático son solo algunas de las situaciones contra las que luchamos día a día y aunque quisiéramos, no es fácil sanar estos dolores.
Personalmente, creo que les debemos un poco de prudencia a todas las personas que han sufrido cosas que para nosotros son inimaginables, respetar las decisiones de los que ya no están con nosotros y no insultar sus memorias solo por la necesidad de siempre tener la razón.