El 18 de febrero de 2020, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus admitió que en el contexto de la pandemia, la «infodemia» estaba generando una gran cantidad de desinformación, que se estaba propagando más rápido que el virus.
En un artículo de opinión publicado en el diario El País, de España, el director de la OMS señaló que la “infodemia” generada estaba obstaculizando las “medidas de contención del brote, propagando pánico y confusión” de forma innecesaria. El término infodemia, se emplea para referirse a la “sobreabundancia de información”, dando lugar a la desinformación.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en el contexto de la pandemia actual, la desinformación puede afectar en gran medida todos los aspectos de la vida de las personas, en particular la salud mental.
La periodista argentina, Florencia Ballarino, explica que la infodemia es la “cantidad excesiva de información, muchas veces correcta, la mayoría de las veces no”.
“Dificulta que las personas encuentren fuentes y datos fidedignas, datos que sean buenos y correctos para hacer frente a la pandemia”, explicó Ballarino durante una conferencia en el marco del II Foro Argentino y IV Latinoamericano de Comunicación Responsable en Ciencia y Salud.
Junto a un grupo de expertos de la salud, los periodistas analizaron la “epidemiología de la infodemia” y hablaron sobre la manera correcta de encontrar esas fuentes confiables.
La iInfodemia tiene antecedentes
Cada uno de los panelistas coincidieron en que el fenómeno de la infodemia era un problema ya existente, pero cobró relevancia en el actual contexto de la pandemia.
Pablo Richly, jefe de la Clínica de Memoria del Instituto de Neurología Cognitiva de Argentina, explicó que este fenómeno ya estaba presentan debido a la “carrera de comunicar”.
Richly añadió que en el contexto de la pandemia hay índices de “gente que publica más por el impacto mediático, que por el impacto científico”.
“El impacto ya no es lo que importa a la hora de publicar, hay información que todavía no ha sido chequeada, que no pasó por el editor y estamos tomando mucha información, ya de por sí la información publicada, a veces, tiene errores y retractaciones, pero ahora es como que estamos manejando una calidad de información menor”, señaló.
Errores periodísticos
En al ámbito de la infodemia, los periodistas a veces suelen recoger información de las redes sociales, que veces son parte de “teorías conspirativas” que tienen su origen en una cadena que circula por Whatsapp.
“Lo vimos al inicio de la pandemia con las teorías conspirativas con respecto al origen del virus, por ejemplo, las formas de transmisión. Estas cadenas de información que se transmitían vía Whatsapp en cuanto a cómo te podías contagiar, la mayoría de las veces con datos falsos, rumores que se habían amplificado por las redes sociales” señaló Ballarino.
La periodista, Olivia Sohr del sitio web argentino Chequeado, explicó que la “avalancha de información” que circula a veces tiene su origen en la “ignorancia” de creer ciertas cosas que son falsas.
La desinformación que, al inicio de la pandemia, se regó como pólvora solo era una acción de “replicar rumores desde un lado más de la ignorancia y no necesariamente con una mala intención” enfatizó la periodista.
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“Era no necesariamente mala intención, como puede ser las recetas de la abuela, y decir que puedes comer ajo para trata una gripe, y decir que podés tratar el virus de esa forma es una desinformación y es peligroso, pero digamos que pudo ser producto de la ignorancia”, ejemplificó Sohr.
¿Cuándo vale la pena salir a desmentir?
Sohr considera que conviene en este proceso hacerse esta pregunta como periodista, pues en el ejercicio periodístico existen unas “burbujas informativas”, cuya información, que no parte de una “agenda informativa”, no suele llegar a toda la población, sino a un grupo en específico.
En ese proceso, el periodista debe también preguntarse “cuánta viralidad tuvo la desinformación”.
“El rumor está limitado a una comunidad pequeña en línea como Facebook, si no llega al resto quizá no vale la pena”, mencionó Sohr.
En este ámbito, explicó que el periodista debe someter la información a un “fact cheking”, que consiste en detectar errores y noticias falsas.
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“En todos los ámbitos la desinformación tiene consecuencias y en el caso de la salud, es claro que son muy concretas y más peligrosas”, afirmó.
Una estrategia, agregó, es procurar no centrarse en quiénes crean la desinformación, pues continuarán promoviéndola.
“Hay que estar atentos a qué necesitan las audiencias para llevar información confiable. Al inicio la gente se preguntaba si el coronavirus se puede transmitir por la piel tocando a una persona, pero ninguna fuente oficial estaba comunicando sobre ese punto una pregunta genuina de la audiencia”, mencionó Sohr.
La docente y comunicadora, Guadalupe Nogués, explicó que otra forma de corregir la desinformación en un contexto como la pandémica de la COVID-19 radica en no dejar “grietas” en la comunicación atendiendo el contenido que le interesa a la audiencia.