La ‘desesperanza’ como causa de la violencia machista y familiar

Los femicidios y crímenes que han conmocionado Nicaragua en las últimas semanas no son casos aislados. Son el resultado de una “cultura machista” arraigada y situaciones donde muchas mujeres viven en “desesperanza aprendida”, explica una psicóloga consultada por La Lupa tras los recientes hechos que han sacudido al país.
Uno de los crímenes más estremecedores ocurrió el pasado 22 de junio en Villa Reconciliación Sur, en Managua. Bayardo José Morales Osorio, de 43 años, asesinó a su exesposa Julissa Asunción Montoya Chavarría, de 46 años, y a su hija adolescente. Luego grabó un video con los cuerpos sobre una cama y una cuerda alrededor de su cuello, repitiendo: “Mi esposa era mía. Solo para mí”. Después se quitó la vida.
Este crimen no solo dejó una escena de horror, sino también una evidencia en video de la lógica del femicida en la que reafirma su “poder” incluso en la muerte. La psicóloga que analiza el caso lo llama “la expresión humana más estúpida del poder”, un suicidio como afirmación de que ni la ley, ni la sociedad, ni las víctimas pueden arrebatarle el control al agresor.
“Para mí esa es la expresión más estúpida del poder, de cómo demuestro que nada me alcanza porque hasta yo mismo me quito la vida”, explica la especialista consultada que prefiere hablar bajo anonimato por la violencia política y represiva que se vive en Nicaragua.
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La psicóloga señala que es un mensaje extremo, pero no nuevo en una cultura donde el machismo se impone incluso sobre la vida de las mujeres y sus hijas, es decir es otra muestra de la violencia patriarcal.
En el vídeo que circuló en redes sociales, después de asesinar a su exesposa, en un acto planificado, bien pensado y de dominación, Morales Osorio trata de justificar el parricidio de su hija de 13 años, diciendo: “No la puedo dejar sufriendo en este mundo”.
“Cuando se graba el evento se deja el mensaje desde el poder, es decir, no me alcanzó nada, ni nadie que me pudiera decir que yo no puedo hacer algo. Yo tengo el poder, así efectivamente. Yo tengo el poder y nadie me alcanza, porque ni siquiera la ley, nadie puede venir y hacer algo con esto, porque yo tengo el poder mismo. Incluso desde mi propio poder, me quitó la vida”, enfatiza la especialista en psicología.
“Es importante valorar —subraya— qué está pasando con las modalidades, con las características propias que tiene cada acto que se ha cometido”.
Días después del crimen en Managua, el 27 de junio de 2025, el país volvió a estremecerse. En el barrio Linda Vista, en el municipio El Tuma-La Dalia, departamento de Matagalpa, una maestra de primaria fue detenida como principal sospechosa de haber asesinado a sus dos hijos pequeños: un niño de cinco años y una niña de tres. Los cuerpos fueron encontrados sobre la cama de su casa.
Los medios oficialistas atribuyeron el crimen a “desórdenes mentales” de la mujer. La codictadora Rosario Murillo incluso afirmó que la madre tenía antecedentes psiquiátricos. Sin embargo, la rapidez con la que se ofreció esta versión oficial deja más dudas que respuestas.
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“Decir en esa situación que tenía problemas de salud mental, ¿cómo lo sabe? Es que la única explicación que hay para matar a los dos niños es que hay un problema mental. No es cierto. Es que es totalmente contra natura que una mamá mate a sus dos hijos y no solamente son dos hijos, son dos niños”, señala la psicóloga.
En este caso, según la especialista, no se habla del contexto, de su historia, de las señales previas que pudo tener la madre identificada como María Guadalupe Vílchez. Según la información, Vílchez antes de supuestamente estrangular a los niños habría dejado un mensaje en la pared de la casa que dice: “Lo siento, perdón, ya no podía más, me disculpo por esto, pero si ya no estoy yo, ¿con quién quedarían ellos?”.
El Observatorio Voces de la organización Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), registra 42 femicidios —14 ocurridos en el extranjero—. En Nicaragua, muchas mujeres siguen denunciando violencia sin que el sistema actúe.
Algunos agresores, aún tras ser condenados, son liberados y reinciden. “Los agresores han sido denunciados, condenados. O sea, han estado presos, pero fueron puestos en libertad. El hombre sale y va a matar a la mujer que lo denunció ahí en una capilla en el hospital Militar”, señala la psicóloga al recordar un caso que ocurrió en agosto de 2024.
Para ella, cada crimen es parte de una cadena: violencia, impunidad, repetición.
“Recordemos que no hay sistema judicial que pueda hacer algo. Recordemos que la Policía no se dedica a realmente proteger a la ciudadanía. Recordemos que no hay prevención de delitos”, advierte.
En una cultura machista, muchas mujeres crecen escuchando que deben aguantar, no provocar y mantener la familia unida ‘cueste lo que cueste’. Este entorno las empuja hacia lo que los psicólogos llaman “desesperanza aprendida”.
La desesperanza aprendida es lo que ocurre cuando una persona vive tantas situaciones difíciles que no puede controlar, que termina creyendo que nunca podrá cambiar nada en su vida como probablemente ocurrió en el caso de la madre de Matagalpa.
“Esos dos elementos surgen precisamente de la violencia y surgen también de la impunidad (…) Una persona que tiene la capacidad en su vida aprender que es una condición normalizada y que además también la puede practicar con una condición justificable algo que ocurre en su vida y no estoy justificando”, puntualiza.