Alejarse de su hija de un año, sin tener la posibilidad de al menos darle un último abrazo, fue lo más doloroso para la excarcelada política Guisella Ortega Cerón, conocida como «Taylor», luego que al igual que otras 221 personas presas políticas fue expulsada por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, el 9 de febrero, en un vuelo directo a Washington, Estados Unidos. 

“Al pie del avión en el que nos sacaron de Nicaragua pensé en no firmar, pensé en aguantar más ese encierro para seguir cerca de mi hija, aunque sea viéndola en algunas de las visitas, pero razoné la situación, sabía que si me quedaba iba a seguir encarcelada por quien sabe cuánto tiempo, y si me dejaban libre tendría que exiliarme o seguir siendo perseguida, entonces, en medio de la tristeza, con el corazón roto en mil pedazos, firmé esa carta (en la que aceptaba viajar a Estados Unidos) y me derrumbé, lloré por primera vez desde que fui encarcelada porque eso significaba alejarme totalmente de mi hija no sé por cuánto tiempo, pero mi esperanza es pronto reencontrarme con ella”, afirmó la exrea política.

Ortega Cerón tiene 36 años, es licenciada en Literatura y máster en Ciencias de la Educación. Ejercía la docencia en un colegio privado de la capital hasta que fue detenida, el 24 de noviembre de 2022, por un grupo de policías que ingresaron con violencia a su vivienda en San Judas, Managua.

La ciudadana estuvo encarcelada durante 77 días en las celdas del Distrito Tres de Managua, acusada de supuestamente cometer “menoscabo contra la integridad nacional” y “divulgar noticias falsas”. El juicio en el que posiblemente habría sido condenada, como ocurrió con docenas de presos políticos, por ambos delitos estaba programado para el próximo 15 de febrero.

“Nos sacaron de noche, sin decirnos que íbamos libres pero desterrados”

La docente explicó, en entrevista con La Lupa, que a las reas y reos políticos que estaban en el Distrito Tres de Managua los sacaron desde las 11 de la noche del 8 de febrero de sus celdas, les dieron ropa para que se cambiaran los uniformes de prisioneros, no les permitieron llevarse nada y los trasladaron a la Dirección de Auxilio Judicial, conocido como El Chipote, donde esperaron sentados cerca de cuatro horas hasta ser subidos a un bus, con ventanas tapadas por cortinas.

“En los buses nos pusieron unas bridas en las muñecas. En el que me subieron solo íbamos mujeres, las que estaban en El Chipote y las que estaban en el Distrito Tres, y nos dijeron que fuéramos en silencio y no nos dijeron para dónde íbamos”, afirmó.

Agregó que ella, en medio de la zozobra y la incertidumbre por el traslado repentino en aquel vehículo, “sentía que iba a salir libre y cuando pasamos por la Catedral pensé: ´nos van a dejar aquí, seguro nuestra familia nos está esperando´; pero nada, pasamos de viaje y llegamos a la rotonda Hugo Chávez, entonces, nuevamente, dije: ´bueno, seguro vamos a los juzgados y nos van a hacer firmar una carta de libertad´; pero nada, pasamos de viaje y entonces dije: ¡Ay Dios, vamos para la Esperanza!, pero tampoco, fueron tantas hipótesis hasta que llegamos a la Fuerza Aérea”.

Una vez llegaron a la Fuerza Aérea, explicó Ortega Cerón, los policías que las custodiaban se levantaron de sus puestos y empezaron a repartirles unas hojas en las que las hacían firmar que “terminaba el proceso que teníamos con Nicaragua y que pasábamos a las manos de Estados Unidos, algo así, pero no decía nada de la nacionalidad, nada de que estábamos siendo desterrados, expulsados, nada, ellos no nos dijeron nada, nos damos cuenta que nos vamos a sacar hasta que nos tienen al pie del avión”.

Acogida en Estados Unidos

Tras pocas horas de estar en territorio estadounidense, Ortega Cerón explicó que han sido atendidos “al cien” por las autoridades de Estados Unidos, les han explicado con paciencia el proceso que deben seguir para permanecer en ese país y les dieron un tiempo para que indiquen dónde van a quedarse, si tienen familiares, amigos, conocidos dónde ir y así ellos saber cómo proceder, pues por ahora están alojados en un hotel en Washington, Estados Unidos.

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En su caso, detalló, ya tiene un par de ofertas de lugares donde irse, para luego trabajar en todo “papeleo para solicitar asilo, permiso para laborar y luchar con ese temor de vivir aquí sola y sabiendo que mi hija está allá sola en Nicaragua, a cargo de algunos familiares pero sin su mamá”.

“Estas horas han sido de mucho cansancio, pero de cierta tranquilidad porque a pesar de todo estamos libres. Se nos ha atendido al cien, con mucha paciencia y amabilidad. He logrado llamar a mi hija y familia”, indicó la exrea política.

El exilio «ya era una opción»

Reveló que el exilio, cuando estaba encerrada en las celdas del Distrito Tres, “ya era una opción” que contemplaba en caso de ser liberada, pues había sufrido más de tres años de asedio y persecución, y esa era la tercera vez que era encarcelada por la dictadura. 

La docente fue detenida por primera vez, en septiembre de 2018, junto a la autoconvocada Flor de María Ramírez, conocida como “la señora del güipil”, cuando participaba de un plantón cerca del mercado Iván Montenegro, en Managua. 

En agosto de 2019, fue detenida por segunda vez pero ahora junto a cinco feministas y activistas con las que intentó protestar pegando volantes y calcomanías, denunciando las violaciones a derechos humanos del régimen.

En ambas ocasiones, la docente fue dejada en libertad luego de algunas horas de detención, sin que se le explicara los motivos de la detención o se le acusara de algún delito.

Ahora, desde territorio estadounidense, desterrada por la dictadura y despojada de su nacionalidad a través de aberraciones jurídicas, Guisella Ortega Cerón destacó que tiene claro que, “si Dios nos permite, deseo, en cuanto haya seguridad, regresar a Nicaragua”.

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