Las venezolanas que huyen debido a la situación humanitaria que atraviesa el país sufren xenofobia, explotación y varias formas de violencia durante todo el recorrido migratorio, un calvario que continúa en el lugar de Latinoamérica al que llegan buscando un mejor futuro.

Así lo advierte el International Rescue Committee (IRC), tras analizar información recopilada través de programas de respuesta y prevención a la violencia de género en Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela entre 2022 y 2023.

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“Sin que nosotros les preguntemos todas las adolescentes y mujeres venezolanas fuera de su país se encuentran en una situación en la que, por el hecho de ser mujer y ser venezolana, de entrada todos los hombres en los países receptores o en las comunidades receptoras les hacen propuestas de sexo transaccional. Indistintamente de su situación económica, esa es la oferta que se te hace en estos países”, explica a EFE, Marianne Menjivar, directora de la Respuesta a la Crisis de Venezuela en el IRC.

“Ese es el único modo de supervivencia que se te ofrece y es lo que se asume de ti y de ahí se desprenden temas de xenofobia, discriminación, explotación, de agresión y de vulneración de todos tus derechos”, agrega.

Según el informe de la organización, la violencia psicológica fue el tipo de agresión más mencionada por las migrantes venezolanas en la mayoría de  los países, correspondiendo al 43% de los casos en Ecuador; 78% en Perú y 65% en Venezuela. En Colombia, con 37% de los casos, fue el segundo tipo más común.

Las migrantes venezolanas en Latinoamérica

La portavoz del IRC explica que las venezolanas salen de su país huyendo de la violencia y de la falta de oportunidades que lamentablemente también encuentran en los países de destino. “Sus perspectivas se ven disminuidas frente a los hombres”.

“Por ejemplo, la tasa de embarazo adolescente en Venezuela es la más alta de toda Latinoamérica. Además, la posibilidad de escapar del ciclo de la violencia está muy disminuida porque la situación económica, de poder acceder a alimentación, a empleo, a ingresos dignos es muy disminuida”, menciona.

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Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), con una tasa de 96 casos de embarazo adolescente por cada 1,000 mujeres de entre 15 y 19 años, el país duplicaba en 2022 el promedio de Latinoamérica. Con respecto a los femicidios, la ONG Utopix ha contabilizado 169 asesinatos machistas en 10 meses.

De los 2,923 casos atendidos por el programa del IRC en Venezuela, el 65% han estado relacionados con violencia psicológica o emocional. La violencia física se ha identificado en el 19% de los casos, casi el 7% manifestó haber experimentado dificultades para acceder a servicios o recursos debido a su género y 6% corresponde a violencia sexual. Del total de casos, 8% fueron reportados en relación con personas adolescentes.

Ya en Colombia, Perú y Ecuador, la violencia se acentúa más si ellas están en una situación migratoria irregular.

En el informe del IRC, la violencia física se destacó como la segunda causa de solicitudes de apoyo más mencionada, correspondiendo a 32% de los casos en Ecuador y 26% en Perú. En Colombia, constituyó la mayoría de los casos, alcanzando el 43%.

“Lo que se están encontrando en muchas ocasiones es que tienen que pagar un precio altísimo para poder salir adelante”, menciona Menjivar.

Violencia perpetrada por actores armados

La influencia del crimen organizado en países como Ecuador y Perú o del conflicto armado en Colombia también pone aún más en riesgo a las migrantes venezolanas.

El IRC ha determinado que en Colombia, los casos de violencia sexual que reportan las migrantes (un 9% del total de denuncias por violencia de género que han recopilado) tienen relación con el conflicto armado.

Mientras que en Ecuador, un 11% de las personas perpetradoras de la violencia eran parte de bandas criminales.

“Para las redes criminales el tema de la explotación de mujeres y niñas y adolescentes y el de trata de personas está convirtiéndose en un negocio de muchísimo lucro que puede desplazar incluso otros negocios ilícitos”, explica Marianne Menjivar.

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“El tema es que entre menos vulnerable sea una mujer, una niña o un adolescente menos probabilidades habrá de fomentar y alimentar estas economías ilícitas y los sectores criminales dentro de las economías. Por eso es tan importante hacer efectivo, y cuando digo efectivo es real, que el goce de derechos sea un tema de ‘yo me siento segura, yo voy a un trabajo digno, donde no voy a ser abusada ni explotada, camino por una calle donde no me acecha el peligro de que me van a violar, puedo usar un transporte público seguro donde me respetan’”, menciona.

“Pero, ¿en cuántos de nuestros países podemos decir que esa es la experiencia cotidiana de las mujeres?”, cuestiona.

El trabajo de IRC con las migrantes

Con el objetivo de romper patrones y círculos de violencia, el International Rescue Committee trabaja con migrantes sobrevivientes en estos países.

“El punto de partida es generar información, educación y conciencia entre las mujeres y el entorno comunitario y familiar. Muchas veces, por los patrones con los que hemos crecido y sido educadas ni siquiera reconocemos que estamos atravesando por distintos tipos de violencia ni qué es un comportamiento aceptable y que no es aceptable, entonces empezamos por allí”, explica Menjivar.

También trabajan para que las mujeres identifiquen qué es un entorno seguro. “Si sabemos identificar las violencias, sabemos cómo y qué podemos hacer ante distintos tipos de violencias, sabemos a qué organizaciones o instituciones podemos recurrir para hacer efectivos nuestros derechos y eso es en el entorno familiar, comunitario, en mi municipio y en el país donde yo vivo”, resalta.

Además, tienen programas específicos para adolescentes, para hombres o también para las sobrevivientes que quieren convertirse en lideresas. “Es como ir tejiendo una colcha o una manta de protección y de apoyo a nivel comunitario que no dependa de una ONG, de financiamiento externo o incluso de una respuesta gubernamental para atender o prevenir”.

En el caso de las adolescentes, el IRC busca que ellas sepan los cambios que se están dando en su cuerpo y en su mente. “Queremos prevenir embarazos tempranos, queremos que ellas, a pesar que puedan vivir en una crisis humanitaria, tengan un plan y un proyecto de vida propio”, señala.

El curso cuenta con herramientas para que aprendan a comunicarse con figuras de autoridad como pueden ser sus padres, cuidadores, policías o autoridades migratorias.

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EFE