Me convertí en madre por decisión propia y un poco por presión social. Cuando quedé embarazada estaba casada y contaba con el apoyo económico del padre de mi hijo. Concebí la crianza de mi hijo dentro de una familia convencional, como las que salen en los libros de textos de las escuelas, donde las familias monomarentales NO EXISTIMOS.
Pero como todo es impermanente, el amor se acaba y el sentido de responsabilidad con los hijes nunca es parejo, me divorcié y me convertí en una más del 46% de mujeres de Nicaragua que crían a sus hijos solas, o sea, en una madre soltera, como nos llama la mayoría.
Los primeros años fueron los más duros emocionalmente hablando. Una se siente como un aguacate que se pasó de maduro: echada a perder. Es muy difícil cambiarse el chip y entender que existen muchos tipos de familias y que tu vida no acaba después del divorcio.
Sentía pena y culpa por que mi matrimonio había fracasado y por no poder darle a mi hijo la familia que él se merecía. También sentía mucha rabia porque el papá de mi hijo no asumió la responsabilidad en la misma medida que yo. Pasar el 25% del salario no es ser económicamente responsable. Verlo los fines de semana no es criarlo. Hacer solo lo que te delegan no es ser un padre presente.
Me tomó mucho tiempo aceptar que el padre de mi hijo jamás iba a tener el sentido de responsabilidad que yo siento. Es bien balurde sentir que estás jalando la carreta de la crianza, con todo lo que esta implica, sola, pero entre más pronto hagás las paces con esa idea, más tranquila vas a vivir, sino te autocondenás a vivir en un estado de frustración permanente.
También me tomó mucho tiempo aceptar que si iba a criar a mi hijo para que se convirtiera en un ser humano con un corazón noble, iba a tener que priorizarlo a él antes que a misma. Una de las grandes contradicciones de la maternidad con el feminismo, del cual seré discípula hasta que me muera, es que la maternidad te obliga a olvidarte de vos.
A la verga la idea de que una madre puede ser libre, la maternidad te ata de por vida y te somete a los deseos de tus hijes. Suena horrible pero es la verdad. Quien te diga que se puede ser amante, profesional, mujer y madre sin sacrificar algo, te está mintiendo. Tal vez por eso muchas feministas ven la maternidad como a la lepra, no las culpo. Si una busca la emancipación total como mujer, la maternidad no es el camino correcto para alcanzarla.
Sin embargo y aquí es donde se vuelve a torcer el asunto, no podés botar al patriarcado sin nosotras, las punk de la maternidad, que mandamos a la verga el matrimonio, valoramos nuestra soledad, nuestra autonomía y ya no tememos compartir nuestras cervezas con nadie.
Aquí es donde nosotras, las Outcast del feminismo, encontramos nuestra libertad. En pequeñas cosas como dormir en el centro de la cama, irte a la playa solos tu hijo y vos o pasar todo un sábado viendo un maratón de Netflix cuando la bendición no está.
También tenemos un super poder, el de criar a toda una generación de hombres sin roles de género para que el día de mañana sean aliados, no violadores y una generación de mujeres que sepan su valor más allá de su físico y dejen una relación al primer indicio de violencia.
Pero muchas veces ese poder también es una cruz. Económicamente ser madre autosuficiente significa tener 3 trabajos a la vez para llegar a fin de mes, porque seamos honestas la pensión alimenticia, no alcanza ni para hacer el super. Esta presión económica nos limita a quedarnos en trabajos mal pagados y explotadores para poder poner comida sobre la mesa.
Honestamente soy del club de madres arrepentidas, me derrito por mi hijo, pero creo que el sistema capitalista en el que vivimos no ofrece las condiciones para maternar, menos si lo hacés sola, sobre todo porque es un TRABAJO, si lealo bien dije UN TRABAJO que se quedó con el mismo modelo de cuando las mujeres no éramos parte del mercado laboral y no nos permite conciliar el trabajo y la familia.
A veces pienso que el universo, el Karma o Dios me puso la maternidad en el camino para evitar que me convirtiera en alcohólica y me gastara todo el dinero en guaro. O tal vez sería una crack de la producción y viajaría por todo el mundo haciendo documentales sin sentir culpa, porque nadie me esperaría en la casa para que le cuente un cuento para dormir.