Desde el momento en el que la niñez y los y las adolescentes tienen acceso a un teléfono móvil, las posibilidades de que de forma accidental o premeditada accedan a pornografía son infinitas y especialistas coinciden en que es imposible evitarlo. La clave, resaltan, está en prepararles para que entiendan lo que están viendo y desarrollen un pensamiento crítico.
La intención del Gobierno de evitar que los menores accedan a la pornografía fue celebrada por los expertos consultados por EFE, aunque son escépticos y coinciden en afirmar que, tarde o temprano, el porno entrará en sus vidas y la clave es una educación afectivo-sexual sólida que les prepare para discriminar lo que están viendo.
«Todos los niños y niñas necesitan una información básica para comprender su cuerpo, sus sensaciones, sentimientos, y emociones que tienen que ver con el sexo, pero ni en casa ni en la escuela se suele dar respuestas a estas preguntas, así que la buscan fuera», explica a EFE el doctor en Psicología Clínica y Sexología y autor del programa educativo ‘Tus hijos ven porno’, José Luis García.
Y entonces llegan a internet, y buscan palabras como ‘tetas’, ‘sexo’, ‘coger’ y de ahí van directos a una página con contenido pornográfico. «Cualquier niño que tenga un teléfono con acceso a internet se va a topar con el porno sí o sí», asegura.
El primer contacto es por accidente, luego viene la curiosidad
La pediatra Inés Merino, experta en educación emocional, indica que generalmente el primer contacto con el porno no es deseado, sino que ocurre por accidente.
«En un primer momento lo que tienen es curiosidad. Quieren saber de sexualidad, un tema que, en general, es tabú y del que da mucha vergüenza hablar. Nuestros niños y niñas se hacen múltiples preguntas al respecto y no saben ni tienen con quien hablar. Internet les da las respuestas de forma fácil y rápida. Son respuestas inadecuadas, pero ellos no lo saben», sostiene.
Por ejemplo, la edad media de acceso al porno en España se sitúa entre los 11 y los 13 años y, según una encuesta de la ONG Save the Chidren, el 30% de los adolescentes consultados asegura que el porno es su única fuente de educación afectivo-sexual.
Lea: Rescatadas en Perú más de 40 menores ofrecidas por catálogos virtuales
Un porno que suele ser violento y machista, pero que muchos de ellos idealizan e incluso buscan reproducir en sus relaciones de pareja.
«Educamos con lo que hacemos y con lo que no hacemos, porque si lo convertimos en un tabú, no será un tema que genere confianza entre los adultos de referencia del niño o de la niña para que en el día de mañana se pueda hablar de ese tema en casa»,
explica a EFE Cristina Sanjuan, especialista en protección a la infancia de Save the Children.
Esta experta apunta un dato: según la encuesta realizada por la ONG, los menores que cenaban en familia veían menos pornografía que los que lo hacían solos.
«No es tanto la educación afectivo sexual como generar esos diálogos o espacios de confianza y acompañamiento para que los niños y niñas puedan hablar de estas cuestiones en el hogar», comenta.
El porno: ¿Educador sexual de los jóvenes?
Lamentablemente, la realidad es bien distinta y, según García, el porno es el educador sexual de una parte muy importante de las personas jóvenes. Este sexólogo señala que el 25% de los y las jóvenes ha visto, antes de cumplir 20 años, entre mil y cinco mil horas de porno, según una investigación realizada por el sociólogo balear Lluis Ballester.
Y uno de los grandes problemas que plantea es que el porno envía un mensaje perverso, que es que a las mujeres les gusta que las fuercen, que las agredan, que las humillen, y ofrece un modelo sexual puramente de descarga en el que no hay comunicación, besos ni caricias.
Esto, a su vez, provoca en los chicos y chicas unas frustraciones terribles, indica este experto que ha trabajado durante 36 años en el gobierno navarro, donde fue coordinador de los centros de Orientación Familiar y Educación Sexual.
Que sepan que hay otro tipo de sexualidad
«Hay que prepararles para que sepan que aquello que están viendo no es la realidad y que existe otro tipo de sexualidad y de afectividad mucho más sana y deseable», insiste.
Además: Violencia contra las mujeres y niñas se adapta a la digitalidad
Para Merino, que imparte talleres y cursos de acompañamiento a familias, colegios y centros de salud, la prevención pasa por la educación afectivo sexual desde que son pequeños y no esperar a la adolescencia para hablar de estos temas. «A esa edad ya llegamos tarde y no querrán hablar con nosotros».
El reto -apunta- es llegar a hablar de sexualidad con tanta naturalidad como hablamos de las estaciones o de los colores.
«Aprovechar las oportunidades que el día nos ofrece para sacar el tema en todas sus dimensiones y generar un clima de confianza y seguridad para que el canal de comunicación con nuestros hijos esté bien abierto y nos tengan como figuras de referencia con las que poder hablar en caso de duda, problema o preocupación», manifiesta Merino.
«No podemos evitar que el porno entre en sus vidas, lo que sí podemos es acompañarles en la creación de un pensamiento crítico, tal que cuando estas imágenes impacten en su cerebro, ellos sepan que esto no es real, que la sexualidad es otra cosa completamente distinta»,
afirma la pediatra, Inés Merino, experta en educación emocional.
El consumo de pornografía no sale gratis
Porque el consumo habitual de pornografía hace mella en los y las menores.
«Este tipo de exposición en una etapa tan vulnerable, con un cerebro en pleno desarrollo, puede favorecer la construcción de una mirada hacia la sexualidad muy cosificante y violenta, tanto a nivel físico como verbal», explica Merino.
Puede afectar en su autoestima sexual y en su satisfacción sexual al generar creencias y expectativas irreales. Además, puede acabar produciendo un problema de adicción.
García añade que este consumo excesivo conduce también a la prostitución, ya que es ahí donde pueden resolver sus fantasías sexuales, y acarrea problemas de pareja, además de un aumento de las infecciones sexuales.
«Aunque el porno es gratis, no sale gratis. Al final hay consecuencias», concluye.