Exiliadas, movilizadas o en casas de seguridad, las mujeres activistas nicaragüenses se reinventan para mantenerse firmes en la lucha por los derechos humanos en medio del contexto de crisis socio política que vive el país.
Hasta ahora se contabilizan 76 mujeres defensoras exiliadas o que han tenido que abandonar sus viviendas y comunidades debido al asedio y las amenazas de muerte que recibieron de paramilitares o líderes afines al partido de Gobierno, explicó Juanita Jiménez, miembro del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM).
Los organismos de mujeres también contabilizan a nivel nacional un aproximado de 400 agresiones perpetradas a más de 300 defensoras, entre estas “destacan agresiones directas que las mujeres han vivido en el marco de las protestas, en el ejercicio de sus derechos movilizativos, pero también la estigmatización que viven las defensoras en sus comunidades”, lamentó Jiménez.
OEl panorama no es nada halagador teniendo en cuenta el cierre de al menos nueve organizaciones no gubernamentales, algunas de ellas como el Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud (Cisas) que trabajaban en pro de los derechos humanos de las mujeres y por la reducción de la violencia de género.
Jiménez reconoce que hay un debilitamiento en la organización comunitaria y en las redes de apoyo a las mujeres en los territorios, pero también advierte que la ausencia de algunas defensoras ha sido una oportunidad para que las víctimas sean agentes de cambio e interpongan sus propias denuncias, pues a su criterio los niveles y formas de organización se están reinventando a raíz de la crisis.
Resisten en la clandestinidad
Adelayda Sánchez, miembro del Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM) y que actualmente se encuentra en una casa de seguridad, lamentó haber tenido que salir con toda su familia de su vivienda ubicada en Masatepe debido a las múltiples amenazas y agresiones verbales que recibían de parte de líderes adeptos al orteguismo.
Ha estado en dos casas de seguridad. Tuvo que trasladarse de la primera debido a que no se sentía segura, pero dice seguir temerosa al no poder salir a la calle “porque hay personas que están pendientes de si me descuido y me pueden capturar”.
“Desde donde estamos seguimos en la lucha, seguimos haciendo la denuncia y viendo cómo mantener viva la lucha del pueblo” aseveró la activista.
Sánchez tiene 25 años en la defensoría de derechos humanos, desde hace décadas se le ha visto en las marchas portando la bandera violeta característica del feminismo y gritando fervorosa consignas que exigen la igualdad de género, pero también apoyando todo tipo de iniciativa tendiente a proteger las garantías fundamentales establecidas en la Constitución Política, por ello ha colaborado en organizaciones como el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), la Red de Mujeres contra la Violencia y el Movimiento Autónomo de Mujeres
Reivindican el 8M
Pero en medio de la crisis, y a pesar de los riesgos que implica, las mujeres se preparan para conmemorar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, con acciones que por seguridad aun no dan a conocer, pero que aseguran realizarán para recordarle al pueblo de Nicaragua la importancia de esta fecha, reveló por su parte la activista Marlen Chow, mejor conocida como la fundadora del Movimiento de Mujeres del Pico Rojo.
Chow se hizo famosa en las redes sociales y en los noticiarios locales del país a raíz de que, en octubre pasado, al ser interrogada en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial conocidas como el antiguo Chipote, tras ser capturada durante una protesta cívica, contestara a uno de los guardias que pertenecía a la Asociación de Mujeres del Pico Rojo, relata con una sonrisa en su rostro.
Al darse a conocer su respuesta en los interrogatorios, las redes sociales se plagaron de picos rojos de mujeres y hombres en señal de apoyo a la liberación de las y los presos políticos. Hoy se encuentra en libertad y asegura estar organizando una iniciativa en pro de la liberación de las y los presos políticos.
“Hemos sabido del sufrimiento tremendo que han estado viviendo, sin posibilidad de recibir el sol, haciendo trabajos domésticos fortísimos, con incomunicación casi total y sufriendo atropellos con los alimentos que les llegan, con golpes, con torturas, con humillaciones, esta situación la sabemos todos los nicaragüenses, sufrimos con ellas, las acompañamos hasta el final y hacemos ese compromiso diariamente de no dejar de luchar hasta alcanzar su libertad y justicia”, dice.