Pablo Acuña llegó en 2018 a Elgoibar, donde viven dos de sus hermanas | La víctima era padre de tres hijos, dos de los cuales viven en Nicaragua y el tercero en Pamplona junto con su madre.

Pablo Acuña Albir llegó a Elgoibar hace un año animado por la idea de labrarse el futuro que se le negaba en su país natal, Nicaragua, al igual que otros muchos de sus compatriotas. La falta de oportunidades y la convulsa situación política y social del país centroamericano le llevaron a hacer las maletas y a abandonar el departamento de Nueva Segovia en el que nació y creció, para cruzar el charco, siguiendo la misma senda que años antes habían recorrido dos de sus hermanas. 

Pablo se reunió con ellas en Elgoibar el 6 de marzo de 2018 y ayer, poco más de un año después, su cuerpo yacía sin vida en el soportal de un bloque de viviendas situado en el parque de los Derechos Humanos, justo detrás del Ayuntamiento de Elgoibar, tras ser apuñalado. Una de sus hermanas, Mayra Janeth, asistía compungida y rota de dolor a primeras horas de la mañana de ayer al ajetreo de los miembros de la Policía Científica de la Ertzaintza tras la larga cinta roja y blanca que resguardaba el lugar en el que se había producido el apuñalamiento y en el que permanecía el cadáver de su hermano a la espera de la orden de levantamiento por parte del juez.

Sin poder apartar la mirada del lugar en el que una sábana cubría el cuerpo, su otra hermana lloraba sin consuelo pese al esfuerzo de los amigos y familiares que arropaban, tanto a ella como a Mayra, desde que recibieron una llamada de teléfono que nunca hubieran querido recibir. Pese a la dureza del momento que estaban viviendo, Mayra Janeth tuvo fuerzas para hablar de su hermano y manifestar su dolor por una muerte que no terminaba de entender.

«Mi hermano solo quería trabajar. Era padre de tres hijos. Dos están en Nicaragua y el tercero, de 12 años, vive en Pamplona. En Nicaragua trabajó como taxista, conduciendo el coche de nuestro padre, pero la situación era muy mala. Tenía sus cosas y sus problemas, y decidió venir a España para mejorar su situación. Era muy voluntarioso, aceptaba cualquier trabajo: si le llamaban para barrer, iba. Si le llamaban para cualquier otra cosa, también. En estos últimos tiempos ha estado trabajando como pintor. Él decía que había venido aquí a trabajar, no a pedir ni a otras cosas».

Mayra no tenía más que palabras de cariño para su hermano, un hombre al que describió como afable y alegre. «No es porque fuera mi hermano o porque ahora esté muerto, pero era una persona muy amigable. También se tomaba sus cervezas con sus amigos, como tanta y tanta gente, pero era, sobre todo, un chico alegre, al que le gustaba hablar con la gente, cantar, bailar y divertirse».

Una noche de juerga

Todo apunta a que el origen de su muerte es una noche de juerga que se terminó torciendo por lo que parecen ser unos celos descontrolados que terminaron en un apuñalamiento. Algunos testigos afirman que tanto Pablo como la chica a la que acompañaba y el agresor habían coincidido en el bar Landa. Allí pasaron buena parte de la noche, disfrutando de la música y bailando, ajenos al drama que se iba a vivir horas después, cuando la mujer, de nombre Yaki, se encaminaba hacia el domicilio de la calle San Ignacio en el que trabaja atendiendo a una mujer de avanzada edad.

Lo poco que Mayra Janeth sabe de lo que sucedió a partir de ese momento es fruto de la llamada que recibió de Yaki, poco después de que su hermano fuera herido de muerte. «Sé que Pablo y la chica que ha resultado herida eran parejaElla me llamó sobre las 6.00 para decirme que la habían herido en el brazo con un cuchillo, y que mi hermano también había recibido una puñalada en el pecho, pero que no sabía dónde estaba. Parece que salió corriendo asustado por el ataque o porque lo estaba siguiendo el otro chico. A partir de aquí ya no sé nada más, solo que ahora él está muerto».

La confirmación de la muerte de Pablo fue un mazazo. Cuando llegaron a la zona del suceso les dijeron que no había nada que hacer, que su hermano había fallecido. Tras tomar conciencia de ello y rotas por el dolor, les tocó coger el teléfono y llamar a sus padres, que siguen viviendo en Nicaragua. «Darles la noticia ha sido un momento muy duro. En total somos seis hermanos y Pablo es el primer hijo que pierden. Además, mi madre está enferma y mi padre se está recuperando de un infarto. Su estado de salud es muy delicado y no sabemos cómo les va a afectar la muerte de Pablo».

«Queremos justicia»

Mayra quiere justicia para su hermano. «Es un momento muy duro, pero lo que pido es que se haga justicia, que caiga todo el peso de la ley sobre el que ha matado a nuestro hermano. Queremos que se investigue hasta el final. Queremos saber por qué, qué es lo que pasó, qué le llevó a matar a Pablo. Sobre todo pedimos que no quede impune, porque ni a un animal se le puede hacer lo que ese hombre le ha hecho a Pablo. No sé si lo que quería era robar o había alguna otro razón, pero lo podía haber golpeado, y no apuñarlo y matarlo, que es lo que ha hizo».

*Nota publicada en El diario vasco.

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La Lupa Nicaragua