Los paramilitares, de composición bastante heterogénea, se han transformado en una fuerza “semiautónoma”, poseen sus propios intereses y derrochan sus acciones violentas en consonancia con sus atributos de impunidad e inmunidad.
Utilizando los métodos de acción, recursos financieros e instrumentos de represión con los que los armó la dictadura para reprimir a la población, han comenzado a actuar de manera creciente en favor de sus propios intereses, ejecutando asaltos delincuenciales, matando a personas por robarle la cartera o un celular; es decir, utilizan su posición privilegiada, su poder y su inmunidad para realizar robos a la vista y paciencia de la policía.
Hasta el momento los funcionarios del régimen cierran los ojos ante estos hechos. Los ciudadanos debemos de discernir sobre los graves peligros que estos síntomas de deterioro social indican. Es necesario detener el incremento de las acciones de las bandas delincuenciales de los paramilitares armados.
Desde luego, este fenómeno es producto de la dictadura. Hasta el momento la dictadura no ha entrado en contradicción con el desarrollo semiautónomo de los paramilitares, ya que los necesitan para seguir secuestrando y atenazando a la población. Razón por la cual le resulta difícil al régimen de reprimirlos.
No cabe duda de que la degeneración de los paramilitares en bandas armadas delincuenciales socava a la propia dictadura. Esta degeneración si puede llegar a provocar una contradicción entre los paramilitares y los poderes fácticos que apoyan al régimen.
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