Al inicio de este año, el 20 de enero, cuando el virus de Wuhan no se había extendido a más de 150 países en el mundo y el lavado de manos no se había convertido en una de las principales medidas para frenar el contagio, la Empresa Nicaragüense de Acueductos y Alcantarillados (Enacal) anunció que tenía 185 cisternas para atender el la falta de agua, un mal crónico de todos los veranos, que ahora vulnera mucho más a cientos de familias de Nicaragua frente al covid-19.
De acuerdo con un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) de 2019, el 52 por ciento de la población nicaragüense utiliza servicios de agua potable. Sin embargo, en cientos de barrios de Managua y diferentes ciudades del país, en especial, las asentadas en el Corredor Seco, claman por agua. Ahora más que nunca el llamado «vital líquido», es vital, ya que lavarse las manos con agua y jabón puede significar detener el contagio de un virus que ha matado a más de 15 mil personas en el mundo.
Ruth Selma Herrera, expresidenta de Enacal, explica que cada verano la situación de desabastecimiento de agua se agrava, no solo por la inversión en agua y saneamiento que es insuficiente respecto al crecimiento poblacional, sino por el efecto de la sequía, del despale que provoca la depresión de las fuentes de agua superficiales.
El problema de la escasez de agua adquiere mayor relevancia ahora que se enfrenta la pandemia y cientos de familias pasan días sin ver el chorrito de agua salir de sus grifos, por ende, el constante lavado de manos se vuelve una odisea. Herrera expresa que “la principal herramienta que debe tener toda familia ahora es suficiente disponibilidad de agua potable para poder encarar las normas de higiene que están establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y eso te pone en desventaja-el no contar con agua-”.
La aspiración del régimen orteguista es que en este 2020 se incrementara la cobertura de agua potable de 90 a 91.5 por ciento y en cuanto al alcantarillado sanitario, de 51.5 a 54 por ciento en la parte urbana. Sin embargo, las cifras podrían quedar un poco lejos de la realidad, ya que pese a que muchas familias entran dentro de esas estadísticas, al tener conexiones domiciliares y en teoría acceso al agua, apenas gozan de su derecho humano por unas cuantas horas.
De acuerdo con el informe Derecho Humano al agua potable y al saneamiento en el ámbito rural de Nicaragua (2015), con una muestra de 2,400 hogares, realizado por la organización Ongawa, cerca de un 20 por ciento de esas familias no tienen cobertura a fuentes de agua mejoradas, y una de cada diez familias emplea más de 30 minutos en acarrear agua todos los días.
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Herrera estima que en Managua hay aproximadamente 200 pozos de agua más la laguna de Asososca, pero aun así, un 30 por ciento de los barrios pueden presentar alguna dificultad con el acceso. A nivel del país, la extitular de Enacal estima que hay unos 700 pozos.
Uno de los lugares del país que padece por no contar con agua es Ticuantepe, pese a que cuenta con cinco pozos, dijo Herrera. Eso implica que hay un problema de administración de fuentes de agua, y ante esta pandemia, es importante que se identifique en cada zona que está generando la dificultad; ya sean fugas o pérdidas técnicas exageradas, y resolverlas, sugiere.
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Por su parte, el Centro Humboldt, advierte que la eventual prolongación de la estación seca y con esta, la disminución del acceso al agua, podría limitar la posibilidad de mantener condiciones higiénico sanitarias de la población ante la pandemia.
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