Después de una sonada ambigua desde la Coalición Nacional por la declaración de ilegitimidad de Ortega, nos encontramos con un escenario opuesto para los actores de la oposición ante un posible diálogo enfocado en reformas electorales, propuesto por la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA).

La crisis sociopolítica de 2018 llevó a la dictadura de Ortega-Murillo a sentarse a dialogar con la oposición cuyos resultados fueron acuerdos mayormente incumplidos, a partir del diálogo surge la agrupación de la Alianza Cívica, liderada principalmente por el sector empresarial y un bloque de jóvenes. Con dos diálogos fallidos la Alianza Cívica cuenta con un precedente de validación y en un principio de legitimación para un proceso de diálogo.

Los factores para un posible diálogo cambian con el estruendo de la Alianza Cívica al separarse de la Coalición Nacional, ambas agrupaciones son perseguidas por el apabullante descontento de la ciudadanía obteniendo una legitimidad mínima. A pesar de ello, dentro de ese mínimo en términos políticos la agrupación con mayor peso político es la Coalición Nacional.

¿Cuál es el dilema en la oposición en un posible diálogo?

Daniel Ortega apostará y validará lo viejo conocido en un proceso de diálogo, es decir contar como contraparte a la Alianza Cívica sin embargo la legitimidad de esta agrupación la ha venido perdiendo en contraste con la Coalición Nacional que ha mostrado una tendencia de mayor aceptación ciudadana que difiere cuando se integra a los partidos políticos (Encuesta de Diálogo interamericano).

Al mejor estilo de los cuentos piratas, Ortega pretende hacer caminar por la plancha de forma individual a los actores políticos, si estos no encuentran una forma de coordinarse y articularse en un proceso de diálogo, donde cuentan con elementos complementarios y disuasivos. Si hay una predominancia de los intereses particulares, la misma oposición le entrega a Daniel Ortega su ejecución y muerte electoral, quedando totalmente dividida.

Rescate político y elecciones

Si la muerte electoral no llega a materializarse por múltiples acciones coordinadas, queda aún los resultados de un proceso de diálogo. Podríamos observar nuevamente a los actores políticos dividirse debido a que los límites o líneas rojas no coincidan: ir a elecciones con o sin reformas sustanciales.

La determinación de las líneas rojas debe elaborarse tomando en consideración el análisis del descontento amplio y sostenido que ha tenido la ciudadanía en participar en unas elecciones con un clima de inseguridad y reformas cosméticas. A menos que los actores políticos decidan inclinarse por mantener el status quo con una leve diferencia fácilmente reversible.

Al aceptar el status quo de Daniel Ortega, la narrativa de la oposición entraría en una paradoja al alejarse de la idea inicial de modificaciones sustanciales al sistema político electoral y en la medida de lo posible del sistema político.

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La Lupa Nicaragua