La semana pasada el Tribunal Supremo de Reino Unido limitó, en su Ley de Igualdad de 2010, la definición legal de «mujer» al sexo biológico, excluyendo a las mujeres trans, incluso a aquellas con un Certificado de Reconocimiento de Género.

Las consecuencias más obvias de esta decisión, son la limitación de los derechos de las mujeres trans de poder acceder a servicios y espacios diferenciados por sexos. Aunque, tampoco podrán acceder a protecciones legales creadas para mujeres cis y juntas directivas de puestos públicos en Reino Unido. 

A propósito que el fallo surge a raíz del recurso presentado por la organización For Women Scotland contra la Ley escocesa de Representación de Género en Organismos Públicos de 2018, que buscaba incluir a las mujeres trans en las políticas de paridad.

La Lupa conversó con cuatro mujeres disidentes sexuales sobre las posibles consecuencias de esta decisión en nuestro territorio -Centroamérica- región donde la expectativa de vida de las mujeres trans no sobrepasa los 35 años, y se enfrentan a múltiples violencias y discriminación.

“Cuando los Estados junto a organizaciones sociales crean este tipo de leyes tan terroríficas donde discriminan y violentan a ciertos grupos, se ampara la violencia por parte de la sociedad, es decir si el Estado pudo decirlo, yo que soy una ciudadana (o/e) también puedo decirlo y vigilar que la gente cumpla con esta norma”, afirma Concha Armas, mujer trans, migrante, abogada y co-coordinadora de Acuerpadas.

Aunque reconoce que Centroamérica es una“sociedad extremadamente violenta” contra las mujeres trans donde, según datos de Statista, países como Honduras registran 124 casos de transfemicidio entre 2008 y 2024, seguido de Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.

Y donde solo Costa Rica ha promulgado una ley específica de identidad de género. En Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, las mujeres trans enfrentan desafíos, incluyendo la falta de protección legal y la discriminación social. 

“Centroamérica y América Latina en general, muchos son los códigos y ordenamientos que les ha copiado a otros países europeos, bajo el supuesto de blanquitud y racismo, en que el eurocentrismo es la cuna académica del derecho, entonces cómo podemos ser víctimas de querer replicar estos ordenamientos jurídicos”, reflexiona.

Una reflexión que se contextualiza en el actual devenir de gobiernos ultra conservadores que niegan las identidades de género, se oponen al avance de sus derechos y amplían sus ataques contra las organizaciones LGBTIQ+ mediante el desfinanciamiento y la exclusión de los espacios cívicos.

“Es el efecto eco cuando hablamos de afectaciones. Este eco es nocivo, porque obviamente Inglaterra vuelve a retroceder la historia, al igual que en Estados Unidos. Vuelve a retroceder la historia donde se niegan derechos humanos, porque hay un grupo que interpreta las normas biológicas o quiere interpretar la biología desde la religión”, dice Amalia Darién Leiva, mujer trans, escritora y defensora de derechos humanos.

Y rememora que en los años 40 y 50 han sido estos mismos discursos, “los que hombres ocuparon para negarle los derechos a las mujeres” porque interpretaban los factores biológicos desde un punto de vista conservador”.

EL FEMINISMO EXCLUYENTE NO ES FEMINISMO

Tania Irías Guerrero, mujer migrante, lesbiana, feminista, defensora de derechos humanos, pone la reflexión sobre la celebración que mujeres que se autonombran feministas han realizado ante este retroceso en derechos de grupos minoritarios.

El recurso, en Reino Unido, ha sido presentado por la organización tránsfoba For Women Scotland (FWS) que contó con un amplio respaldo financiero de la escritora J.K. Rowling, quien se ha posicionado en repetidas ocasiones contra los derechos de las personas trans.

Irías considera que existe “una marcada intención por aislar a ciertos grupos y por marcar un único grupo, como legítimo, que atenta contra la misma propuesta política de los feminismos”, que contemplan las múltiples interpretaciones, formas y expresiones de existir en el mundo, y que legitima la violencia contra las mujeres trans.

“Las mujeres feministas anti trans no son capaces de mirar que se convierten en el argumento que sustenta la violencia que los machos heterosexuales y patriarcales que ejercen violencia contra las mujeres trans… cuando entenderemos que con este acto somos cómplices de un sistema que solo intenta someter y decidir sobre nosotras para que nuestro comportamiento beneficie y siga construyendo y apostando por un sistema patriarcal misógino”, asegura.

Un discurso que ha sido bandera de las denominadas TERF: Feministas Radicales Trans Excluyentes (término en inglés), que argumentan que el reconocimiento de los derechos de las personas trans trae consigo el “borrado de las mujeres cis”, aquellas que al nacer fueron asignadas con sexo mujer y su identidad es femenina. 

“Ciertos grupos que se dicen feministas usan la excusa del “borrado de las mujeres” para promover discursos de odio contra las personas trans.  Reconocer a las mujeres trans no borra a nadie; al contrario, amplía el movimiento, lo hace más fuerte, más justo, más real. Porque un feminismo que no es interseccional, que no es trans incluyente, simplemente no es feminismo”, agrega Vlada Krasova Colomer, activista transfeminista.

Y es donde Concha Armas, invita a reflexionar sobre los avances en el reconocimiento de otras identidades frente al sujeto político del feminismo.

«Qué tal si nos replanteamos el sujeto político del feminismo. ¿Van a seguir siendo las mujeres? porque ahora tenemos otras expresiones y no es que no estuvieran esas expresiones, sino que antes no las habíamos teorizado», se pregunta y agrega «las personas no binarias no estamos queriendo borrar a las mujeres el borrado que habría que analizar es de quienes niegan mi experiencia de vida basado en la biología. Yo que lo único que deseo es ocupar ese espacio colectivizarme para sanar, accionar y movilizar en defensa de mis derechos».

El trasnfondo para las entrevistadas es de un feminismo blanco, colonialista que homogeniza a las mujeres y se autoproclama defensoras de sus derechos, pero lo limita a una categoría de mujer que «no abarca toda las catergorías» siento que «todas somos mujeres, pero somos diferentes tipos de mujeres porque nos atraviesan diferentes intersecciones» que el feminismo», que no se comparten con las feministas blancas, privilegiadas.

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La Lupa Nicaragua