El 23 de julio de 1959 fueron asesinados a manos de la guardia somocista cuatro estudiantes durante la manifestación estudiantil, conocida como el “desfile de los pelones”, que terminó en protesta en la ciudad de León.

En 2019 se cumplen 60 años desde ese fatídico suceso que hoy el pueblo nicaragüense lo conmemora entre lágrimas y pesares. Y una vez más, la historia se repite. Según el informe de abril de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) 568 personas fueron víctimas de la represión orteguista desde el pasado 18 de abril del 2018.

El listado detalla que 248 víctimas de la represión eran jóvenes y 235 adultos, asimismo precisan que 30 eran adolescentes, 11 niños, 19 ancianos y 25 cuyas edades no fueron precisadas, es decir que el 50 por ciento de estas víctimas estaban en edades escolares.

“Como estudiante, este 23 de julio, representa un golpe a la realidad. Ya pasaron 60 años, y todavía nuestras condiciones como estudiantes no han mejorado, se han pisoteados nuestro derechos, nuestra autonomía sigue siendo otra instrumento de este gobierno. Tenemos que recordar a los estudiantes de antes, pero también a los que ahora han entregado su vida por esta causa y otros que siguen en las calles, exiliados y en las cárceles. Hoy nos recuerdan que hay mucho trabajo por hacer”, dice la estudiante universitaria Amaya Coppens.

Coppens, quien era estudiante de medicina de la UNAN-León, fue presa por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, durante siete meses en las celdas de la cárcel La Esperanza. Su delito fue protestar contra la represión policial con la que Ortega respondió a marchas pacíficas a nivel nacional.

Control orteguista en universidades

Para Coppens, es evidente que la dictadura orteguista tiene nuevamente el control completo de las universidades públicas. En el caso del Cuun-León, asegura que “obligan a los estudiantes a asistir a actos partidarios e incluso a los becados para ir a apedrear casas a las personas que protestaban”.

“Hubieron muchas represalias en contra de todo el estudiantado que se rebeló. A mí me cerraron las puertas del hospital donde recibía mis clases de quinto año y desde hace un año que no asisto porque la universidad ya no me reconoce como estudiante del recinto”, denuncia.

Uno de los principales retos de los estudiantes explica Coppens es «conseguir una verdadera autonomía en los recintos, lejos de las artimañas políticas, pero principalmente consolidar una unión real con otros sectores sociales para hacerle frente al régimen».

“Como estudiantes, como ciudadanos debemos conseguir la unión y que todos los diferentes sectores trabajemos por los que necesita Nicaragua. En las universidades debemos garantizar que los espacios sean críticos y conseguir una verdadera autonomía universitaria”, señala.

Debido a las protestas el régimen de Daniel Ortega mediante sus aparatos represivos expulsó a más de un centenar de estudiantes que participaron en las protestas negandoles de esta forma su derecho a la educación. Respecto a este tema Amaya admite que aún no ha habido ningún tipo de seguimiento ante la situación que vive el país.

«No ha habido un seguimiento a los casos de estudiantes que nos prohibieron nuestro derecho a estudiar. Nosotros estamos desmovilizados, no hemos tenido ninguna respuesta respecto a este tema. Tenemos más de un año de no ir a la universidad. Este año me tocaba graduarme, y pues no estaré con ellos», dice.

Mejor representación social

Respecto a los grupos organizados de la oposición, la estudiante de medicina, considera que se necesita mejorar varios aspectos, principalmente la comunicación para que se puedan articular todos los sectores sociales, de manera que haya una representación más consolidada de la población.

“Todavía hay bastante trabajo. Creo que la Alianza Cívica ha mantenido una postura algo excluyente. La UNAB ha intentado ser más inclusiva, pero hay más mucha gente que quiere trabajar, porque lo que necesitamos es mejorar no solo la comunicación para articular mejor todos los sectores”, indica Coppens.

Cuestiona la postura pasiva que ha tomado la Alianza ante las negociaciones con el régimen aunque expresa que no siempre significa algo negativo sino «que la lucha que iniciaron los estudiantes es muy diferente a la batalla política que juega la Alianza frente al régimen».

«La Alianza Cívica ha jugado el rol que tenía que jugar, es un tipo de lucha diferente a la que nosotros empezamos en las calles a la que tiene la Alianza que es más política y claro siempre habrá descontento, porque no siempre se sentirán representados todos los sectores. Creo que simplemente los actores han venido evolucionando en esta lucha», expresa.

Asimismo agrega que la explosión cívica fue solo un cúmulo de sucesos que el régimen venía normalizando en una sociedad socavada por la tiranía. En esta semana que se conmemora el Día del Estudiante, hace un llamado a la conciencia crítica, a seguir de pie en una lucha por todos esos compañeros de clases que perdieron la vida y hoy no pueden estar en sus aulas de clases.

«Nosotros nos apoderamos de esto, pero la dictadura venía reprimiendo desde antes a los campesinos, feministas. Los estudiantes solo tomamos la iniciativa de llevar nuestras protestas a las calles», puntualizó.

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