Rosa H. una mujer dominicana, en junio de 2020 recibió una buena noticia. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), admitió la demanda que había presentado en 20113, para que se hiciera justicia a su hija Rosaura AH, “Esperancita”. Pero ¿que le ocurrió a Esperancita?.
Era una adolescente dominicana de 16 años, que en julio de 2012 ingresó de urgencia a un Hospital, donde le informaron que estaba embarazada de 7 semanas y que sufría una leucemia linfoblástica aguda que requería tratamiento inmediato de quimioterapia para salvar su vida.
Pero como la quimioterapia podía afectar al producto en gestación y en Dominicana hay una prohibición absoluta del aborto, el personal médico priorizó proteger la vida del producto en gestación y no la de Esperancita, no realizando la quimioterapia con el argumento de salvar las dos vidas.
La medica tratante, ante las hemorragias que presentaba Esperancita. recomendó hacer un aborto, con el consentimiento de ella y su madre. El sistema de salud retraso su realización y a los 47 días de haberla hospitalizada, entre fuertes sangrados, Esperancita tuvo un aborto espontaneo y horas después murió. Se habían perdido las dos vidas por una legislación carente de base medico científica, por los prejuicios de operadores de salud y la estigmatización social del aborto.
Su madre buscó justicia para su hija pero el sistema judicial de su país no se la garantizó por lo que en 2013 puso una demanda ante la CIDH junto a Womens Link Worldwide. La aceptación de su demanda la ha llenado de esperanza, aunque aún queda un largo recorrido para una resolución que reconozca que a Esperancita, el Estado dominicano le violento derechos fundamentales a la dignidad humana, la vida, la salud, la integridad personal, a la autonomía reproductiva y a la libertad, entre otros.
Desgraciadamente este caso no es aislado y en nuestros países, también conocemos situaciones similares, como el caso de LC en 2007 en Perú o el de Beatriz en 2013 en El Salvador. Pero esta realidad puede cambiar si como sociedad, somos capaces de analizar y debatir esta problemática y sus causas de forma serena y basada en criterios médicos y sociológicos.
El aborto es un tema del que no se habla, una palabra estigmatizada, sin embargo es una realidad de salud pública mucho más frecuente de lo que pensamos. Se estima que el 20 % de embarazos terminan en un aborto, en muchos casos sin que siquiera la mujer se dé cuenta, pues ocurren en las primeras semanas de embarazo, quedando sin registrar.
Por otro lado en un país como El Salvador, en 2017 el Ministerio de Salud registro 7,993 abortos, entre ellos 420 relacionados a embarazos ectópicos, 3,871 incompletos es decir cuando parte del feto queda en el útero y 930 retenidos, cuando el feto muere dentro del útero. Y lógicamente, por estar totalmente penalizado, no se reportan los abortos inducidos en condiciones de inseguridad legal y de salud.
Sin embargo su despenalización ante diversas causas se convierte en tema de disputa política, sobre todo en periodos electorales, impidiendo un debate informado y sereno. Como sociedad debemos buscar consensos sobre este tema, no convertirlo en arma de disputa político partidaria, ni pretender imponer nuestras creencias religiosas y normas morales a toda la población.
Casos como las narrados al inicio de este artículo son más frecuentes de lo que pensamos. Debemos garantizar a niñas y mujeres cuya vida, salud o futuro está en riesgo, una legislación que les permita tener la libre opción de interrumpir su embarazo en determinadas situaciones.
Alberto Romero de Urbiztondo (@aromero0568): Alberto Romero de Urbiztondo, nicaragüense de origen español e ingeniero de profesión. Vive en El Salvador desde hace más de 20 años. Defensor de derechos humanos, miembro de la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del Aborto y del Movimiento por una Cultura Laica, temáticas sobre los que ha realizado investigaciones y artículos. Miembro de la Sombrilla Centroamericana, red de organizaciones que defiende los derechos sexuales y derechos reproductivos en la región.
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