“Con orgullo grito que soy una lesbiana orgullosa porque sé que merezco amar a otra mujer”, Tania Irías, Artemisa
La integrante del grupo lésbico-feminista "Artemisa" comparte cómo es declarse un cuerpo disidente LGBTIQ+ en Nicaragua.
La integrante del grupo lésbico-feminista "Artemisa" comparte cómo es declarse un cuerpo disidente LGBTIQ+ en Nicaragua.
Las agresiones y actos de discriminación que a diario se cometen en contra de lesbianas, homosexuales, bisexuales y personas trans son una muestra de que en Nicaragua poco se ha avanzado en el reconocimiento y el respeto a los derechos humanos de la comunidad LGBTIQ+.
De acuerdo con datos del Observatorio de violaciones a derechos humanos de personas LGBTIQ+ en #Nicaragua, entre enero y marzo de 2024, se han cometido cinco agresiones físicas, una desaparición forzada y tres crímenes de odio en contra de personas LGBTIQ+.
Sobre la situación de los cuerpos disidentes en Nicaragua, Tania Irías Guerrero, del grupo lésbico-feminista «Artemisa», considera que el “Estado no asume su responsabilidad como garante de los derechos de toda la ciudadanía”.
Irías procede de una familia tradicional, es la menor de 12 hermanos, graduada en Ingeniera en Computación, es una mujer activista desde los 15 años. Su primera relación lésbica estuvo cargada de miedos y vergüenza, “la viví a escondidas, aunque muchas veces son silencios a voces, tenía miedo de que supiera mi familia, mis compañeros de trabajo».
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«Yo siempre estuve averiguando dónde organizarme, pero hasta eso es difícil para las mujeres lesbianas, no tenemos espacio donde articularnos, conocernos y hablar de nuestra realidad”, detalla.
En entrevista para La Lupa, Tania cuenta de los avances y retrocesos de los cuerpos disidentes en el país y lo que implica ser lesbiana.
Actualmente en Nicaragua no hay un discurso confrontativo en relación a la comunidad LGBTIQ+, sin embargo esto no se traduce en que el Estado asume su responsabilidad como garante de los derechos de toda la ciudadanía, hay un sector que ha quedado relegado, invisibilidado, a pesar de la derogación del artículo 204 del Código Penal que tipificaba las relaciones entre personas del mismo sexo como sodomía, su derivación no se tradujo en asignación de derechos y protección estatal, por el contrario, cuando ha habido oportunidad de hacernos visibles, como cuando se debatió el primer Código de Familia y, pedimos nos incluyeran, se nos dijo no era el tiempo, y después de una década el tiempo de ejercer derecho no nos alcanza.
Y hay otro grupo al que tampoco le alcanzan esos derechos: a nuestros hijos e hijas, que deben vivir señalados de pertenecer a una familia que no es una «familia de verdad», haciendo referencia a no ser una familia nuclear tradicional.
Los procesos de desacato a la norma, todos, son sumamente duros y complejos para quienes los experimentan y, en una sociedad altamente fundamentalista como Nicaragua, enfrentar un proceso de «sentirse diferente» suele estar acompañado de muchas dudas y una constante sensación de soledad porque la carencia de referentes es dantesca, a diario en las iglesias, mercados y sobretodo en las familias se oyen y promulgan discursos de odio contra las personas LGBTIQ+ sin el menor reparo, se dice y se nos trata cómo si no fuéramos humanas.
Asumir en libertad tu identidad con tanta opresión no es fácil, pero gracias a que cada vez hay más referentes, a que el trabajo de las organizaciones está teniendo un efecto, cada vez más mujeres enfrentan procesos de aceptación en libertad y reclaman sus derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, no son todas, aún hay muchas llenas de vergüenza y culpa por amar a otra mujer, y no hay amor consensuado y libre que merezca vivirse con vergüenza.
Gran parte del problema de salir del closet son las familias, y es que cuando la sociedad sabe que no somos heterosexuales hay una sanción contra las familias, ya tu mamá deja de ser «Doña María», para convertirse en «la mamá de la cochona», e igual les pasa a los hijos. Y muchas no quieren exponer a sus familias.
Yo salí, y con orgullo grito que soy una lesbiana orgullosa porque sé que merezco amar a otra mujer, y ser quien soy, estoy consciente de que hay mucho por pagar cuando lo hacemos, pero amar en libertad es mi apuesta política también.
Muchas nos hemos tenido que resignificar el amor, la familia e incluso ¿quién es Dios? y ¿cuál es mi relación con esa entidad divina?
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Salir del closet con facilidad depende del entorno y de las herramientas que tiene cada persona, pero son lugar a duda los fundamentalismos religiosos, la falta de leyes que te den garantías de derechos son un obstáculo, las familias y sus prejuicios, pero hay muchas personas que cogen valentía y viven su proceso con orgullo, pero nadie en el mundo debería ser valiente para poder ser quien es, solo porque a otras personas no les parece.
Salir del closet no es fácil, casi nunca, pero por el entorno de estigma y discriminación que hay.
Por supuesto que sí, no se habla de nosotras las lesbianas, nuestra realidad no es de interés, no se nos trata como sujetas con derechos, solo el hecho de no nombrarnos es violencia, porque nos deja en la invisibilidad inexistentes.
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Acompañar en lugar de juzgar, entender que muchas cosas no les serán fáciles de entender, que no necesitan aprobar todas las decisiones de sus hijas e hijos, pero que en efecto acompañar con respeto es siempre una opción. Acompañar desde el amor, y alejarse un poquito a la idea fundamentalista de qué ser lesbiana es pecado, para las hijas e hijos el apoyo cambia todo.
En Centroamérica la realidad de las personas LGBTIQ+ es dura, la falta de oportunidades, a la vida en primer instancia, porque los altos índices de asesinato contra las mujeres trans, los múltiples crímenes lesbófobos disfrazados de violencia común, la falta de leyes, el silencio estatal, y la encrucijada del avance de las derechas y el silencio conveniente de las izquierdas.
Por supuesto que sí, hay un retrocesos, y no porque no se han aprobado más leyes, sino porque se han recrudecido las formas opresivas, y se han hechos cambios en las legislaciones, el incremento de los discursos de odio, la desarticulación social que vive Nicaragua producto de la dictadura instaurada que veta a todo aquel que piense diferente.
El Salvador, Perú, Argentina, entre algunos lugares donde de forma explícita se han aprobado acciones en contra del derecho a decidir en libertad sobre los cuerpos, en contra de las personas LGBTIQ+.